El 7 de octubre de 2023 Israel sufrió el atentado terrorista más sangriento de su historia.
El Movimiento de Resistencia Islámica (cuyo acrónimo en árabe es Hamás) penetró en el territorio israelí asaltando viviendas y matando indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños desarmados. Los terroristas abrieron fuego contra los ocupantes de los vehículos que transitaban por las carreteras. Tirotearon a los asistentes al festival Nova de música. Casi 1 200 personas resultaron muertas, casi 5 000 fueron heridas y 251 fueron secuestradas y llevadas por la fuerza a Gaza. Israel respondió con la mayor operación militar contra Hamás nunca desplegada.
Fundada en 1987, durante la Intifada, como organización yihadista suní, Hamás controlaba la Franja de Gaza desde el año 2007. Enfrentada a la Autoridad Palestina, gobernada por Fatah, la organización yihadista recibe hoy su financiación y armamento de la República Islámica de Irán, que ha integrado a Gaza en el llamado Eje de Resistencia, que agrupa a las organizaciones terroristas controladas desde Teherán por el régimen iraní. En ese eje se integra también Hizbulá, el Partido de Dios, que vertebra políticamente a los chiíes libaneses y que, desde su fundación en 1982 durante la Guerra del Líbano, opera como instrumento al servicio de la Revolución Islámica de Irán. Forman parte también de ese grupo de organizaciones los huthies del Yemen, que controlan parte de la costa del Yemen y pueden obstaculizar el tráfico marítimo a través del estrecho de Bab el Mandeb. También están al servicio de Irán las organizaciones yihadistas que operan en Irak y Cisjordania. Por fin, forma parte de este eje la República Árabe de Siria, aunque el régimen de Bashar el Asad ha perdido el control de buena parte de su territorio.
El frente controlado por Irán ha servido a la revolución de varias formas.
En primer lugar, ha sido un instrumento para la movilización de los chiíes libaneses, que pasaron de la toma de conciencia y el activismo político impulsado por Musa al Sadr, nacido en 1928 y desaparecido en Libia en 1978, a la militarización a manos de agentes iraníes y la conversión en una de las mayores organizaciones terroristas del mundo en cuanto al número de hombres y armamento, en competencia, tal vez, con el Estado Islámico en Irak y Siria de los primeros años. Hasta su muerte el pasado 27 de septiembre, Hasán Nasrallah (1960-2024) dirigía la organización, que operaba como un Estado dentro del Estado libanés.
Por otra parte, Hizbulá ha supuesto una amenaza en la frontera norte de Israel y un aliado fiable para el régimen de El Asad en Siria. Las operaciones militares de Israel contra la infraestructura de Hamás en Gaza -túneles, plataforma de lanzamiento de cohetes y misiles, arsenales- desde 2007 siempre han estado condicionadas por el peligro de una invasión desde el norte.
Así, el eje de resistencia gravitaba sobre Hizbulá y Hamás con una dirección desde Teherán y unos aliados en Siria, Irak, el Yemen y Cisjordania. Como consecuencia de la operación militar contra Hamás desplegada en Gaza en el último año, la capacidad destructiva del Movimiento de Resistencia Islámica en la Franja ha quedado muy disminuido. A pesar de las tácticas de combate empleadas por Hamás (túneles, toma de rehenes, utilización de instalaciones civiles para fines terroristas), la respuesta israelí ha descabezado a la organización empezando por la muerte de sus principales líderes. El ejemplo más notable ha sido la eliminación de Ismail Haniyeh (1962 o 1963- 2024) en Teherán.
Durante el último año, Hizbulá ha tratado de ayudar a Hamás atacando el norte de Israel con misiles y cohetes -ha lanzado más de 8 000 contra las ciudades y pueblos israelíes- y provocando la evacuación de más de 60 000 habitantes de la región. Sin embargo, la penetración de la inteligencia israelí en la red de comunicaciones de la organización ha infligido golpes muy serios a la organización en las últimas semanas. Primero, fue el estallido simultáneo de centenares de dispositivos electrónicos empleados por los mandos de la organización. Después, fueron los bombardeos dirigidos contra los centros de mando de la organización que culminaron con la muerte de Nasrallah el pasado 27 de septiembre. Hizbulá conserva una enorme capacidad destructiva, pero la organización está descabezada e infiltrada.
Así, un año después de los atentados del 7-O, el «eje de resistencia» aparece más debilitado que nunca. Los ataques desde Irak y el Yemen han causado algunas bajas y daños menores en Israel, pero no amenazan su existencia. Existe, sin duda, una amenaza terrorista desde Cisjordania, pero es difícil que vuelva a repetirse un atentado a gran escala como los del año pasado. La Cúpula de Hierro y la colaboración de los aliados occidentales -así como la de algunos países árabes- ha sido suficiente para frustrar los dos ataques con misiles que ha lanzado Irán.
En realidad, es en Irán donde está la clave para la evolución de los acontecimientos en Oriente Próximo un año después de los atentados. Si el régimen de Teherán insiste en mantener un «eje de resistencia» que, al igual que el programa nuclear, sólo sirve para amenazar a sus vecinos, una escalada parece inevitable. Sin embargo, la amenaza no se cierne sólo sobre Israel, sino también sobre los Estados árabes de la región y sobre Europa. En efecto, una escalada del conflicto no sólo perjudicaría el comercio internacional y podría crear nuevas crisis humanitarias con los correspondientes flujos de refugiados, sino que supondría una posible proliferación nuclear en la región. Al final, si Irán termina disponiendo de armamento nuclear, será cuestión de tiempo que otros países como Arabia Saudí o Egipto traten de adquirirlo también. Mientras tanto, Israel libra una lucha en varios frentes en defensa de su propia población. Los atentados del 7-O y la operación militar contra Hamás han hecho aflorar un antisemitismo que llevaba mucho tiempo latente en las sociedades occidentales. Esas manifestaciones no han servido, sin embargo, para detener una lucha contra las organizaciones terroristas que Israel considera ahora existencial.
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