Pedro Sánchez quiere poner el foco de nuevo sobre el franquismo, una estrategia condenada al fracaso por muchos motivos
Y al medio siglo, resucitó. El empeño del gobierno socialista en convertir 2025 en una celebración de los cincuenta años desde la muerte del dictador español no obedece al interés histórico, sino a una estrategia política en tiempos de decadencia del PSOE. Seguramente estamos ante uno de los últimos coletazos de lo que Marc Fumaroli describió en El Estado cultural; un ensayo sobre la religión moderna (Acantilado, 2007), donde explica el dominio estatal del debate sociocultural francés a través de las instituciones estatales. ¿Qué gobierno, especialmente los progresistas, va a renunciar al uso de subvenciones para convertir a los artistas, profesores y centros culturales en una especie de fuerzas de choque pop? Así se ha perpetuado, en gran parte de Europa, la defensa de los consensos liberales de la posguerra, que hoy empiezan a derrumbarse.
«Durante demasiado tiempo, es este país ha sido tabú discutir el legado cultural del franquismo»
Aparte de ser un enfoque superado, que ya pone a gran parte del público en contra, el programa cultural que presenta Pedro Sánchez es muy flojo, como quedó claro en la presentación, con una desangelada cantautora semidesconocida recitando consignas sobre ritmos pregrabados. Más bien se trata de un listado de artistas, historiadores y otros especialistas adeptos al actual régimen. Durante demasiado tiempo, en este país ha sido tabú discutir el legado cultural del franquismo. La única tesis válida es que fue un periodo de oscuridad, represión y censura, disuelto mágicamente con la llegada de la democracia. Lo creamos o no, este enfoque tan burdo y maniqueo ha colado y calado en la sociedad española, con la inestimable ayuda de los medios de comunicación masivos y la industria cultural.
Hoy se pueden contar con los dedos de una mano los artistas que no han comprado el paradigma y cuesta distinguir cualquier sección de Cultura de un medio de derechas de la de uno progresista. El antaño poderoso grupo PRISA, de militancia socialdemócrata, marcó el paso a seguir desde los primeros años ochenta, sin apenas intentos de resistencia. El problema para los planes del gobierno es que la población joven ya no compra ciertos dogmas y que la llegada de Internet ha disparado la pluralidad de los puntos de vista, arrebatando al «Régimen del 78» el monopolio del discurso cultural.
«La historiadora Carmina Gustrán, vinculada a los nodos de emisión del discurso cultural dominante, será la encargada de gestionar el proyecto»
Para comprender mejor la propuesta sanchista, conviene analizar el perfil de la persona responsable de crear y gestionar el programa: la historiadora Carmina Gustrán. Su carrera ha estado vinculada siempre a proyectos sistémicos, desde becas de la Unión Europea a centros culturales como el Conde Duque en Madrid o CaixaForum de Zaragoza. Dicho en pocas palabras: los nodos de emisión del discurso cultural dominante. Sus declaraciones confirman que estamos ante la cantinela de siempre: un intento de utilizar la cultura para etiquetar como «autoritario» a todo el que no comulgue con las tesis del gobierno. La gestora cultural sanchista describe la programación como celebraciones «para todos los demócratas», implicando que quien no las comparta no lo es. El consenso como modo de acallar cuestionamientos.
Gustrán también opina, en declaraciones recientes a la agencia EFE, que «es un poco triste. Esta conmemoración está diseñada y pensada como algo, por una parte, festivo y celebratorio de esa libertad conseguida entre todos y, por otra parte, como algo integrador». Usando este último criterio, el año Franco ha comenzado con un fracaso, ya que tanto Felipe VI como VOX decidieron no acudir al acto inaugural en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía. El éxito del discurso cultural del PSOE siempre ha radicado en su asombrosa capacidad para convencer a la derecha española y esa baza ya se está perdiendo.
«Quieren resucitar la estrategia de la movida ochentera, pero Sánchez siempre ha carecido de la fuerza de seducción del felipismo»
Cuando Gustrán habla de algo «festivo y celebratorio» está tratando de resucitar la exitosa estrategia de la movida ochentera, donde se orillaron los debates culturales con sustancia en favor de un hedonismo militante. Un acto cultural lúdico es más complicado de rebatir que un libro o una conferencia porque el confeti y los globos de colores no son factores falsables. El problema es que el PSOE de Pedro Sánchez siempre ha carecido de la fuerza de seducción pop de los años del felipismo.
Otro movimiento sísmico empieza a notarse en nuestro paisaje político, sobre todo en la franja juvenil de votantes. Me refiero a un giro patriótico de la juventud española, que los medios progresistas tildan de «derechista» y que solamente lo es en parte. «Gracias a las redes sociales, muchos jóvenes están descubriendo que la etapa posterior a la Guerra Civil no fue una etapa oscura como nos vende este gobierno, sino una etapa de reconstrucción, de progreso y de reconciliación para lograr la unidad nacional», explicó el pasado noviembre en el Congreso el diputado de Vox Manuel Mariscal, de 32 años.
«La juventud española ha vivido un giro patriótico que los medios progresistas tildan de derechista»
Otro ejemplo de lo que está pasando a muchos jóvenes podemos verlo en el cambio de enfoque del rapero David Calvo Villa, más conocido como El Jincho, criado en el popular barrio madrileño de Orcasitas. «Yo también pensaba que Franco mataba a todo el mundo hasta que leí de Manuel Azaña», cuenta. «Para mí, Franco no era bueno porque las muertes para mí nunca están justificadas, pero también el bando contrario, los republicanos, fusilaron a mucha gente», comparte.
Unas palabras que contrastan con lo que, según explica, su abuelo le inculcó sobre la República. «Si hablara hoy en día con mi abuelo se caería de espaldas diciéndome que no es así. Pero mi abuelo habla desde una experiencia, porque tal vez le han matado a un hermano, y habla desde la rabia», asegura el rapero, estrella en YouTube con más 30 millones de clics en muchos de sus vídeos. Estos cuestionamientos de la historia oficial que machaca la televisión, los periódicos o las casas progresistas son cada vez más comunes. Tras empezar a dudar, los chavales se informan y van tomando un criterio propio.
«El año de Franco puede acabar convertido en un bumerán para los que pedían más memoria histórica»
Estamos ante el final del chantaje antifranquista, la técnica por la cual señalar cualquier mérito de España entre 1939 y 1978 te expulsaba del debate público. La iniciativa de Pedro Sánchez debería aprovecharse, por ejemplo, para debatir si tenemos hoy en la televisión pública mejores programas culturales que A Fondo (donde se entrevistaba a Borges durante una hora), Estudio 1 (dedicado al teatro clásico) y Rito y geografía del cante (consagrado al flamenco).
También para incluir en los medios de comunicación, de manera más visible, las aportaciones de libros recientes que cuestionan los discursos oficiales, entre ellos los de historiadores como Roberto Villa García y Manuel Álvarez Tardío (1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular), Pedro Carlos González Cuevas (Historia de la derecha española) y Roberto Muñoz Bolaños (Las Trece Rosas. La verdad tras el mito), por citar tres entre la extensa ola de respuesta académica a las fábulas progresistas. O para aumentar la difusión de documentales críticos como Valle de los Caídos, del colectivo Terra Ignota, que, a pesar de los boicots, lleva cientos de miles de visualizaciones en redes sociales. A fin de cuentas, el «Año de Franco» puede acabar convertido en un bumerán para los que pedían más memoria histórica.