Luchar contra la desertización: Sí se puede (en China y en Arabia)

Luchar contra la desertización: Sí se puede (en China y en Arabia)

China, Arabia Saudí o Israel han demostrado cómo se puede revertir la desertización con tecnología y voluntad política.

Mientras la lucha contra el cambio climático es utilizada como excusa para abogar por el decrecimiento económico y el empobrecimiento colectivo, los ejemplos chino y saudí nos demuestran que, con voluntad política y los medios técnicos apropiados, el ser humano puede y debe mejorar el planeta y el bienestar de las personas y luchas contra la desertización.

En lo que es la culminación de un proyecto gigantesco que ha durado más de 40 años, China completó a finales de noviembre el cinturón verde de 3046 kilómetros que bordea el desierto de Taklaman, en la remota provincia de Xinjiang y que es una de las zonas más áridas del mundo. El objetivo fijado hace 40 años era detener la progresiva expansión de las dunas y luchar contra un desierto que, con la extensión de Alemania, iba haciendo progresivamente inviable en sus confines la actividad humana al eliminar terrenos de cultivo y pastizales. 

En las últimas décadas China ha invertido en proyectos de riego eficiente, reforestación con especies de bajo consumo de agua, cultivos adaptados a cada zona. Y lo ha conseguido gracias al esfuerzo y la tecnología: más de 40 000 pozos, trasvases masivos, almacenamientos y reciclaje de agua, siembra de nubes, tratamiento y fertilización de tierras y, en suma, una gestión inteligente dirigida a revertir la situación desfavorable a la que la naturaleza ha condenado a esa región.

«China ha recuperado una media anual de 30 000 kilómetros cuadrados de cubierta forestal»

Si esto pasase en Europa en general o en España en particular, la existente ley de restauración de la naturaleza impediría cualquier acción que buscase revertir el estado natural del medio ambiente. Y es que esta ley, aprobada por una exigua mayoría en el Parlamento Europeo, es en la práctica una enmienda a la totalidad a miles de años de agricultura, de ganadería y de gestión de la naturaleza. 

Qué diferencia con China que, con intensos y extensos programas de reforestación y ampliación de superficie de cultivo, desde comienzos de siglo, ha recuperado, una media anual de 30 000 kilómetros cuadrados de cubierta forestal y 20 000 kilómetros cuadrados de superficie de cultivo. Sólo en 2023 China repobló casi 4 millones de hectáreas de bosques, además de restaurar 4379 hectáreas de pastizales degradados y recuperar 2 millones de hectáreas de terrenos arenosos y rocosos para el cultivo de secano y de riego.

Por si fuera poco, Pekín está inmerso en otro proyecto aún más ambicioso que espera finalizar en el año 2050 y en el que se concluirá otro cinturón de contención del desierto de El Gobi y en el que se incluyen canales y tuberías de riego que suman más de 15 000 kilómetros. Lo que separa Murcia, una de las zonas más áridas de España, de Asturias, una de las más húmedas, son 850 kilómetros.

«En 2050, China concluirá otro cinturón con canales y tuberías de riego que suman más de 15 000 kilómetros»

El caso de la Península Arábiga es igualmente sorprendente. Sin apenas recursos hídricos propios, con enormes plantas de desalinización y junto a unas redes de transporte, se ha conseguido que el agua pueda ser utilizada para consumo humano, y para uso agrícola e industrial en todo el país. Sin un solo río, Arabía Saudí ha conseguido canalizar un volumen de agua dulce equivalente a 8 veces el caudal del río Ebro a su paso por Zaragoza y todo ello a través de una red de tuberías de transporte de agua con más de 14 000 kilómetros de longitud. Desde la desaladora de Jubail, en el este del país, el agua se transporta a Riyadh, la capital, por una macrotubería de 370 kilómetros de extensión.

Del mismo modo, en el país vecino, Emiratos Árabes Unidos, con dos reactores nucleares dedicados a la desalación, el agua es una cuestión de seguridad nacional y forma parte de una estrategia de Estado para garantizar el acceso a un suministro seguro y económico de la misma que se extienda a todos los rincones del país. Dubái, con más de 3 millones de habitantes, se abastece en un 98% de agua desalada.

