Delibes perteneció a una estirpe conservadora por custodiar los secretos de nuestra existencia histórica con integridad.
El 12 de marzo de 2010 falleció el castizo escritor Miguel Delibes. Cerca de cumplir 90 años, dejaba este mundo en Valladolid. Misma ciudad que le vio nacer y que fue el escenario de algunas de sus más célebres obras como El hereje (1998). Delibes ha trascendido y ha sido reivindicado por su vertiente ruralista, que le otorgó un enorme éxito durante más de 40 años. Pero de su pluma nacieron ideas que eran mucho más profundas. De ellas, se puede apreciar la indiscutible personalidad de su estilo y de su mirada sobre la realidad histórica y cultural española, subyacente en Castilla.
En una nueva Nota de la Fundación Disenso, el catedrático de la Facultad de Filosofía La Salle-Universidad Ramón Llull, Armando Pego Puigbó, recorre, en un homenaje al escritor vallisoletano, su legado. En ella, destaca la importancia que Delibes otorgó al español. Pues, como bien indica, «la Castilla de Delibes arraiga y germina en la tierra de su idioma». También su defensa de la naturaleza y la dignidad del ser humano frente a una idea de progreso desbocada, algo que apreciamos en la sencillez de los protagonistas de obras como El camino (1950), Las ratas (1962) o Los santos inocentes (1981).