Adolescencia: la brecha generacional produce monstruos 

Adolescencia: la brecha generacional produce monstruos 

Netflix nos ofrece una serie técnicamente impecable, pero poblada por padres blandengues y niños crueles abducidos por las pantallas. 

«Qué tranquilidad no ser padre porque se debe pasar muy mal siéndolo», ha dicho el millonario progre Jorge Javier Vázquez tras ver Adolescencia. Y, a lo tonto, ha revelado uno de los objetivos de esta exitosa serie británica: asustar a los blancos para que no tengan hijos, mostrando los escollos de educarlos en la era de internet.

«El guionista y actor, Stephen Graham, aclaró que la serie está inspirada en distintos delitos con arma blanca cometidos por jóvenes en Inglaterra»

Creada por el director Philip Barantini y el actor y guionista Stephen Graham, Adolescencia cuenta la historia de Jamie, un niño de 13 años que es arrestado y acusado de asesinar a una compañera de clase. Según ha aclarado Graham, la serie no está basada en un suceso o persona real, aunque sí inspirada en distintos delitos con arma blanca cometidos por jóvenes en Inglaterra.

«Entre ellos destaca el caso de Hassan Sentamu, un africano que apuñaló a una chica de 15 años, o el de Axel Ruydakubana, que mató a tres niñas»

Entre ellos, destaca el caso de Hassan Sentamu, un africano de 18 años que apuñaló hasta la muerte a una chica de 15. Pero hubo otros casos que inspiraron al guionista, como el de Axel Ruydakubana, un adolescente de 17 años, también negro, que mató a tres niñas de 6, 7 y 9 con un cuchillo de 20 centímetros. Quizá para no desentonar en Netflix, los creadores de Adolescencia transmutaron a estos criminales negros en un niño blanco.

La serie presenta al adolescente moderno como un monstruo ególatra y amoral, un pelele enganchado a las pantallas que se mueve en una galaxia muy alejada de sus padres, ajenos a las derivas de sus hijos dentro y fuera del ciberespacio. La brecha generacional es más profunda que nunca y los padres no saben lidiar con sus propias criaturas.

«En la serie, el protagonista viene a ser un incel, que culpa a las mujeres de su fracaso sexual y las desprecia porque solo valoran el atractivo físico y el dinero»

El padre del asesino afirma que «cuando tenía su edad mi padre me daba un montón de palizas. Y me prometí a mí mismo que cuando fuera padre no lo repetiría. Solo quería ser mejor, pero no lo soy». Y el policía a cargo del caso, le dice a su compañera que su hijo se hace el enfermo para faltar a clase porque «sabe que soy blando».

Tan alejado está el policía del submundo de las redes sociales, que no comprende el motivo del crimen hasta que su hijo le explica los mensajes que víctima y asesino intercambiaron en Instagram: tras darle calabazas, la niña lo tachó de «incel» y él decidió vengarse. El incel viene a ser un «célibe involuntario», que culpa a las mujeres de su fracaso sexual y las desprecia porque solo valoran el atractivo físico y el dinero.

«En Adolescencia hay una fuerte crítica al sistema educativo, cuya decadencia obedece a la imposición de planes de estudios basados en la ingeniería social»

En la serie se menta al influencer Andrew Tate, un kickboxer que declaró que las mujeres deben «asumir su responsabilidad» cuando sufren agresiones sexuales, y se alude a la machosfera, una red de páginas web, foros y blogs que promueven la masculinidad enfatizada y el antifeminismo. Se supone que el asesino frecuentaba estos espacios, donde los jóvenes buscan una hombría que no encuentran en sus padres.

En Adolescencia hay también una fuerte crítica al sistema educativo, cuya decadencia obedece a la imposición de planes de estudios basados en la ingeniería social y la ley del mínimo esfuerzo. Los profesores son seres atemorizados y hastiados que solo quieren sobrevivir a las clases. Cuando hay una pelea en el patio del colegio y un niño cae al suelo ensangrentado, sus compañeros lo azuzan y lo graban con sus smartphones. Una profesora les dice «¡volved a clase y dejad el móvil!», y uno de ellos contesta «¡cállate ya!».

«En la serie, el buenismo y la tecnología han troquelado una generación de seres inmaduros y caprichosos que no sienten respeto por ninguna autoridad»

El buenismo y la tecnología han troquelado una generación de seres inmaduros y caprichosos, que no sienten respeto ni por los profesores, ni por los padres, ni por la policía ni por ningún otro tipo de autoridad. Uno de los agentes le comenta a otro: «¿A ti te parece que alguien esté aprendiendo algo aquí dentro? Parece un puto corral de borregos. Solo ven vídeos en clase y el profesor se escaquea cuando le apetece». Todo lo contrario a los colegios para cachorros de las élites, donde se prohíben las pantallas y solo se usa lápiz y papel. 

La apoteosis de la serie llega en el último capítulo, un ejercicio de pornografía emocional que nos muestra el sufrimiento de los padres del asesino, que recuerdan horrorizados las costumbres de su hijo: «Se encerraba en su cuarto. Llegaba a casa, daba un portazo y subía al ordenador directamente. Tenía la luz encendida hasta muy tarde», dice la madre entre lágrimas.

«Adolescencia es una serie técnicamente perfecta, pero su guión peca de indeciso, oscila entre la progresofobia y el wokismo y exagera los gajes de la paternidad»

Y el padre apunta: «Los críos son así hoy en día, no se puede controlar lo que ven en su cuarto, puede ser porno o qué se yo. Es inútil tenerlos vigilados todo el tiempo». La madre insiste: «A veces pienso que pudimos haberlo parado». Y el padre sentencia: «Estaba en su habitación, creíamos que estaba a salvo, ¿no es normal que lo creyéramos? ¿Qué podía pasarle ahí dentro?».

Que sí, que Adolescencia es una serie técnicamente perfecta, con unos planos secuencia espectaculares y unas interpretaciones soberbias, pero su guión peca de indeciso, oscila entre la progresofobia y el wokismo, y exagera los gajes de la paternidad. Es otra serie sucia y realista, poblada por niños malos y adultos llorones, donde no hay sitio para el heroísmo.

«Adolescencia es otra serie sucia y realista, poblada por niños malos y adultos llorones, donde no hay sitio para el heroísmo»

Para variar, alguien debería hacer una serie sobre Ignacio Echeverría, aquel español blanco y católico que se enfrentó a un terrorista islámico a golpe de monopatín, salvando vidas hasta que lo acuchillaron por la espalda. Siendo una historia tan ejemplar, ¿por qué Netflix no la produce? Solo hay que buscar un actor negro que quiera protagonizarla.

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