A 550 años del nacimiento de Miguel Ángel, es necesario reflexionar sobre la censura y la libertad en las artes.
El 6 de febrero de 1475 nació en el pueblo italiano de Caprese Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni, conocido como Miguel Ángel para los hispanohablantes. Arquitecto, pintor, escultor y poeta, ya en 1506 fue descrito por el Gobierno de Florencia como un «excelente joven. Sin igual en su profesión en Italia y quizá en el mundo entero», cuando solo contaba con treinta y un años. Lo que sí es cierto es que Miguel Ángel fue el artista más célebre que había existido hasta ese momento y que tuvo una vida marcada por cualidades épicas. De hecho, muchas de sus obras fueron inmensas y su realización estuvo cargada de dificultades técnicas: los frescos de la Capilla Sixtina y el Juicio Final, la majestuosa estatua del David de mármol, la tumba de Julio II, la fachada y la nueva sacristía de San Lorenzo o la gran basílica romana de San Pedro.
En el 550 aniversario de su nacimiento, la Fundación Disenso presenta una nueva Nota. En ella, la historiadora del arte, escritora y creadora del programa «Fortunata y Jacinta», Paloma Hernández, analiza el impacto de la obra de Miguel Ángel en su época. Y reflexiona sobre la cuestión de la libertad, la censura y la política en el arte a lo largo de la historia.