En Polonia, la izquierda se ha extinguido

Polonia

En las pasadas elecciones polacas, la candidata de izquierdas obtuvo el 4% del voto

Polonia confirma la anormalidad española en Europa: el único gran país donde aún gobierna la izquierda. Es tal el desastre para esta ideología que no sorprende que un impresentable corrupto como Pedro Sánchez desempeñe el cargo de presidente de la Internacional Socialista.

En los países europeos donde se han celebrado elecciones parlamentarias o presidenciales en los últimos meses, como Portugal, Alemania, Austria y Rumanía, el primer partido de izquierdas quedó en tercer lugar. En las dos últimas presidenciales de Francia, celebradas en 2017 y 2022, no hubo candidato de izquierdas en la segunda vuelta, que se libró las dos veces entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen. El hundimiento de socialistas, socialdemócratas, ecologistas, comunistas y similares en Polonia es el mayor del continente.

Los primeros cuatro candidatos, que oscilan entre el centro liberal de Plataforma Cívica, aliada del PP español, a la derecha monárquica de Confederación de la Corona Polaca, que ha tenido un pasmoso 6%, han reunido más de un 80% del voto válido en la primera vuelta. El quinto candidato, Szymon Hołownia, estuvo a punto de ser monje dominico y protestó en 2020 porque un sacerdote le negó la comunión debido a sus opiniones políticas, conducta que podemos comparar con la de varios miembros del PP, que aparentan ser católicos a la vez que atacan la doctrina y el magisterio católicos. La candidata de varios partidos de izquierdas, la senadora Magdalena Biejat, asidua a las manifestaciones a favor de la despenalización del aborto y de los privilegios para los LGTB, quedó séptima, con poco más de un 4%.

Este es el sorprendente panorama político de Polonia, a la que cuarenta años de tiranía comunista y la proximidad a Rusia han vacunado contra el progresismo, sea oriental o sea occidental.

Aparte de la eliminación de la izquierda, el resultado de la segunda vuelta de las presidenciales celebradas el 1 de junio tiene otras interpretaciones. La primera de ellas, la victoria del candidato de las derechas patriotas, el historiador Karol Nawrocki, por encima de Rafał Trzaskowski, el alcalde de Varsovia. Se trata de una derrota para el centrista Donald Tusk, primer ministro desde diciembre de 2023 y antes presidente del Partido Popular Europeo y presidente del Consejo Europeo, pues Trzaskowski, presentado por segunda vez para la jefatura del Estado por la Plataforma Cívica, fue ministro de su gobierno unos meses de 2013 y 2014.

Tusk es tan obediente a Bruselas y a Berlín que, en cuanto accedió al gobierno gracias a los diputados de izquierdas y democristianos, comenzó a perseguir a miembros del anterior gobierno, de Ley y Justicia (PiS), e intentó imponer medidas tan gratas a la oligarquía europeísta como el aborto legal y el adoctrinamiento LGTB. El principal obstáculo que ha encontrado es la presidencia de la república, desempeñada por Andrzej Duda (PiS) desde 2015. Después de las elecciones, Tusk tendrá que convivir con otro presidente igualmente opuesto a sus planes y que dispone de derecho de veto a nombramientos y proyectos de ley y, también, de iniciativa legislativa.

Como en 2020, las elecciones de 2025 se han decidido por un puñado de papeletas. Hace cinco años, Duda venció por unos 425.000 votos; y ahora Nawrocki, un joven profesor de historia de 42 años, impulsor de la memoria histórica, pero de la referida a las matanzas y la opresión comunistas, ha reducido su margen a 370.000. La participación entre ambas convocatorias aumentó en unos tres puntos; y con un 71% se ha acercado al 74% de las parlamentarias de 2023. 

Polonia, como Estados Unidos, Francia y Rumanía, está fragmentada en dos bloques casi idénticos: uno, partidario de la identidad nacional; y otro del globalismo. El triunfo en las urnas depende de un puñado de sufragios o de campañas de bulos, como las que convierten a George Simion, Alice Weidel, Robert Fico y el mismo Nawrocki en «candidatos de Putin».

¿Se puede decir que el tiempo, es decir, el adoctrinamiento en los centros educativos, la propaganda en los medios de comunicación y las ventajas de la sociedad abierta, como los viajes constantes, la multiculturalidad y la inmigración, trabaja en favor del bloque partidario de la disolución nacional? No, más bien ocurre lo contrario. Los menores de 39 años han votado mayoritariamente por Nawrocki; al igual que los mayores de 60 años. Los programas globalistas y centrados atraen, en cambio, a los universitarios de entre 40 y 59 años que viven en ciudades de más de 50.000 habitantes.

Estos datos son más impresionantes en la primera vuelta, del 18 de mayo. El primer candidato de los estudiantes, los ciudadanos de entre 18 y 39 años, los trabajadores y dueños de pymes y los abstencionistas fue Sławomir Mentzen. Con un programa que incluía el sellado de las fronteras, el rechazo al Pacto Verde de la UE, el compromiso de no enviar tropas polacas a Ucrania, el combate contra la ideología izquierdista y la prohibición del aborto, Mentzen recibió 2,9 millones de votos y el tercer puesto. 

Muchos de los dirigentes y militantes del PiS atribuyen su derrota en las elecciones legislativas de 2023 a un anquilosamiento del partido. Sin duda, esa convicción influyó en la designación de Nawrocki, al que se ha intentado denigrar por su pasado de boxeador. En él, y en los otros partidos de la derecha polaca hay propuestas de renovación que pueden usarse para construir una nueva mayoría.

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