«Mueran los tiranos»

«Mueran los tiranos»

Más de 20 años después, las autoridades municipales de Lima han anunciado el regreso de la estatua de Pizarro a la Plaza de Armas

El 18 de enero de 1535, Francisco Pizarro fundó la Ciudad de los Reyes. El domingo 26 de junio de 1541, después escuchar misa en su capilla palaciega, el de Trujillo se retiró a su alcoba, mientras en las calles crecía el grito de los conjurados: «¡Viva el Rey y mueran los tiranos!». El asesinato del conquistador requería de altas dosis de teatralidad. En la puerta de su residencia, Juan Diente, que había manchado su espada con la sangre de un cordero, gritaba: «¡Muerto es el tirano!, ¡muerto es el tirano!». Al escuchar los gritos, Pizarro, que estaba acompañado por su hermano Francisco Martín de Alcántara, cogió sus armas. Al pie de la escalera, la turba abatió a dos de sus criados antes de entrar a la cámara del marqués. En el proceso contra Diego de Almagro el Mozo, así se describió el crimen:

… los unos asieron por los brazos y piernas al dicho marqués y los otros arremetieron a él y le dieron tantas cuchilladas y lanzadas y puñaladas y estocadas que le pasaron el cuerpo por muchas partes y le cortaron cuero y carne y le salió tanta sangre que luego murió naturalmente e al tiempo que el dicho gobernador cayó en el suelo y quería espirar teniendo una cruz que hizo con la mano puesta en la boca pidiendo confesión de sus pecados.
El dicho Juan Rodríguez Barragán como crudelísimo e infernal traydor aviendo sido criado e mayordomo del dicho marqués le dio en la boca e rostro sobre la dicha cruz con una alcarraza llena de agua que tomó y se la quebrantó enzima diciendo «al inferno al inferno os yréis a confesar», del qual golpe así por ser grande la dicha alcarraza como con mucha fuerza dado como por la mucho agua que dentro tenía, el dicho marqués luego acabó despirar…

En medio del desorden que reinaba en la ciudad, los almagristas aclamaron al joven don Diego, al que hicieron subir a un caballo e ir por la ciudad diciendo que «en el Perú no había otro gobernador ni rey sobre él».

«La estatua se regaló a la ciudad de Lima por el IV centenario de la fundación de Lima por Pizarro»

Casi cuatro siglos después de su asesinato, Francisco Pizarro, cuyos restos reposan en la Catedral de Lima, quedó representado por una espléndida estatua ecuestre. Obra del escultor estadounidense Charles Cary Rumsey, regalada a la ciudad por la viuda del escultor con motivo del IV centenario de la fundación de Lima. Se cumplían así los anhelos de Francisco de Echave y Assu, que, en su crónica La estrella de Lima convertida en sol sobre sus tres coronas, comparó a Pizarro con Eneas y le llamó «segundo Rómulo», por fundar la ciudad. El de Guetaria se dolía de la ingratitud de un reino incapaz de «levantar obeliscos, y estatuas, que acuerden a los ojos las glorias de aquel valor invencible, que dueño de un nuevo mundo halló en poca tierra la remuneración de tan católicas fatigas».

De la estatua de Rumsey, atribuida a Pizarro, hay tres copias: la limeña y las que se alzan en Buffalo y su natal Trujillo. Los bronces seguían la estela hispanófila cultivada en un imperio naciente que, como otros, se miraba en sus predecesores. Si los conquistadores españoles se veían como nuevos alejandros o como césares que excedían a los de Roma, en Norteamérica, apagada la propaganda amarillista que envolvió a la Guerra de Cuba, las plumas de Lummis y Prescott, cantaron las glorias de aquellos barbudos.

«El alcalde Luis Gallo Porras consideraba a Pizarro un héroe civilizador»

Sin embargo, puesto que la Historia es un campo de batalla y esta se confecciona, en gran medida, con relatos y reliquias, esta última, la estatua, fue cambiando de emplazamiento, en función de la visión que se ha tenido, fuertemente ideologizada, del conquistador. En un inicio, su emplazamiento en el atrio de la Catedral, durante la alcaldía de Luis Gallo Porras, que consideraba a Pizarro un héroe civilizador, provocó las quejas de la Archidiócesis de Lima. En 1952, la figura fue desplazada al solar que dejó vacío la demolición de la casa de su medio hermano, Francisco Martín de Alcántara. Finalmente, en la madrugada del sábado 26 de abril de 2003, el alcalde Luis Castañeda Lossio, ordenó la retirada del monumento y la reubicación de su estatua, desprovista de su pedestal, en el Parque de la Muralla.

«20 años después, las autoridades de Lima han devuelto la estatua de Pizarro al centro de la ciudad»

Casi 20 años después de tan vergonzoso orillamiento, las autoridades municipales de la capital peruana han anunciado su regreso al centro histórico de la ciudad. De este modo, la figura de Francisco Pizarro se alzará de nuevo en la Plaza de Armas, vacío urbanístico, núcleo de las urbes hispanas, alrededor del cual se levantan las instituciones -catedral, audiencia, palacio, cárcel, mercado- que constituyeron un Imperio, el español, que integró colores y acentos, y sobre cuyos restos, a un lado y otro del Océano, surgió una veintena de naciones soberanas que hablan la lengua de Francisco Pizarro.

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