La huella borrada de España en Marruecos y el Sáhara

La huella borrada de España en Marruecos y el Sáhara

Se han cumplido 90 años de la incorporación de Ifni a España. Ahora, el legado español allí ha sido olvidado por los nacionales y borrado por los marroquíes.

Cuando España perdió todas sus posesiones en América y Asia, le quedó África. Fueron territorios mucho más pequeños que los que tenían otras potencias europeas, pero en ellos vivieron miles de españoles y el último en abandonarse (de tan mala manera que sigue pendiente de descolonización) fue el Sáhara Occidental, que llegó a constituir la mayor provincia española, con una extensión de más de 260.000 kilómetros cuadrados.

Salvo Guinea Ecuatorial, convertida en 1968 en una república independiente, el resto de los territorios han acabado bajo soberanía marroquí. En unos casos porque correspondían al protectorado que, de acuerdo con la comunidad internacional de principios del siglo XX, Francia y España desempeñaron para beneficio de los sultanes alauitas. Y, en otros casos, porque Marruecos se hizo con ellos, como Ifni y el Sáhara.

Acaba de cumplirse el nonagésimo aniversario de la incorporación de Ifni a España. Es una ocasión para conocer qué queda de esa España africana, olvidada por los españoles y borrada por los marroquíes.  Viajemos de norte a sur.

En Tánger, ciudad con estatuto de internacionalidad hasta 1956, la comunidad extranjera más numerosa fue la española. Para atenderla, la Administración construyó varios edificios: un consulado, un hospital, una residencia de estudiantes (reconvertida ahora en la sede del Instituto Cervantes), un colegio y un instituto de secundaria.

También los particulares construyeron edificios en Tánger, como el Gran Teatro Cervantes, con unas 1.400 butacas de capacidad, el mayor de África del norte. Se inauguró en 1914 y el Estado lo compró en los años 20. Los distintos Gobiernos españoles se limitaron a pagar unas obras de emergencia para evitar su derrumbe. En 2006, los Ministerios de Cultura de ambos reinos firmaron un convenio para destinarle a usos culturales, que incumplieron. Por fin, en marzo de 2023, el Gobierno de Sánchez traspasó la propiedad al marroquí, en cumplimiento de otro convenio firmado en 2019.

Los ejércitos europeos sufrieron derrotas en África, pero la de Annual (1921), causada por los rifeños a los españoles, fue la mayor de ellas. Desde la guerra de 1859-1860 hay varios cementerios en suelo marroquí donde reposan soldados españoles. La Fundación Indortes trata de cuidarlos y de trasladar los restos humanos a mejores lugares, con la colaboración de la Administración española, como ha hecho en Tetuán.

En 2021, el Ejército de Tierra trasladó una cincuentena de tumbas de marinos y soldados españoles en la isla de Alhucemas y el peñón de Vélez de la Gomera al cementerio de la Purísima Concepción de Melilla.

Sidi-Ifni fue una ciudad sitiada durante más de diez años (1958-1969), abastecida por aire y por mar. Fue el escenario también de la última guerra española. De ella se ha retirado casi toda huella española, pero no sólo por la inquina marroquí, sino por la desidia nacional.

El edificio de la Pagaduría Militar, inaugurado en 1938, y luego convertido en consulado español, está cerrado desde que el Ministerio de Asuntos Exteriores trasladó las funciones que cumplía al consulado de Agadir. Aparece en la lista de edificios patrimonio cultural de Marruecos, pero ninguna Administración lo cuida. Sus ventanas están tapiadas y cerrada la reja que lo rodea.

Desde hace décadas, la plaza de España de Sidi-Ifni recibe el nombre de plaza de Hassán II, en honor al monarca que incorporó la ciudad a su reino. De un pedestal que había en su centro, se retiró el busto del coronel Oswaldo Capaz Montes, el militar que dirigió la ocupación efectiva del territorio en 1934.

Más al sur se encuentra la verdadera torre de Santa Cruz de Mar Pequeña, en la laguna litoral de Naila, en Tarfaya, cuyos cimientos se descubrieron y, luego, la arena volvió a cubrir. Existe desde 2017 un convenio entre el Gobierno autonómico de Canarias y Marruecos para recuperarlos, pero apenas se ha hecho algo.

En El Aaiún, antigua capital del Sáhara Español, se mantiene abierta la catedral de San Francisco de Asís, levantada en 1954 por el arquitecto Diego Méndez, autor del diseño del Valle de los Caídos. Depende de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Había otras iglesias en el territorio, en La Güera, al sur, y en el puerto de la ciudad, El Marsa, pero han sido demolidas.

Junto a la catedral, se levanta el Casino Español, que tenía un salón de baile y otro para actos y exhibición de películas, con butacas. Hoy lo emplea la Depositaría de bienes del Estado español en el Sáhara. Demasiado espacio para una función minúscula.

El parador nacional de turismo, inaugurado en 1968, estuvo a punto de ser el escenario de un atentado con explosivos cometido por militares españoles contra los jefes de las fuerzas de ocupación marroquíes en las semanas anteriores al abandono definitivo de la provincia, en febrero de 1976. Se mantiene como hotel, cuyos propietarios lo presentan como el mejor de la ciudad, de unos 200.000 habitantes.

Villa Cisneros (Dajla desde la ocupación marroquí), la segunda ciudad del Sáhara, fue al principio de la colonización española un fuerte cercano a la costa, al que luego se le añadió una pista de aterrizaje. Una noche, las luces del fuerte sirvieron de faro al piloto francés Antoine de Saint-Exupéry y, que se había perdido en uno de los vuelos que realizaba para la empresa Latécoère.

Las autoridades marroquíes derribaron el fuerte, que era el edificio más antiguo del Sáhara, en 2004. No se trató únicamente de un deseo de Rabat de borrar la huella de España, sino también de eliminar el patrimonio cultural e histórico de los nativos, como denunciaron los saharauis.

Aquí se encuentra la otra iglesia que se mantiene abierta al culto católico, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen. La atienden los mismos sacerdotes que la catedral de El Aaiún, a más de 500 kilómetros de distancia. Iba a ser demolida a la vez que el fuerte, pero las protestas, encabezadas por un saharaui, lo impidieron.

La memoria histórica no alcanza a las obras de España en África. Seguramente porque hablan de un pasado que no se puede manipular para el odio.

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