El plan de Meloni para recuperar la soberanía energética. Lecciones para España

El plan de Meloni para recuperar la soberanía energética. Lecciones para España

Meloni ha iniciado un viraje estratégico para que Italia recupere una posición de liderazgo y centralidad en el Mediterráneo y que le permita diversificar sus fuentes de suministro energético. Con una política energética y exterior alineadas y con un principio de soberanía e interés nacional, Italia representa todo aquello de lo que nuestro país adolece: una política nacional propia que vele por sus intereses económicos y políticos.

España e Italia comparten muchas cosas y una de ellas es el haber tenido durante las últimas décadas unas políticas energéticas desastrosas, que han supuesto en ambos países unos grados elevadísimos de dependencia energética del exterior y unos niveles de precios de los productos energéticos que han socavado la competitividad de sus economías. Sin embargo, en el caso de Italia, este panorama está experimentando un giro radical gracias a la visión audaz del gobierno de Giorgia Meloni.

Meloni ha recuperado el llamado “Plan Mattei”, una estrategia concebida a finales de 1950 para avanzar en la independencia energética y la diversificación de las fuentes de suministro para Italia. El plan recibe el nombre de Enrico Mattei, un político soberanista que fundó la empresa nacional ENI y desafió el monopolio de las grandes compañías petrolíferas mundiales, las «Siete Hermanas«, al apostar por una visión nacional de la energía, desarrollar la capacidad de extracción de hidrocarburos en las costas italianas y, sobre todo, al establecer acuerdos directos con los países en desarrollo productores de petróleo. Al frente de ENI, Mattei firmó con Libia acuerdos bilaterales ofreciendo un reparto más equitativo de los beneficios del petróleo (hasta el 75% de los márgenes) en un claro contraste con las condiciones de las compañías anglosajonas o de Francia en Oriente Medio. Italia ofrecía además formación técnica, intercambios científicos y cooperación comercial.  Gracias a esta política y a través de su empresa pública, Italia consiguió concesiones petrolíferas y gasísticas en Irán, Túnez o Egipto y desarrolló una gigantesca flota de petroleros. Mattei promovió también la energía nuclear e impulsó la construcción de la central más grande de Europa en aquel momento. Para sorpresa de Estados Unidos y de otros países europeos, en muy poco tiempo Italia se convirtió en una potencia energética y el socio preferente de los países árabes, extendiendo la influencia italiana en política exterior en todo el Mediterráneo a costa de Francia. Por desgracia, aún envuelta en misterio, la muerte de Mattei en 1962 por una bomba en un vuelo privado, supuso el inicio del fin de esta política para Italia.

Desde entonces la política energética italiana ha adolecido de una falta de visión a largo plazo que se consagró con el referéndum sobre la energía nuclear en 1989, en el que todo el espectro político de izquierda a derecha se conjuró para renunciar a esta energía y provocar lo que se ha llamado “el suicidio energético italiano”. Desde esta fecha la dependencia energética de Italia ha aumentado significativamente y el país transalpino se ha convertido en plenamente dependiente de Francia en lo que respecta al suministro eléctrico y, según datos de Eurostat en 2020, Italia importó el 95% de su gas natural, principalmente de Rusia, Argelia y Libia. Esta dependencia ha tenido implicaciones significativas para la economía italiana y ha planteado desafíos para la seguridad energética del país.

Es en este contexto en el que la visión de Meloni, que incorpora los elementos del Plan Mattei, adquiere tanta relevancia. En primer lugar, busca diversificar las fuentes de suministro energético de Italia y reducir su dependencia de las importaciones asumiendo que la energía es una cuestión prioritaria para la soberanía y seguridad nacionales frente a cuestiones como el llamado “cambio climático” o la “descarbonización”. En segundo lugar, la geopolítica también juega un papel crucial en esta visión. Italia, situada en el corazón del Mediterráneo, tiene una privilegiada posición estratégica que Meloni, como Mattei en su día, quiere aprovechar, buscando el fortalecimiento de las relaciones con los países del norte de África y especialmente con Túnez, Libia y Argelia mediante la construcción y ampliación de capacidad de los gaseoductos. Roma ha aprovechado su posición en la Unión Europea para obtener fondos de ayuda al desarrollo para todo el Magreb en materias como el desarrollo económico, la lucha contra la inmigración ilegal y ha destinado partidas para fomentar la cooperación en defensa y también apostando por un marco de estabilidad y de creación de prosperidad en el norte de África como forma de garantizar la seguridad nacional.

Meloni ha iniciado un viraje estratégico para que Italia recupere una posición de liderazgo y centralidad en el Mediterráneo y que le permita diversificar sus fuentes de suministro energético. Con una política energética y exterior alineadas y con un principio de soberanía e interés nacional, Italia representa todo aquello de lo que nuestro país adolece: una política nacional propia que vele por sus intereses económicos y políticos.

En efecto, para España, estas políticas ofrecerían un modelo a seguir si se tuviera un gobierno decente que apostase por el interés nacional y no por las entelequias medioambientales. España, con mucho mejor punto de partida que Italia en la década de los 80, ha seguido políticas erráticas en el ámbito energético y hoy sigue apostando por un modelo energético que, tarde o temprano, será un estrepitoso fracaso y que condenará a nuestro país a la precariedad con inseguridad de suministro y precios elevados. Eso sí, con una huella de carbono muy baja.

España también tuvo sus “Mattei” y en la década de los 60 y 70 se apostó por unas infraestructuras de generación eléctrica de alta capacidad. Fruto de entonces y gracias a patriotas como el contraalmirante Otero Navascués, padre del programa atómico español, hoy nuestro país cuenta con grandes centrales hidroeléctricas y las siempre esenciales centrales nucleares. Siguiendo el ejemplo de Mattei entonces y de Meloni hoy, España debería buscar diversificar sus fuentes de energía, apostar por la explotación de sus recursos y establecer acuerdos directos con los países productores de nuestro entorno, en especial apostando por una relación especial con Argelia frente a Marruecos.

Para lograr esto, España necesita una política energética audaz y pragmática y, sobre todo, unos políticos que se preocupen por el interés de la economía española y que vean en la independencia energética una cuestión prioritaria de soberanía y seguridad nacional.

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