Italia y España: las raíces de un conservadurismo ‘latino’

Italia y España: las raíces de un conservadurismo ‘latino’

La religión católica, y el conjunto de valores que representa, son uno de los elementos clave de un conservadurismo de origen latino.

Entre las diferentes almas del conservadurismo europeo, y a pesar de los rasgos distintivos de cada uno de los contextos nacionales, son muy numerosos los puntos en común entre conservadurismo español e italiano. Podríamos hablar de un conservadurismo de base latina caracterizado por algunos puntos clave que constituyen un puente perfecto entre España e Italia. En la base no solo están unas raíces cristianas comunes que representan una herencia que comparte toda Europa (aunque haya quien quiera olvidarlas o incluso borrarlas), sino también una identidad católica común.

La religión católica, y el conjunto de valores que representa, son uno de los elementos clave de un conservadurismo de origen latino. La importancia de la familia, la defensa de la vida, el sentido de comunidad son motivos típicamente conservadores. Así como -además- el concepto de nación: aunque España es una monarquía e Italia una república -las dos parlamentarias-, la preservación de la nación es un elemento fundamental en la concepción de los conservadores. Esto no significa una confrontación con Europa o la negación de los valores europeos comunes. Más bien pone de manifiesto la existencia de una identidad nacional que se expresa, en el caso español, en el concepto de hispanidad y en el italiano de italianidad.

Pero hay un elemento adicional que une a ambos países: los rasgos territoriales individuales. A pesar de que durante siglos, España se ha mantenido como un estado unitario bajo la Corona, en ella conviven diversas sensibilidades territoriales. Lo mismo ocurre en Italia, el “país de los mil campanarios”, que desde el colapso del Imperio Romano hasta 1861, el año de la unificación de Italia, se dividió en muy diversos gobiernos. El sur de Italia estuvo gobernado durante siglos por los Borbones, quienes contribuyeron sin lugar a dudas a moldear la mentalidad y el sentir propios del pueblo meridional. Sin embargo, tanto en Italia como en España las identidades territoriales forman parte de un todo mayor que es la nación. Pensar en una independencia política de los territorios significaría debilitar y fragmentar la unidad nacional que, muy al contrario, debe preservarse a toda costa.

Entre los principales pensadores conservadores españoles, hay que mencionar a Juan Donoso Cortés, el autor del Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, que sostiene que la monarquía parlamentaria es la mejor forma de gobierno. Donoso Cortés critica las derivaciones del socialismo y el liberalismo, y considera que la Revolución Francesa es el inicio de los problemas de la era moderna. Por otro lado, la crítica a la Revolución Francesa está en la base del conservadurismo, tal y como explica Edmund Burke en su famoso libro Reflexiones sobre la Revolución Francesa, pero hay una gran diferencia entre el punto de vista de Burke y el de Donoso Cortés y de los contrarrevolucionarios italianos, una diferencia derivada del enfoque católico de su pensamiento.

El pensamiento contrarrevolucionario se desarrolló en Italia desde los primeros años posteriores a la Revolución Francesa y se materializó gracias a varios autores, filósofos, pensadores conservadores con una intensa conexión con el mundo católico. La reacción a la Revolución Francesa se produce con el nacimiento de movimientos y asociaciones que funcionan como centros de ideas contrarrevolucionarias. El mundo católico tradicional tiene un papel primordial con la asociación secreta “Amistad Cristiana”, surgida en Turín y dirigida desde 1798 por el sacerdote Pio Brunone Lanteri, autor de una treintena de textos con críticos con las ideas revolucionarias. También gracias a la influencia de autores como De Bonald, Lamennais y De Maistre, se difunde en Italia un pensamiento en defensa de la tradición y crítico de la revolución y la Ilustración. Entre los principales exponentes, cabe mencionar a Antonio Capece Minutolo, príncipe de Canosa y referente en la época de la Restauración, Clemente Solaro della Margarita, piamontés y uno de los principales oponentes de Cavour, Monaldo Leopardi, padre de Giacomo Leopardi, el más importante poeta italiano, y autor de varias obras, incluida su Autobiografía en la que sintetiza sus propias ideas contrarrevolucionarias. Otras dos figuras importantes, ambos fundadores de la revista Civiltà cattolica son Luigi Taparelli D’Azeglio y Antonio Bresciani.

La evolución de la crítica a la Revolución Francesa en la época contemporánea se concreta en la oposición a 1968, otro año clave para la subversión de valores e ideales de los que se siente próximo el mundo conservador, como explica uno de los principales filósofos católicos del siglo XX, Augusto del Noce,autor de obras como El suicidio de la revolución u ¿Ocaso o eclipse de los valores tradicionales? En el libro La crítica de la revolución en el pensamiento de Augusto Del Noce, Roberto De Mattei profundiza en la crítica a la idea de revolución plasmada en los textos del filósofo italiano, quien subraya la perennidad de los valores tradicionales sin negar, aun así, la posible recuperación de la modernidad -a diferencia de lo que hacen los tradicionalistas.

Existen numerosos puntos en común entre dos de los principales pensadores conservadores españoles e italianos del siglo XX (ambos nacidos a finales del siglo XIX), George Santayana y Giuseppe Prezzolini. Incluso si Santayana se convierte en un norteamericano de adopción, conservará la ciudadanía española y su catolicismo se deriva de la tradición latina que sustenta su formación. Para comprender la importancia de su pensamiento, basta con decir que Russell Kirk, autor del famoso libro La mente conservadora, publica la primera edición con el epígrafe De Burke a Santayana, aunque luego lo cambia por De Burke a Eliot.

En sus obras, Santayana se mantiene fiel al enfoque católico y se opone al individualismo romántico, al igualitarismo y al liberalismo sin límites propios del clima ideológico de Estados Unidos y Occidente, tal y como se refleja en su novela de 1936, El último puritano.

Si Santayana es el puente entre el conservadurismo español y el norteamericano, otro tanto ocurre con Giuseppe Prezzolini entre Italia y Estados Unidos. Prezzolini, autor de importantes libros como Manifiesto de los Conservadores y Entrevista a la derecha, y escribió una biografía muy popular de Maquiavelo.

Claro está que Prezzolini, habiendo vivido muchos años en Estados Unidos y habiendo enseñado en la Universidad de Columbia, en Nueva York, está considerablemente influido, en forma de ser y de pensar, por el mundo norteamericano. Pero sus orígenes “vociane” (de la revista La Voce), la extraordinaria experiencia del “Leonardo en los primeros años del siglo, la amistad con Papini y con Soffici, así como la colaboración con Vallecchi en Florencia a principios del siglo XX, son signos distintivos del autor del Manifiesto de los Conservadores.

Hoy en día, el desafío al que nos enfrentamos es continuar preservando la conexión entre nuestras naciones, tanto desde el punto de vista político como cultural. El conservadurismo puede ofrecer no solo las herramientas adecuadas sino también la base de los valores que nos sirvan para construir un eje latino dentro de Europa, en el que Italia y España puedan desempeñar un papel protagonista en la defensa de los valores cristianos, la identidad nacional y europea, de la familia, de la natalidad y de un conservadurismo verde, alternativo al de Greta Thunberg.

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20210301-Italia-e-Spagna-le-radici-di-un-conservatorismo-latino

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