Una alternativa en la política alemana

Una alternativa en la política alemana

Tras décadas de buenismo y fanatismo verde, el partido AfD surge como la única alternativa en el panorama político alemán.

Alternativa para Alemania, Alternative für Deutschland o AfD, surgió en 2013 a partir de un grupo de académicos, economistas y empresarios como respuesta a las políticas llevadas a cabo por el gobierno de Angela Merkel. Escandalizados por el rescate a Grecia y su posible extensión a otros países y en medio de una crisis migratoria provocada por la canciller Merkel al acoger miles de refugiados sirios, AfD se configuró como un partido que, por primera vez en la reciente historia alemana, se oponía a los postulados socialdemócratas y abogaba por una vuelta a la soberanía nacional. 

En sus primeras elecciones no logró superar el umbral del 5% de votos necesario para entrar en el Parlamento federal alemán, el Bundestag, y obtuvo un 4,7%. Esto fue visto por la formación como un fracaso, pero, a efectos mediáticos supuso la consolidación de una alternativa, la única en realidad, de carácter nacional. Fue ahí cuando empezó la demonización del partido por parte de los medios de comunicación alemanes y europeos tildándolos de fascistas y acusándolos de alinearse con los postulados nazis, un tema obviamente sensible en Alemania y que se utiliza para acabar con cualquier postulado político sin que pueda mediar debate. Algo así como el concepto de «franquista» en España. 

«AfD abordó cuestiones excluidas de la política como la inmigración, la política energética, el concepto de identidad nacional o el papel de Alemania en la UE»

Como en el caso de otros países, no fue posible que las acusaciones y falsas vinculaciones con el nazismo ocultaran la creciente brecha entre la sociedad alemana y sus políticos representantes. Cuestiones como la inmigración, la política energética, el concepto de identidad nacional o el propio papel de Alemania en Europa eran sistemáticamente excluidas de los debates políticos y acordadas por la decadente clase política en un falso consenso parlamentario que no servía para cerrar el problema.

En sus primeros años, bajo la dirección de Bernd Lucke, un académico con experiencia económica, AfD se centró en un discurso soberanista en cuestiones económicas y fiscales denunciando las políticas poco ortodoxas de países como Grecia, España o Italia que, con sus continuos déficits presupuestarios, obligaban a Alemania a asumir un riesgo en tanto en cuanto socios del euro. El programa de AfD era explotar esa percepción de que el trabajador medio alemán tiene que sufragar los generosos e insostenibles estados del bienestar de países del sur de Europa.

«En un contexto de malestar por la creciente criminalidad, AfD obtuvo en las elecciones de 2017 un 12,6% de los votos, convirtiéndose en el tercer partido más votado»

A partir de 2015, bajo el liderazgo de Frauke Petry, AfD comenzó a adquirir relevancia en la esfera política alemana con un discurso mucho más explícito y contrario a la inmigración. Petry se convirtió en una figura demonizada por los medios de comunicación y AfD era marginado en el ámbito mediático al ser presentado como un partido extremista, xenófobo y ultra. La realidad es que ningún partido de los existentes era capaz de responder a los retos sociales que presentaba la inmigración en materia de seguridad y de integración social y, por mucho que los grandes medios intentaran esconder primero, y maquillar después, las estadísticas oficiales, la criminalidad en Alemania ascendía sin parar y estaba asociada directamente a esos inmigrantes que rechazaban de plano la integración y el respeto a los valores y leyes de la nación de acogida. 

En 2017, precisamente en un contexto de malestar por la creciente criminalidad, AfD consiguió un gran avance en las elecciones federales obteniendo el 12,6% de los votos y convirtiéndose en el tercer partido más grande del Bundestag, siendo además la primera fuerza en muchas de las regiones de la antigua Alemania del Este y atrayendo votantes tradicionales del entorno ideológico de la izquierda: clase trabajadora, desempleados, etc. El resultado supuso una sacudida que, de nuevo, el orden establecido no supo entender. Se optó por el equivalente de la «Alerta antifascista» que declaró Pablo iglesias en España; se encarnizó la ofensiva contra AfD sin ni siquiera reconocer los problemas que motivaban su subida y se tildó a esos votantes de extremistas o de malos ciudadanos. 

