Cómo Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos están trabajando por su seguridad

Cómo Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos están trabajando por su seguridad

Mientras en Oriente Medio se apuesta por desalar, por utilizar el agua para la agricultura; en nuestro país seguimos desperdiciándola, derribando presas, vertiendo agua al mar, regalándosela a Portugal en lugar ponerla a disposición de los agricultores.

Pocos lugares en el mundo tienen unos medios naturales tan inhóspitos como los que se encuentran en Oriente Medio: climas desérticos con temperaturas extremas, suelos arenosos infértiles, sin ríos de ningún tipo y con una ausencia casi total de precipitaciones. No es de extrañar que, con esta geografía natural, países como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos hayan tenido una demografía mucho más débil que la de países vecinos como Egipto o Irak, con grandes ríos y terrenos cultivables.

Desde el descubrimiento y explotación del petróleo en los años 30 del siglo pasado, al igual que otros países de la región, Arabia Saudí, Kuwait, Bahréin y, después, Emiratos y Qatar, han vivido una explosión demográfica tanto por crecimiento natural (Arabia Saudí) como por una fuerte inmigración de trabajadores foráneos (Bahréin, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, etc.), que han constituido unas poblaciones cuyo sustento alimentario es gracias a las importaciones de alimentos.

Hace tan sólo 10 años, el 95% de las necesidades alimentarias de Emiratos Árabes Unidos (EAU) se satisfacían mediante las importaciones masivas desde todos los países del mundo. El caso de Arabía Saudí es muy similar. Con una población mayor de 35 millones de habitantes y un enorme territorio, prácticamente árido y desértico, sus importaciones de alimentos suponen aproximadamente el 80% del total de lo que se consume.

Ambos países, como otros de la zona, no tenían aparentemente un problema con esta cuestión. Con las séptimas reservas de hidrocarburos del mundo y con un excedente de su balanza comercial de casi el 30% de su PIB, EAU puede permitirse importar hasta productos de consumo diario desde Europa como el pan o la leche.

Antes incluso de la pandemia y por una cuestión de seguridad, en Emiratos se lanzó un tímido programa experimental apostando por determinados productos diarios y para poder tener una producción propia mínima. Del mismo modo, Arabia Saudí, en su programa nacional Visión 2030, ya incluía a la agricultura como otro sector a desarrollar en su estrategia de diversificación económica. Sin embargo, ha sido la reciente pandemia y las dificultades logísticas que le sucedieron lo que ha supuesto un antes y después en esta región. EAU se ha lanzado a un proceso masivo de inversión en tecnologías punteras atrayendo a empresas biotecnológicas y de gestión de agua.

El reto es extraordinario, con unas poblaciones en crecimiento demográfico continuo, tan sólo 0,5% del territorio de EAU y el 1,5% de Arabía Saudí son cultivables y ambos países tienen en común una carencia endémica de agua. En el caso de EAU, la mayor parte de sus acuíferos subterráneos están agotándose y dependen, en más de un 40%, de agua desalada para el consumo humano.

Las políticas en ambos casos han sido similares. En primer lugar, se ha apostado por un refuerzo de las capacidades de desalación de forma masiva. En el caso de EAU se van a ampliar no sólo estas capacidades sino también, las de transporte y bombeo para llevar el agua a puntos remotos. En el caso de Arabia se aumentará la extracción de los acuíferos subterráneos.

En párelo, y es absolutamente relevante, se va a reforzar la potencia eléctrica dedicada a las cuestiones hídricas. En el caso de EAU, con dos nuevos reactores nucleares recién construidos y otros dos en construcción; en el caso de Arabia, con desaladoras y la utilización de gas. Sin una energía disponible de forma masiva y barata, el coste de la desalación no es viable.

En paralelo, se ha realizado una apuesta por nuevas tecnologías y por una infraestructura adecuada. En el caso de EAU, por ejemplo, se ha invertido en tecnologías marinas para poder convertirse en el líder mundial de producción de algas y principios activos. Arabia Saudí ha extendido las zonas de regadío en los escasos lugares donde existe capacidad para ello y se va a convertir este año en el primer país del mundo en producción de agricultura vertical hidropónica. La mayor granja de agricultura vertical está en Dubái, siendo operada por empresas globales que, con el 10% de la superficie y el 10% del agua, producen lo mismo que la agricultura convencional. En ambos países se ha apostado por una producción de carne propia (bovino y ovino), que se basa en granjas de gran tamaño con altos niveles de automatización y con costes de operación reducidos. Granjas que, con toda probabilidad, serían, como mínimo, cuestionadas y combatidas en Europa.

En definitiva, ante una situación geopolítica incierta, Arabia Saudí y EAU, a pesar de su desfavorable climatología y sus territorios, hasta ahora yermos, han apostado por reducir la dependencia alimentaria del exterior y para ello han puesto en marcha medios tecnológicos, energéticos e hídricos. Una estrategia nacional que apuesta por invertir en tecnología y aumentar las capacidades hídricas mediante recursos energéticos adicionales.

¿Y qué pasa en España? Pues es justo lo contrario. En un entorno mucho más favorable en climatología, con terrenos fértiles y ríos, a diferencia de Arabia o EAU donde se ha de crear el sector primario, en España se ataca desde el poder a la agricultura y a la ganadería; se priorizan las supuestas cuestiones ambientales frente a la viabilidad de la actividad económica y se legisla en contra de facilitar la producción.

Mientras en Oriente Medio se apuesta por desalar, por utilizar el agua dedicándola a lo que da más valor añadido: la agricultura; en nuestro país seguimos desperdiciándola cada día derribando presas, vertiendo agua al mar, regalándosela a Portugal, o generando electricidad para beneficio de las empresas multinacionales en lugar ponerla a disposición de los agricultores, que podrían hacer mucho mejor uso de ella. Siendo uno de los principales productores agrícolas de Europa y bajo la amenaza de la competencia desleal de productos marroquíes, desde el Gobierno se debería apoyar decididamente a la agricultura con estrategias para aumentar el agua disponible, las superficies de riego y aprovechar las ventajas competitivas existentes.

En materia de agricultura, la diferencia fundamental entre estos países desérticos y España no es tanto la situación actual sino la perspectiva y la estrategia a largo plazo; en el caso de Arabia Saudí y Emiratos, ambos cuentan con ambiciosas visiones nacionales centradas en el interés de sus países; en el otro sufrimos a unos políticos que apoyan el desmantelamiento de la producción agrícola y que -incomprensiblemente- trabajan contra el interés de sus representados.

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