Una Europa paralizada frente a un nuevo y pujante Oriente Medio

Una Europa paralizada frente a un nuevo y pujante Oriente Medio

La primera reunión entre la UE y Oriente Medio ha puesto de manifiesto hasta qué punto Europa va hacía la irrelevancia internacional en un mundo cada vez más complejo.

Sin mucha relevancia mediática, el pasado 16 de octubre se celebró la primera cumbre entre la UE y el Consejo de Cooperación del Golfo (GCC). Un grupo de países que agrupa a las principales economías árabes sunitas de la región: Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Catar, Kuwait, Omán y Bahréin. Allí se constató la realidad de una Europa paralizada frente a Oriente Medio.

Los temas tratados fueron varios: la seguridad energética, el comercio global, las cuestiones medioambientales y la común preocupación por la situación actual de una región convulsa en Oriente Medio con conflictos en Palestina, Líbano y con la sombra de un Irán que se acerca paulatinamente al club de países con armamento nuclear para preocupación no sólo de Israel, sino de todos los países árabes sunitas de la región.

Pero lo más importante es de lo que no se habló. Desde hace ya más de dos décadas, las economías del Golfo están creciendo muy por encima de la de los países de la Unión Europea. Y, lo que es más importante, este crecimiento se está produciendo con una menor dependencia del petróleo o de productos energéticos.

Crecimiento de las economías de UE frente a los países del Golfo (GCC)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Banco Mundial.

Mientras los países del Golfo siguen políticas pragmáticas, atrayendo inversiones y diversificando la economía, la Unión Europea se focaliza en penalizar el ahorro, elevar la fiscalidad de forma generalizada y supeditar cualquier política económica a una hipócrita y absurda política medioambiental que se ha traducido en desastrosas consecuencias industriales por culpa, entre otras cosas, de los costes energéticos.

Si la última década ha visto como todos los países del Golfo, sin excepción, han reorientado sus economías para dar un mayor peso a Asia, y especialmente a la India y China, los últimos años han visto como existe una progresiva distancia con Occidente que cristaliza en un acercamiento cada vez más intenso al bloque de los BRICS liderado por China quien, por sí sola, supone el 20% de las exportaciones de productos energéticos de los países GCC. En 2030 se espera que la India sea el mayor consumidor de productos petrolíferos del mundo y que las exportaciones de gas hacía Asia se intensifiquen.

La relación de los países del Golfo con otros países de Asia, especialmente con China e India, se ha traducido en inversiones multimillonarias recíprocas apoyándose en empresas controladas por el Estado que en sectores industriales y energéticos buscan sinergias con una política mucho más pragmática que, a diferencia de la Europa, busca resultados concretos en términos de rédito económico y no medioambiental.

También en los últimos años y como consecuencia de los llamados «Acuerdos de Abraham», los países del Golfo han ido acercando posiciones para una normalización de la situación de Oriente Medio en la que se privilegie un proyecto de paz frente a una relación de conflicto permanente.

En lo que respecta a Rusia, el alineamiento no es tal. Desde el inicio de la guerra de Ucrania, la posición de los países GCC ha diferido sensiblemente de los criterios europeos o norteamericanos; de nuevo guiados por un pragmatismo económico, todos los países de la zona han optado por una neutralidad que les ha convertido en polos de atracción de las inversiones y del turismo rusos. Las sanciones europeas a los productos energéticos rusos han provocado una migración de profesionales de los sectores energéticos para poder trabajar en Dubái en lugar de en Londres o Ginebra. Y es que estos bloqueos comerciales a Rusia han acelerado el establecimiento de canales comerciales ajenos a Occidente en general y a la UE en particular que, a largo plazo van a suponer una pérdida de competitividad y del acceso a mercados clave.

A pesar de la pomposidad y de la apariencia, Europa pierde tristemente relevancia demográfica y económicamente en un mundo cada vez más multipolar. En lugar de buscar una senda de innovación y de prosperidad económica. Nuestro continente se sume paulatinamente en un inmovilismo ambientalista y en un terror fiscal que le está haciendo perder competitividad y relevancia internacional.

El hecho de que tanto Emiratos Árabes como Arabia Saudí valoren sumarse a la iniciativa de los BRIC implica un cambio político sin precedentes. También es una muestra de que el mundo hacía el que nos dirigimos no es el diseñado desde las moquetas de Bruselas con palabras como sostenibilidad o neutralidad de carbono.

¿Y qué hay de España? Pues, por desgracia, desde que el Gobierno de Zapatero sumió a nuestro país en la nimiedad internacional en materia de relaciones exteriores con esa grotesca entelequia de la Alianza de las Civilizaciones, España no ha tenido una política internacional digna de tal nombre en las últimas dos décadas. Y es lamentable porque, con un intercambio comercial de cerca de los 10.000 millones de euros con Oriente Medio, nuestro país podría aprovechar su situación geográfica y su cercanía cultural y económica con Hispanoamérica para atraer inversiones y turismo. La reciente inversión saudí en Telefónica con una participación del actor gubernamental STC adquiriendo hasta un 10% de su capital o la presencia de empresas de Emiratos Árabes (Cepsa) o Qatar (Iberdrola, Iberia) muestra hasta qué punto existe un potencial en el que se debería trabajar. Es cierto que ha habido acciones exitosas como la construcción y operación de la línea de alta velocidad Medina-Meca en Arabia Saudí, pero, por desgracia, España se encuentra a muchísima distancia de otros países europeos en lo que respecta a una presencia activa en el ámbito económico en la región.

España debe apostar por ser parte activa en la interlocución con esta región estratégica. Y junto con sus socios europeos, trabajar por la seguridad energética y estrechar los lazos económicos con una región que es ya de las más dinámicas del planeta.

Y lo que España debería hacer es aprender de lo que funciona y lo que no funciona. Ciudades como Dubái o Doha son polos de atracción de inversiones y de turismo. Y ello no se consigue penalizando al inversor, introduciendo inseguridad jurídica o con las políticas anti desarrollistas de las caceroladas y de la escasez.

La próxima cumbre entre la UE y los países GCC se celebrará en Arabia Saudí en 2026. Ojalá que para entonces hayan cambiado muchas cosas en España y en Europa.

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