El informe Draghi: Una oportunidad perdida para la competitividad europea

El informe Draghi: Una oportunidad perdida para la competitividad europea

El problema de este informe es que, aún haciendo un diagnóstico que podría ser válido, el autor receta el mismo remedio que nos ha sumido en la enfermedad: deuda, regulaciones, intervención política, impuestos y, en definitiva, las mismas actuaciones políticas que en las últimas décadas han resultado ser un gran fracaso.

El reciente informe presentado a la Comisión Europea por el exgobernador del Banco Central Europeo, Mario Draghi, nos muestra un diagnóstico lúgubre para la economía europea: Europa muestra un retroceso económico continuo frente a Estados Unidos o China desde hace décadas y esto se consolida y acelera desde el final de la década de los 90.

Una demografía en retroceso con algunos países, como el nuestro, al borde del precipicio demográfico, una continua pérdida de capacidad industrial, de innovación tecnológica y unas economías esclerotizadas con burocracia y complejos y desincentivadores esquemas fiscales.

Lo trágico de este informe es que para mitigar esta situación y volver a la senda del crecimiento el informe Draghi prescribe las políticas convencionales que nos han llevado hasta aquí y que se basan en millonarias inversiones que canalizarán los estados europeos a través de grandes corporaciones y que derivarán en más deuda, más impuestos a la clase media y más enriquecimiento para unas pocas empresas afortunadas.

Iniciativas como las de RepowerEU, el Pacto Verde, etc. lo que han conseguido es un endeudamiento millonario financiado por el Banco Central Europeo y que, bajo el paraguas de “políticas ambientales para luchas contra el cambio climático”, están suponiendo implantar un modelo de transferencia de rentas a grandes grupos industriales.

Más deuda, eurobonos, inversiones públicas, agencias, más políticas verdes…. Más de 800.000 millones de euros que van a ser gestionados por agencias, comisiones, programas dirigidos por políticos y que van a suponer una losa sobre las sociedades europeas a las que se les coaccionará por vías legales para que canalicen sus ahorros en la dirección correcta para financiar lo que dicte la elite bruselense.

El informe tiene la dudosa virtud de hacer unos malabarismos ideológicos que son sólo aceptables de un político propio de la élite europea que es lo que es Draghi. Al mismo tiempo que nos recuerda el vínculo entre la innovación y la prosperidad a la que eufemísticamente se la denomina “el modelo social europeo”, la defensa de la iniciativa privada, del emprendimiento y las referencias a la competitividad son abstractas e implícitamente negativas. Es algo del capitalismo. La UE quiere ser idealista y se ha de centrar en temas sociales, en la ecología y en la “calidad de vida”, no tanto en la competitividad.

Pero lo evidente es que Europa, España en lo que nos afecta, no podrá mantener un modelo social insostenible si no es con un aumento espectacular de la productividad. Y aunque no lo dice Draghi, esto no se va a poder llevar a cabo en un entorno de represión fiscal. El informe erra tanto en el diagnóstico
como en el remedio.

En el diagnóstico porque los únicos responsables de la situación en la que se encuentra Europa somos los europeos al haber entregado paulatinamente la soberanía y la capacidad de acción política e industrial a un ente supranacional como Europa. Europa es responsable de haber generado una maraña de normas, regulaciones cada vez más restrictivas e imposibles de cumplir que son posteriormente traspuestas y ejecutadas por los despóticos gobiernos de turno gestionados normalmente por socialistas de todos los partidos. El resultado es haber erosionado hasta el límite a las pequeñas empresas, arrasar al pequeño comercio, destrozar el ámbito rural y agrario al promocionar un modelo económico sin competitividad y donde la economía de escala sea el único factor de supervivencia.

No son solo producto de un gobierno descontrolado. También son producto de una mentalidad, un modelo mental que se ha ido arraigando gracias a los medios y a la hegemonía de la izquierda: el de la hostilidad hacia la prosperidad y el progreso e incluso la celebración de un regreso a la naturaleza y el decrecimiento. Querer tener competitividad, pero promocionar la semana de 36 horas o 4 días laborales. Querer tener innovación, pero impedir la inversión privada. El circulo cuadrado. Las irrealidades e incumplibles promesas socialistas refinadas y en idioma inglés. Apenas referencia al ahorro, a la necesaria rentabilidad a la competencia como fuente de innovación y de mejora de la oferta.

Y qué decir de la solución. A una Europa en plena decadencia por estas políticas se le receta… más planes, más gasto público; pero, eso sí, esta vez superando todo lo anterior, mutualizando la deuda de todos los países y directamente convirtiendo a los tecnócratas europeos en árbitros de la política económica que podrán plantear gigantescos programas de subsidios a empresas sostenibles y que inviertan en la economía verde.

¿Dónde se habla de favorecer la iniciativa privada? ¿De incentivar el emprendimiento, el riesgo, los mercados, la competencia? Si se compara Europa con Estados Unidos, con China, se ha de analizar por qué estos países tienen unos entornos económicos mucho más dinámicos. Pero el informe omite otras comparativas. Draghi podría haber visto como entornos económicos muy distantes como Singapur, Dubái u otros países están consiguiendo atraer capitales, inversiones y actividad económica que están saliendo, huyendo, mejor dicho, de una Europa represiva. Es en estos países donde habría que fijarse y examinar el sistema emprendedor, las políticas fiscales y como el modelo de prosperidad y el propio modelo social incentivan justo lo que se combate y se penaliza en Europa.

Como decíamos, es necesario ser de la casta política europea, o sea, un caradura profesional, para elogiar los efectos: crecimiento, prosperidad, competitividad, rentas altas; para luego criticar esas causas: competencia, economías de oferta, fiscalidad baja, ahorro, inversión privada, desregulación, etc. El propio informe fracasa en su propósito cuando identifica el exceso de regulación como una de las causas del declive europeo, pero luego promueve unas políticas de gasto masivo que necesariamente van a tener que desarrollarse con unas políticas que exigirán mucha más intervención, control y normativa.

En definitiva, el problema es que este informe defiende las causas que provocan los efectos que dice combatir y obvia lo principal: la receta es mucho más clara y mucho más dolorosa. A un toxicómano no le conviene la metadona. Le conviene sufrir el síndrome de abstinencia y desengancharse de lo que tanto mal le hace. A Europa, a España, lo que le hace falta es un cambio de paradigma, favorecer el ahorro, la inversión, la actividad económica, liberalizar el mercado de trabajo, favorecer la contratación al eliminar las trabas para el despido, proteger la propiedad y la iniciativa privada y apostar por un sistema fiscal que permita que el talento y el emprendimiento puedan ser sostenibles. La suma de 800.000 millones de euros no va a mejorar lo que tenemos, nos va a sumir en una sima a la que condenaremos a las próximas generaciones.

Este informe y estas políticas no van a solucionar nada. Europa, con o sin el plan Draghi, va a seguir en una senda decadente y si queremos salir de esta espiral la solución no va a venir de la casta europea, de los Von der Leyen o Borrelles. Serán las clases medias las que con su voto dejen de apoyar las mismas políticas de fracaso que se han consolidado como axiomas en las últimas décadas.

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