Un capítulo del infame acuerdo de gobierno entre el PSOE y ERC para Cataluña hace referencia al cierre de las centrales nucleares de Ascó y Vandellós y su sustitución por las llamadas ‹‹comunidades energéticas››.
Pocas cosas pueden resumir mejor la irresponsabilidad política que renunciar a una infraestructuras amortizadas y generadoras de electricidad para sustituirla con entelequias que tampoco emiten CO2 pero que son intermitentes, inseguras y que necesitan otro sustento de base. No en vano, ambas centrales supusieron en 2023 más del 15% de la producción eléctrica nacional y en torno al 10% de la peninsular.
En España todos los días, y desde distintos ámbitos; políticos, supuestos expertos y medios de comunicación se esfuerzan por presentar una situación donde la electricidad renovable puede servir para cubrir las necesidades energéticas de un país. La campaña en lo que respecta a la energía solar es más que evidente con anuncios diarios de registros máximos en producción y la implícita afirmación que la energía solar puede ser suficiente para abastecer las necesidades energéticas de España. Obviamente es falso y en la mayor parte de los casos se trata de voces interesadas en que exista una precariedad energética continua.
La evidencia de esta falsedad nos viene de países donde, con pragmatismo y visión a largo plazo, se afrontan las necesidades energéticas desde el realismo y desde el punto de vista de la seguridad de abastecimiento. Recientemente se confirmó que Marruecos va a iniciar un programa nuclear en el emplazamiento de Sidi Boulbra. Tanto empresas de Rusia como Francia tienen firmados acuerdos de colaboración y, ante la Agencia Internacional de la Energía Atómica, un organismo internacional de primer nivel, Marruecos ha afirmado hace unos días que su voluntad es que los futuros reactores nucleares sirvan para paliar la carencia de agua en el país y puedan aumentar la capacidad de desalación de forma masiva.
Marruecos, como antes Emiratos Árabes, como próximamente Arabia Saudí, no elige un modelo basado en energía fotovoltaica o en eólica. Marruecos apuesta por un modelo basado en la eficiencia y en la seguridad de suministro y no quiere depender de fuentes renovables para su desarrollo económico. Qué curioso que el país con el que el actual Gobierno tiene una especial sintonía o dependencia tenga una política energética tan diferente de la española.
Pero volvamos a Europa. Resulta que Italia ha manifestado su interés en volver a la energía nuclear, energía que abandonó por populismo político en un referéndum después del accidente de Chernobyl en 1989 con la convivencia de la extrema izquierda, la izquierda y la derecha ‹‹moderada›› por miedo a ser políticamente incorrecta; ¿les suena? Hoy Italia es el país que más paga por la electricidad y está entre las que tiene un índice de emisiones de carbono más elevado. Felicidades a todos los políticos
Comparación España e Italia del sur en intensidad energética
Fuente: Electricity Maps
Como se puede apreciar Italia ha renunciado a una fuente de base segura y continua como es la nuclear y ha tenido que suplir esta carencia con gas y con importaciones. Esto además de incrementar la dependencia energética del exterior ha incrementado los precios y sí, también las emisiones de CO2.
Y no es sólo Italia la que va a apostar por la energía nuclear, la República Checa que ya genera un 35% de su electricidad a partir de fuentes nucleares, lejos de apagarlas y renunciar a ellas, va a apostar por la construcción de los llamados “minirreactores” (SMR) para poder aumentar su capacidad de potencia base y replicar el modelo británico de tener reactores nucleares de alta capacidad complementados por SMR.
Italia, República Checa, Marruecos, Emiratos Árabes, China, Estados Unidos, Reino Unido… ¿qué tienen en común todos estos países?, además de compartir, como todo el planeta, una necesidad de mayor potencia eléctrica para mejorar el bienestar y los niveles de prosperidad de sus ciudadanos, tienen una cosa de la que España carece: un gobierno preocupado por el interés general y con una visión de país de progreso alejada de utopías ecologistas y de decrecimiento.
Nuestro país necesita un liderazgo político pero, sobre todo, moral y nacional que vaya en la dirección de afrontar los grandes retos en materia de infraestructuras energéticas y que vincule la política hídrica con la política energética.
En lugar de dar créditos millonarios a Marruecos para hacer sus desaladoras, lo que sería deseable es que España mirara por su interés y aumentase masivamente su capacidad de desalación y que antepusiera el interés propio y el abastecimiento de agua por encima de entelequias ecologistas como la llamada transición verde o el hidrógeno que, al fin y al cabo, sólo van a servir para transferir millonarios fondos de contribuyentes a un grupo escogido de fondos inversores y empresas que verán financiado por el Estado sus oligopolios.
Si de lo que se trata es de luchar contra el CO2, si lo que se pretende es reducir la dependencia del exterior, si lo que se pretende es una energía económica, la solución pasa por lo nuclear y ello conlleva alargar la vida útil de las existentes y plantear un nuevo parque de generación nuclear para el futuro. Y esto no es ir contra las energías renovables, al contrario. Todo recurso utilizable se debe aprovechar pero estas energías deben ser un complemento; no pueden ser la espina dorsal de una planificación energética que debe realizarse con criterios de seguridad y disponibilidad. Tal y como lo saben en Marruecos, en la República Checa, en China, en Emiratos Árabes. El camino que Italia está deshaciendo debe ser un indicador de lo que se debe y lo que no se debe hacer.
Ese ejercicio de prospectiva que han sido capaces de realizar en otros países y esa visión estratégica es lo que en España no hemos tenido desde hace décadas y lo que convendría preguntarse a qué es debido.
En energía, como en otros ámbitos, los españoles estamos a merced de unos gestores que, fuera de las palabras huecas y de los eslóganes europeos, no han realizado una propuesta en la que el interés de los españoles sea tener unos recursos masivos, seguros, económicos y sostenibles, por ese orden.
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