En este momento, tenemos una prueba empírica a la vista y en tiempo real (una más) de que la democracia y los mercados libres tienden a promover la riqueza, la libertad y el cambio adaptativo. Esto no es siempre el caso, por supuesto; e incluso cuando sí lo es, no siempre es para el bien mayor. El fenómeno sobre el que reflexionaremos a lo largo de este artículo merece nuestra atención.
Consideremos los recientes movimientos financieros y gerenciales del magnate industrial libertario de Estados Unidos, Elon Musk. Hace menos de un año, su empresa Tesla, que ya es o pronto será el fabricante industrial más grande del mundo, tenía su sede en las afueras de San Francisco, en el estado de California. Al mismo tiempo, Twitter, otra gigantesca empresa tecnológica de California, aunque no de la magnitud de Tesla, censuraba activamente el discurso político en todo el mundo.
Musk hizo algo sorprendente, aunque también bastante predecible en términos del interés propio con respecto a la política represiva actual de California: Se mudó a Texas y trasladó la sede de Tesla a la ciudad de Austin. California es famosa por sus impuestos extremadamente altos sobre los ingresos personales y corporativos, así como por su sofocante entorno regulatorio; en cambio, Texas no tiene impuesto sobre la renta personal y disfruta de políticas y regulaciones fiscales favorables para la mayoría de las industrias.
Sin duda, Musk trae empleos y riqueza a Texas, y Tesla acaba de construir la fábrica más grande del mundo en las afueras de Austin. Pero los efectos de ese ambiente menos intervencionista en Texas ya van mucho más allá de cuestiones como la productividad empresarial o el crecimiento económico. Algunos han estimado que la mudanza de Musk le ahorró alrededor de $2,5 mil millones en impuestos que habría tenido que desembolsar al estado de California. ¿Y qué ha hecho con todo ese dinero que ahorró?
Según los documentos públicos presentados tras la reciente compra de Musk de casi el 10% de las acciones de Twitter, decidió invertir alrededor de $2,64 mil millones en un primer paso hacia convertirse en un accionista activista de la famosa plataforma de redes sociales. Últimamente, Twitter ha mostrado una nefasta tendencia a censurar a la derecha mucho más que a la izquierda. Junto con Facebook, muchos consideran que Twitter jugó un papel decisivo en las elecciones presidenciales de 2020 al censurar historias que habrían perjudicado la campaña de Biden. En respuesta, Donald Trump anunció recientemente planes para lanzar su propia plataforma de redes sociales. No fue casualidad que las acciones de la compañía de Trump retrocedieran cuando se reveló la participación de Musk en Twitter.
En resumen, es razonable suponer que Musk ha elegido invertir lo que ahorró en impuestos en California en un esfuerzo por defender las condiciones sociales y políticas necesarias para apoyar a largo plazo tanto la democracia como el libre mercado. Aquí también tenemos un ejemplo elegante y vital de la importancia sistemática de la Décima Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, que en este caso ha venido al rescate de la Primera Enmienda. En lugar de tener que apoyar un pésimo sistema de bienestar local, los tejanos generalmente han optado por dejar que los ciudadanos hagan lo que quieran con su propio dinero. El resultado ha sido aumentar de manera tangible tanto la libertad como la riqueza necesarias para poder defender los principios de una sociedad libre. Los actuales enemigos internos de estos principios son los fanáticos de izquierda, partidarios de la igualdad y la censura por encima de la libertad. De hecho, hay algo elegante en el hecho de que Musk todavía crea en los mercados libres, la libertad de movimiento y la libertad de expresión. Desde que Musk se fue a Texas, hemos visto que son muchas las cosas pueden cambiar rápidamente en los EEUU.