«Bajo el liderazgo de Alice Weidel, en las elecciones europeas de 2024 se convirtió en la segunda fuerza más votada, con un 16% de los votos»

Pero esto no hizo otra cosa que reforzar a AfD, que se centró en la oposición frontal y única a la política migratoria de Merkel, la seguridad nacional y la preservación de la identidad cultural alemana. En 2019, en las elecciones europeas, obtuvo el 11% de los votos, reafirmando su posición y en las sucesivas elecciones ha tenido una evolución positiva hasta llegar a ser la segunda fuerza en las elecciones europeas de 2024 con un 16% de los votos. 

AfD es hoy una fuerza en pleno ascenso y su líder, Alice Weidel, una preparada y multilingüe economista, abiertamente lesbiana y con una pareja de Sri Lanka, que cuestiona los prejuicios y las etiquetas que se le puedan achacar al partido. En una reciente entrevista, Weidel manifestó que AfD no es un partido ni siquiera de derechas sino libertario, conservador y focalizado en introducir políticas racionales en Alemania que aseguren la pervivencia de la identidad del país.

«Las políticas del centro y la izquierda alemanas han llevado al país a una situación insostenible: sin fronteras, con más de un millón de inmigrantes adicionales y con un desempleo creciente»

En esta entrevista Weidel dio un repaso a su entrevistador mostrando como los fracasos de las políticas de los últimos 20 años, oscilando entre el centro derecha y la izquierda, han llevado al país a una situación insostenible: un país sin fronteras, con más de un millón de inmigrantes adicionales, un desempleo creciente, una presión fiscal desbocada y una política energética errada que ha llevado a Alemania a cerrar centrales nucleares haciendo inviable la continuidad de sectores industriales y perjudicando la actividad económica. A este respecto, Weidel defendió su propuesta de volver a la energía nuclear y describió como ridículamente absurdo pretender que una economía industrial del tamaño de la alemana se sustente sobre fuentes renovables. ¿No parece bastante familiar todo aplicado a España?

Weidel también aboga por un replanteamiento de la Unión Europea, haciendo perder peso a la burocracia de Bruselas y a la Comisión Europea para privilegiar los acuerdos comerciales y el mercado único además de dotar a las naciones de una capacidad de veto sobre la Comisión Europea a la que, directamente, AfD acusa de desvirtuar el mercado único y de destruir la competitividad de la economía europea en general y de la alemana en particular con decisiones como la prohibición al diésel o a la gasolina.

«AfD, al igual que Meloni en Italia, tiene propuestas sencillas transversales: garantizar el futuro del país, mantener la identidad y la competitividad de Europa»

Lo más llamativo de AfD es que, como en el caso de Italia con Meloni o el de otros países, las propuestas son bastante sencillas y transversales: garantizar un futuro para el país y mantener la identidad y la competitividad de Europa acabando con los falsos consensos que, en las últimas décadas han provocado empobrecimiento, precariedad y una mayor inseguridad que está inevitablemente asociada a una inmigración ilegal descontrolada. 

«Elon Musk ha apoyado públicamente las políticas de AfD para Alemania a través de sus redes sociales»

Elon Musk, tras hacerlo con Donald Trump en Estados Unidos y con Nigel Farage en Gran Bretaña, apoyó públicamente las políticas de AfD para Alemania con un revelador comentario en su red social anunciando que «Sólo las políticas de AfD pueden salvar a Alemania». De esto se hizo eco un artículo de opinión publicado por el influyente periódico Die Welt y en el que, ya sí, tras muchos años, se reconoce que durante mucho tiempo la clase política y los medios han obviado los problemas reales de los ciudadanos.

Y es que, como antes en Italia, Polonia, Hungría y ahora en Alemania, no se puede esperar a que la inacción coordinada de los partidos establecidos o el espejismo de los falsos «pactos de Estado» arreglen los problemas que precisamente esos partidos tradicionales, junto al consenso de los medios de comunicación, han provocado y promovido de forma irresponsable. 

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