«Sin un solo río, Arabia Saudí ha conseguido canalizar un volumen de agua dulce equivalente a 8 veces el caudal del río Ebro»

Y también debemos hablar de otros países como Israel, con un 75% de sus recursos hídricos provenientes de la desalación y en el que los costes asociados a este proceso se han disminuido hasta los 0,40 dólares por litro haciéndolo más económico que el agua corriente en numerosos países de Europa. Un país con un entorno natural extremadamente árido es plenamente autosuficiente y puede exportar agua a sus vecinos además de utilizarla para garantizar caudales ecológicos en ríos y lagos como el de Galilea y en donde el 90% del agua utilizada es reciclada.

Es inevitable, por tanto, caer en la perplejidad y en la frustración cuando comparamos estos casos con el español. Tanto China, Arabia Saudí o Israel, con una naturaleza mucho más hostil y un entorno yermo, demuestran como la tecnología puede revertir la desertificación con voluntad política y visión estratégica para hacer accesible para la población lo que aparentemente es inaccesible. En nuestro país, según datos oficiales, el 74% de la superficie tiene riesgo de desertificación, afectando especialmente al sureste español. Además, en toda la España del interior es necesario hacer viable un aumento sustancial de los recursos hídricos que tan necesarios son para la agricultura, la ganadería y los servicios. 

«En España, el 74% de la superficie tiene riesgo de desertificación»

Esto sólo es posible mediante la comunicación de las cabeceras de cuencas, el reciclaje de aguas residuales, aprovechamiento de las lluvias y, por supuesto, una estrategia ambiciosa de desalación a precios económicos que se desarrolle con un modelo energético que apueste por la abundancia y que garantice una potencia energética masiva, económica y sostenible; un modelo que no puede ser otro que el sostenido por la generación nuclear. 

El volumen de agua desalinizada a nivel mundial crece a un 10% anual y España tiene un digno puesto con las desaladoras del levante y de los sistemas insulares, pero esto no es suficiente. En primer lugar, porque, debido al volumen de su población, a la estructura hidrológica del país y a las características de la economía española, las necesidades de España son mucho más intensas de lo que actualmente se ha previsto. En segundo lugar, porque no puede ser que el agua sea un recurso fragmentado entre taifas territoriales y en donde exista una infrautilización de ésta. Hemos asistido a cómo el Presidente de Andalucía asistía a Bakú para presentar una estrategia específica para Andalucía sin que exista una visión de garantizar un mismo nivel de servicios a todos los españoles. 

«Para desarrollar un proyecto de desalinizadoras, España ha de apostar por un modelo de energía barata sostenido por la generación nuclear»

A la miopía regionalista hemos de sumar los errados posicionamientos presuntamente ambientalistas que abogan por la disminución del consumo y la restricción de recursos para introducirnos en la senda de lo que se denomina «decrecimiento económico» y que es, en la práctica, un empobrecimiento generalizado. 

Lo que se debería hacer es justo lo contrario. El agua debería ser una cuestión estratégica y de prioridad nacional y el incremento de su disponibilidad generalizada debería ser una de las prioridades políticas. España debe retomar los planes de construcción de centrales desaladoras a precio reducido y, por otro lado, avanzar en los trasvases entre cuencas. Los españoles debemos contar con recursos hídricos abundantes que se deben dedicar a los sectores primario, secundario y terciario con objeto de que contribuyan a la prosperidad de toda la economía española. Y esto sólo se puede conseguir mediante unas políticas centralizadas de oferta y aumentando la disponibilidad de recursos para abaratar su coste y hacerlos accesibles.

«España debe retomar los planes de construcción de centrales desaladoras a precio reducido y avanzar en los trasvases entre cuencas»

Los ejemplos los tenemos y, además, nuestra situación de partida es mucho mejor que la de otros países como China, Arabia o Israel. Lo que no sucede allí es que se pretenda, por ejemplo, eliminar embalses que benefician a la población como sucede actualmente en Teruel. 

Como estos países lo demuestran, la clave está en la voluntad política y en la apuesta por fuentes viables y masivas como la energía nuclear. Sólo así podremos afrontar como país el reto de apostar por la abundancia hídrica y el final de las sequías para poder asegurar el suministro y hacerlo frente a las precariedades y escaseces a las que parecen querer condenarnos algunos.

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