Lo que aprendimos en Vietnam

Lo que aprendimos en Vietnam

La masiva campaña de prensa que se orquestó entonces en Estados Unidos se tradujo en una pérdida de apoyo a la intervención en el conflicto y de la popularidad del presidente Johnson. La guerra, que se estaba ganando en el terreno, se perdió en los despachos de los periódicos.

El 30 de enero de 1968, durante la festividad del año nuevo vietnamita -o Tet-, Vietnam del Norte y la guerrilla comunista del Vietcong, decidieron lanzar una contundente ofensiva sobre múltiples ciudades y puntos estratégicos de Vietnam del Sur. La operación ideada por el líder comunista Le Duan, Ho Chi Minh y el veterano general Vo Nguyen Giap, se consideró un estrepitoso fracaso en términos militares, pues los vietnamitas perdieron entre 50.000 y 58.000 combatientes -contando muertos y prisioneros-, con unas bajas totales que ascendían a más de 100.000 hombres.


La cuestión reside en cómo una contundente derrota en lo militar para las fuerzas comunistas se convirtió en una victoria política y propagandística, mientras que para el aquel entonces presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, supuso uno de los motivos del hundimiento de su presidencia. La respuesta, más allá del intrincado análisis geopolítico, económico, social y militar, puede explicarse a través de un importante factor: la oposición de la opinión pública estadounidense.


A finales de 1967, pese a los desiguales resultados de la operación Rolling Thunder, las autoridades políticas y militares norteamericanas eran optimistas respecto al transcurrir de la guerra. De hecho, según nos cuenta Max Hastings en “La Guerra de Vietnam: Una tragedia épica. 1945-1975”, Estados Unidos tenía desplegados en ese momento en el país asiático a 492.999 soldados que contaban con el apoyo de 2.600 aviones, 3.000 helicópteros y 3.500 vehículos blindados, a los que se deben sumar todos los hombres del Ejército de la República de Vietnam y a los milicianos populares de Vietnam del Sur, que sumaban más de medio millón de efectivos.


Sin embargo, el clima en suelo estadounidense era distinto. La escalada militar fue objeto de crítica de la prensa y de la oposición política, en un contexto en el que la lucha por los derechos civiles exaltaba aún más los ánimos populares. El prestigio del presidente Johnson sufrió un duro golpe con las protestas masivas convocadas el 15 de abril de 1965 en San Francisco y Nueva York por el Spring Mobilization Comittee to End The War in Vietnam. El New York Times afirmó, según fuentes policiales, que los asistentes se cifraban entre los 100.000 y los 125.000, mientras que los organizadores elevaban el número a los 400.000. Otro ejemplo fue la que tuvo lugar en Washington el 21 de octubre de 1967. En esa ocasión, se congregaron frente al monumento de Lincoln y frente al Pentágono 100.000 personas. Dicho suceso fue muy explotado por la prensa, pues en él se inmortalizó la famosa imagen de las flores en los fusiles de asalto de los militares.


Con este clima de tensión social, los norvietnamitas se lanzaron sobre posiciones norteamericanas como Khe Sanh con 67.000 soldados. Su fracaso en el campo de batalla fue un triunfo al conseguir que el mundo no viera el horror que los comunistas desataron sobre la población civil de Vietnam del Sur. A la par, lograron difundir con apoyo de la propia prensa estadounidense toda una serie de atroces actos cometidos por el Ejército norteamericano y sus aliados del sur, erosionando de esta forma -más si cabe- la imagen que la sociedad occidental tenía del conflicto.


Uno de los sucesos más explotados por la prensa en este punto fue la actuación norteamericana en Hue, la tercera ciudad más importante de Vietnam en tamaño y población. Tras unas sangrientas hostilidades que se extendieron desde el 30 de enero hasta el 27 de febrero, cuando los soldados estadounidenses liberaron la ciudad, estos encontraron una serie de fosas con 5.000 cuerpos de civiles asesinados por los norvietnamitas, que habían sido ejecutados con disparos, apuñalados e, incluso, algunos enterrados vivos. No obstante, esto no fue lo difundido en Estados Unidos. La imagen que más portadas copó fue la tomada por Eddie Addams, fotógrafo de Associated Press, que captó como el jefe de la policía survietnamita, Nguyen Ngoc Loan, ejecutaba de un disparo en la cabeza a un prisionero del Vietcong con las manos atadas. Los medios no explicaron que el reo era en realidad un criminal que acababa de asesinar a una amiga de la familia de Loan, pero usaron la imagen para mostrar la incapacidad de Estados Unidos de controlar a sus aliados, equiparando su sed de sangre con la de sus enemigos comunistas.


La Ofensiva del Tet concluyó el 28 de marzo y el propio general Westmoreland anunció a la prensa la hecatombe militar que había supuesto para Vietnam del Norte. Frente a las, al menos, 50.000 bajas de combatientes norvietnamitas, perecieron 5.000 survietnamitas y menos de 4.000 estadounidenses, que pesaron mucho para la opinión pública de Estados Unidos y que fueron, junto a la brutalidad empleada, el foco de las principales críticas. Además, la información ofrecida por medios como la NBC, Capital Tieline o el New York Times, no solo no difundieron los sucesos reales de la ofensiva, sino que daban a entender que había sido un triunfo contundente de los integrantes del Vietnam comunista que, pese a sufrir decenas de miles de bajas, todavía encontraban personas dispuestas a luchar por su causa.


Vietnam del Norte y el Vietcong estaban ganando en las oficinas de prensa norteamericanas una guerra que estaban perdiendo en las armas. La propaganda explotó episodios como el asesinato de 200 civiles en la ciudad de My Lai por una unidad estadounidense el 16 de marzo de 1968. Todas estas noticias derrotistas, explotadas en conjunción con toda una campaña de fake news, afectaron de tal manera en la sociedad civil que reavivaron todo ese clima antibelicista, influyendo de forma súbita en el Senado y el Congreso de Estados Unidos.

Las imágenes que llegaron al país a través de los más de 600 corresponsales de guerra norteamericanos autorizados mostraban mayoritariamente imágenes de soldados nacionales cayendo en Khe Sanh y en Hue, sin tener en cuenta el daño que estaba haciendo en las filas norvietnamitas. Además, imágenes tan icónicas como la mencionada anteriormente de Eddie Addams, hicieron muchísimo daño a la causa de Vietnam del Sur, llegando a escribir el vicepresidente Ky lo siguiente: “Con el simple clic de una cámara, nuestra lucha por la independencia y la autodeterminación se transformó en la imagen de una ejecución brutal y aparentemente gratuita”.


Toda esta campaña de prensa acabó por debilitar el apoyo ciudadano que Johnson tenía, mermado definitivamente cuando los medios filtraron que se preveía un nuevo envió de 206.000 hombres a Vietnam como respuesta a la petición de Westmoreland. Hasta tal punto llegó la impopularidad del presidente que, el 31 de marzo, declaró ante toda la nación que no volvería a presentarse a las elecciones, especulándose que esta decisión pudo estar motivada por los resultados de la Ofensiva del Tet.


La lección que aprendimos entonces en Vietnam es que la explotación de la propaganda y de las campañas de desinformación de medios de comunicación que ofrecen información sesgada o, como lo llaman ellos, posverdades, pueden incluso decidir el curso de una guerra. Es decir, un conflicto que se está ganando en el campo de batalla, puede perderse en despachos y oficinas.

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