La reciente cumbre ha pasado muy desapercibida en Europa o Estados Unidos y sin embargo ha tenido una importancia vital.
El grupo BRICS, de países débilmente vinculado y que surgió como un acrónimo para los mercados emergentes se está convirtiendo en mucho más que unas sugerentes siglas. A los iniciales Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica se les han unido otros como Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopia e Irán y, por otro lado, están pendiente de su aceptación otros 27 Estados.
Presentes y futuros Estados miembros del grupo BRICS:
Fuente: Elaboración propia
Aún con la divergencia de intereses de economías tan diferentes y con objetivos políticos tan variados, lo cierto es que este grupo geopolítico se construye como una antítesis del mundo diseñado después de 1989 por Estados Unidos y sus aliados y en concreto al G7. Sus objetivos son comerciales y se basan en la no interferencia, la equidad y el beneficio mutuo. Actualmente, sin considerar los futuros miembros, los BRICS ya suponen más del 55% de la población y un PIB conjunto que es similar al de los G7 en torno al 45%. En comparación, Estados Unidos y sus aliados son aproximadamente el 15% de la población mundial.
Con la desaparición de la Unión Soviética y como consecuencia después de los ataques del 11 de septiembre, Estados Unidos lideró una ofensiva política y militar para imponer un orden mundial unipolar que los llevo a involucrarse en cambios de régimen y en acciones militares. El general Wesley Clark, máxima autoridad de la OTAN, predijo que en cinco años EE.UU. se impondría militarmente en siete países. Sin embargo, más de veinte años después, el resultado ha sido un fiasco en donde tanto Europa como Estados Unidos han acabado abandonando esos conflictos y sumidos en una deuda impagable.
“Se criticaron las sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados sobre Rusia o Irán por ir contra el derecho internacional”
En la reciente declaración de Kazán, los países destacan implícitamente ese fracaso: el surgimiento de los nuevos centros de poder y la aspiración a un orden mundial ‹‹más equitativo, justo y democrático›› que precia una nueva arquitectura institucional mundial (o sea, una ampliación de los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas) y unas nuevas estructuras económicas y financieras (o sea, tras Bretton Woods, un replanteamiento del uso del dólar, de los mecanismos de pago internacionales y de instituciones como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial).
No todo fue retórica; se criticaron las sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados sobre Rusia o Irán por ir contra el derecho internacional de la Carta de Naciones Unidas. Y, de hecho, el mayor trabajo que se está realizando es por el desarrollo de un sistema de pagos ajeno a los estándares considerados internacionales y que se asocian al SWIFT y, además, se habla de un ‹‹mecanismo de compensación›› basado en materias primas que, dicho de otro modo, es en la práctica un sistema de cambio ajeno al dólar.
Y es que, nos guste más o menos, desde Europa, desde España, debemos ser conscientes de que existe una mayoría mundial, al menos por lo que representan estos Estados, que rechaza el orden político y económico occidental construido en torno a la primacía militar estadounidense y de la OTAN y al uso del dólar como divisa de intercambio internacional.
“Los BRICS reclaman una nueva multipolaridad realista, no una hegemonía alternativa”
Desde el inicio de la guerra de Ucrania, la OTAN, a pesar de lo que parezca y de lo que pretendan los Borrell o Von der Leyen de turno, no es más fuerte ni se ha logrado aislar a Rusia. Rusia, que ya ha perdido cientos de miles de hombres en el conflicto en el conflicto con Ucrania, ha afirmado con toda rotundidad su voluntad de no ceder y como lo demuestran sus relaciones con China, Irán u otros países, no está aislada.
A pesar de su creciente peso, los BRICS no pueden reemplazar a Estados Unidos como la nueva potencia hegemónica mundial. Simplemente no tienen el poder militar, financiero y tecnológico para derrotar a los Estados Unidos o incluso para amenazar sus intereses vitales.
En la práctica, los BRICS reclaman una nueva multipolaridad realista, no una hegemonía alternativa de la que serían los dueños.
Los estrategas estadounidenses deberían prestar atención al mensaje positivo que llega de Kazán. La búsqueda de los neoconservadores de la hegemonía global no solo ha fracasado, sino que ha sido un desastre costoso para Estados Unidos y el mundo, que ha resultado en guerras sangrientas e innecesarias, choques económicos, desplazamientos masivos de poblaciones y crecientes amenazas de confrontación nuclear. Un orden mundial multipolar más inclusivo y equitativo ofrece un camino prometedor para salir del atolladero actual, uno que puede beneficiar a Estados Unidos y sus aliados, así como a las naciones que se reunieron en Kazán.
“España ha carecido en las últimas décadas de una política exterior o de defensa digna de tal nombre”
Ante una Europa sumida en una crisis demográfica, con una deuda pública creciente fuera de control, con una parálisis política y junto a toda la ideología woke que parece ser la norma, los BRICS representan una alternativa que no es ni mucho menos una entelequia y ante la que cabría prepararse. Es evidente que los BRICS no van a reemplazar a corto ni a medio plazo a Occidente y es que, por otro lado, tampoco se pretende; los BRICS quieren una multipolaridad realista en donde el reparto del poder político y económico va a ser diferente.
Las consecuencias para Europa en general, y para España en particular, son importantes. Por desgracia, nuestro país ha carecido en las últimas décadas de una política exterior o de defensa digna de tal nombre y ni siquiera ha sido capaz de hacer valer sus intereses o de obtener réditos por su permanencia a la OTAN. Los compromisos internacionales que hemos asumido no nos han servido para hacer frente amenazas geopolíticas más evidentes y prácticamente inmediatas, o sea, la de Marruecos.
Es el momento de hacer un ejercicio de prospectiva y de pensar en términos pragmáticos. Es irreal considerar que el dólar y el modelo de endeudamiento perpetuo de los países occidentales va a ser sostenible y conviene pensar en que el nuevo bloque geopolítico es el proveedor de materias primas y de productos energéticos. Necesitamos una estrategia nacional propia que vaya en la línea de asegurar los intereses vitales para España tanto en el ámbito económico como en el político y, de no hacerlo, acabaremos con una posición tremendamente frágil y vulnerable.