Casas del Turuñuelo. La emergencia de una industria

Casas del Turuñuelo. La emergencia de una industria

El mundo tartésico sigue envuelto en brumas entre las que se abre paso la figura mítica de Argantonio.

Hasta hace tres lustros era una peluquería de señoras, a la que, entre espejos y secadores, unos arcos le conferían un aspecto típicamente andalusí. Destinada a convertirse en un edificio de apartamentos en el centro de Úbeda, la piqueta hizo aparecer una sinagoga levantada en el siglo XIV. En su parte más baja se conserva el mikveh, pileta para el baño ritual judío, al que se accede tras descender siete peldaños. Se trata de la Sinagoga del Agua, en la cual, durante el solsticio de verano, los rayos del sol se reflejan sobre la lámina del líquido elemento.

Hace una década, en el término municipal de Guareña (Badajoz), bajo un túmulo abrazado por el Guadiana, se comenzaron a excavar los vestigios de un edificio interpretado como tartésico. En 2017 apareció una escalinata compuesta por once escalones, a cuyos pies aparecieron los restos de lo que se entendió como una hecatombe, como un sacrificio ritual propio del mundo clásico. Sobre el suelo de un patio se amontonaban las osamentas de 52 caballos, 4 vacas, 4 cerdos y un perro.

El tiempo y las sucesivas campañas de excavación han ido desvelando datos acerca de lo que ocurrió en un edificio al que se asociaron talleres y estancias destinadas al almacenamiento de cereales. A todos estos hallazgos se sumaron cinco relieves de caras humanas, de facciones orientalizantes, esculpidas en piedra. Los rostros se expondrán, hasta el 2 de febrero, en la recién inaugurada Sala de Novedades Arqueológicas del Museo Arqueológico Nacional. El paso de estos bultos por Madrid será efímero, pues desde 1985, la ley de Patrimonio impide al Museo madrileño incorporar nuevas piezas, elementos que han de exponerse en museos regionales. 

“Un mundo lindero con la Atlántida”

El mundo tartésico sigue envuelto en brumas entre las que se abre paso la figura mítica de Argantonio. Un mundo lindero con la Atlántida y con los confines de un mundo al que, como demuestra el yacimiento de Casas del Turuñuelo, llegaban obras del otro extremo del Mediterráneo. Objetos como esos pies esculpidos en mármol que contaminan la pureza esencialista adscrita a esta civilización, probablemente más conectada sus coetáneas, de lo que hasta la fecha se ha creído. El tiempo y el estudio dirán hasta qué punto nos hallamos ante un pueblo originario, ¿de quién?

Aparece así, o quizá se desvanece, un primer esencialismo que remite a otros adecuacionismos destinados a hacer encajar reliquias y relato. Tras el hallazgo, en Casas del Turuñuelo, de unas pizarras con una serie de caracteres alfabéticos y dibujos de lo que parecen escenas míticas, ¿cómo no evocar el caso de Iruña-Veleia? Recuerde el lector aquellas piezas arqueológicas cerámicas en las que aparecía un crucificado bajo el consabido R.I.P., que parecían contener las primeras escrituras en vascuence, y que, por ello, fueron regadas con dinero nacionalista, antes de que un tribunal desvelara la falsificación. Los habitantes del complejo de Casas del Turuñuelo, urge aclararlo, no eran extremeños, pues esta denominación, la extrematura, lo es con respecto a una estructura política alejada por los siglos, la religión, las leyes y el idioma, que nada tiene que ver con quienes sacrificaron tan valiosos animales.

“Más cerca de la universalidad que del terruño”

Sea como fuere, Casas del Turuñuelo promete ofrecer nuevos y reveladores descubrimientos. Novedades que completarán un magnífico yacimiento conectado con Cancho Roano o La Mata, enclaves que suponen un atractivo turístico concreto. Un recurso no transferible, pues, a diferencia de otros productos culturales, los arqueológicos no son, salvo en contadísimas excepciones, transportables. El edificio que se escondía bajo toneladas de tierra nos habla de un pasado remoto, pero su afloramiento es puro presente. Su emergencia es industria para una tierra que no se ha engolfado en prefabricadas señas de identidad, acaso porque la historia de sus gentes está más cerca de la universalidad que del terruño.

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