La alternativa que ahora mismo están sopesando los estrategas demócratas es clara: ¿movilizar a tu base más radical aún a riesgo de lanzar un mensaje que no conecte con las motivaciones de una parte importante de tu electorado?
La derrota de Trump en las presidenciales de 2020 abrió un nuevo periodo en la política estadounidense y nos dejó con una gran incógnita. Tras los años de Trump y su excepcional protagonismo, ¿cómo iba a ser el Partido Republicano post-Trump? ¿Qué parte del legado del controvertido presidente iba a permanecer y qué parte iba a ser descartada?
No es la primera vez que el Partido Republicano experimenta una mutación. Concebidos como plataformas electorales en las que el aparato del partido tiene un peso limitado, los partidos estadounidenses evolucionan continuamente. El Partido Republicano de Reagan, el de la “gran tienda” propugnada por el fusionismo de Buckley. La alianza de conservadores sociales, defensores de la libre empresa y neocons, unida por el pegamento de un decidido anticomunismo, marcó una época, pero hace ya tiempo que da señales de agotamiento. Tras varios intentos fallidos de redefinición (¿alguien recuerda el “conservadurismo compasivo” de George W. Bush?), Trump consiguió fraguar una nueva coalición que algunos han bautizado con las siglas MAGA (Make America Great Again) y que ha sido capaz de movilizar a votantes que hasta ahora no habían votado por el Partido Republicano.
¿Qué quedará de todo esto? ¿Las aportaciones de Trump están aquí para quedarse o van a desaparecer en la medida en que Trump esté alejado del poder?
Las recientes primarias republicanas nos pueden dar algunas pistas sobre esta cuestión y, en general, sobre la situación política norteamericana.
Empezando por la importante victoria de J.D. Vance en las primarias republicanas de Ohio. El autor de Hillbilly, una elegía rural (con una sorprendente y aceptable adaptación en Netflix) se ha impuesto con claridad tras recibir el apoyo público (“endorsement”) del mismísimo Trump. Pero no solo ha sido Ohio: la corriente centrada en la defensa de la libertad económica ya no tiene el tirón suficiente para derrotar a un candidato “trumpista” con mayor interés en la defensa de los puestos de trabajo en Estados Unidos, tanto con medidas proteccionistas, como con mayor control de la frontera. Si los republicanos clásicos se concentraban más en la protección de las empresas, los “América First” se enfocan en defender a los trabajadores. Vance es un buen ejemplo del perfil que va tomando esta Nueva Derecha estadounidense: con mucho menos ego que Trump (y menos capacidad para hacer virales sus declaraciones), hace gala de su compromiso con la defensa de las clases trabajadoras y con el desmantelamiento de lo que denominan «el régimen», es decir, el grupo de políticos, funcionarios y círculos de presión que dirigen Washington DC. Se muestra duro en materia de inmigración y comercio con China, es abiertamente pro-vida y se opone a las intervenciones militares estadounidenses en el extranjero.
¿Significa esto que los republicanos de toda la vida van a ser borrados del mapa? Para nada: muchos candidatos trumpistas defienden aspectos de la antigua plataforma, condicionándolos, eso sí, a priorizar los intereses nacionales, y muchos de ellos se presentan intentando unir ambas corrientes. Una cierta síntesis, no exenta de tensiones, va apareciendo cada vez con mayor nitidez.
Pero las primarias no sirven solo para ver hacia dónde se encaminan los partidos, sino también su grado de apoyo. Si observamos lo sucedido en Ohio, vemos que la participación fue, a grandes rasgos, la misma que en las primarias de 2018, algo menos de 1,6 millones de personas. En 2018, los republicanos recogieron alrededor del 55% de esos votos, mientras que, este año, ese porcentaje ha subido hasta el 68%. Parece claro que son los republicanos quienes están más movilizados, pero es que también estamos viendo cómo los votantes independientes, no registrados, están votando más en las primarias del Partido Republicano. Eso es lo que ha ocurrido en Indiana: en 2018, los demócratas tenían una ventaja de 3 a 1 en las primarias sobre los republicanos y, este año, la ventaja se ha reducido a 8.000 votos, menos de 1,5 a 1. Algo similar ha sucedido en Carolina del Norte: históricamente los independientes elegían votar en las primarias demócratas, esta vez están eligiendo las republicanas por un margen de 2 a 1.
A la hora de tratar de explicar este fenómeno, los analistas destacan la motivación de los trumpistas, pero, sobre todo, el rechazo de muchos votantes que votaron a Biden para recuperar el sosiego y se encuentran con una administración que hace del extremismo woke su bandera y que multiplica los enfrentamientos. Si a esto le añadimos los problemas económicos (especialmente la inflación), nos encontramos a una parte del electorado de Biden, el ala más moderada, muy descontenta con el curso de los acontecimientos. En la fórmula que recoge el malestar económico y cultural, estos votantes no votaron por un país “broke” (arruinado) y “woke”, no votaron por un país tan escorado a la izquierda, y parecen querer corregir la deriva de la administración Biden.
La otra gran cuestión que ocupa las portadas en los Estados Unidos en estos últimos tiempos es la del aborto. La reacción demócrata ante la expectativa de una sentencia del Supremo que deje sin validez la sentencia Roe contra Wade y devuelva la cuestión de la regulación a cada estado, parece indicar que el Partido Demócrata ve en la defensa del aborto la palanca con la que volver a movilizar a su electorado. Otra cuestión es si lanzarse a una “cruzada abortista” conseguirá movilizar a muchos independientes o solo a los demócratas más radicales. Es cierto que el 46% de los votantes de Biden creen que no debería haber ningún tipo de restricción al aborto, que éste debería ser legal hasta el momento del nacimiento. Pero también lo es que un porcentaje ligeramente mayoritario de los votantes demócratas apoya algún tipo de restricción. La alternativa que ahora mismo están sopesando los estrategas demócratas es clara: ¿movilizar a tu base más radical aún a riesgo de lanzar un mensaje que no conecte con las motivaciones de una parte importante de tu electorado? Ahí estará una de las claves de las elecciones de medio mandato (midterm)del año que viene.