La Conferencia sobre el Futuro de Europa habrá cumplido con su cometido si logra construir una Unión Europea más cercana a las necesidades de sus ciudadanos. Y para eso será necesario explicar tanto lo bueno que se ha hecho, como realizando una autocrítica de lo que se ha hecho y no ha funcionado.
La Conferencia sobre el Futuro de Europa puede ser una magnífica oportunidad para definir el camino que la Unión Europea habrá de tomar en los próximos años: una vía que comprometa a instituciones, ciudadanos y sociedad civil, así como a los representantes de los Estados nacionales. Para dar respuestas correctas sobre el futuro de la UE, es fundamental arrancar con las preguntas correctas, comenzando por lo que representan hoy en día Europa y la Unión Europea. En primer lugar, es necesario distinguir los dos conceptos: si Europa es una realidad cultural e histórica, la Unión Europea es una organización política y económica supranacional regulada por algunos tratados. Como entidad cuya dirección está influenciada por decisiones políticas, la Conferencia sobre el Futuro de Europa representa una oportunidad para definir, con la participación de los ciudadanos, qué Unión Europea queremos en los próximos años.
La Conferencia sobre el Futuro de Europa habrá cumplido con su cometido si logra construir una Unión Europea más cercana a las necesidades de sus ciudadanos. Y para eso será necesario explicar tanto lo bueno que se ha hecho, como realizando una autocrítica de lo que se ha hecho y no ha funcionado.
El objetivo debería consistir en fomentar una mayor cohesión entre los pueblos de Europa. Para ello es necesario crear, incluso antes de la integración política y económica, algo que actúe de aglutinador cultural. No se trata de inventar nada nuevo ni de poner sobre la mesa una identidad falsa. Ya existe una identidad europea común basada sobre todo en tradiciones, costumbres y hábitos compartidos que caracterizan nuestro estilo de vida. La identidad europea está representada por Dante, Goethe, Cervantes, Esteban de Hungría, Jan Palach, Juana de Arco o San Benito, y es tarea de las instituciones comunitarias no solo preservarla sino recordarla y celebrarla a través del principio que el filósofo Roger Scruton define como oikofilia, amor por el hogar.
Es cierto que resulta importante subrayar la existencia de una identidad europea común, pero negar las identidades individuales locales y nacionales no solo sería incorrecto, también sería injusto. No podemos olvidar las diferencias entre las naciones europeas, como tampoco podemos imaginar la idea de imponer una visión homogeneizante y uniformadora que no respeta lo que esas mismas comunidades han sido y siguen siendo. La fuerza y la belleza de Europa reside precisamente en la existencia de tradiciones diferentes pero unidas por valores compartidos, y la Conferencia sobre el Futuro de Europa es una gran oportunidad para proponer nuevas ideas y nuevos proyectos. Vamos por tanto a intentar esbozar seis grandes temas:
1) Políticas orientadas a los jóvenes con mayores incentivos al autoempleo y lucha contra el desempleo juvenil
El desempleo juvenil es un problema que afecta a numerosas naciones europeas, en particular en el área mediterránea. Según los datos, a finales de 2017 el paro entre jóvenes menores de 25 años en la UE alcanzaba el 17,7%, pero el covid ha complicado aún más la situación. Por lo tanto, es necesario incentivar políticas que luchen contra el desempleo juvenil en la UE y fomentar el autoempleo entre los jóvenes
2) Políticas de apoyo a los cristianos perseguidos
En 2004, el Papa Juan Pablo II instó a la ONU a incluir en los documentos oficiales referencias a manifestaciones de odio contra los cristianos, ya que lamentablemente, los fenómenos de cristianofobia están muy extendidos en el mundo. También están aumentando en Europa los episodios de vandalismo contra símbolos religiosos cristianos y fenómenos de intolerancia contra hombres y mujeres de la Iglesia.
3) Políticas para regular los flujos migratorios, con énfasis en el Mediterráneo
La inmigración representa uno de los principales desafíos de nuestro tiempo por lo que es necesario impulsar políticas que regulen los flujos migratorios, y consigan evitar la inmigración irregular y el respeto de las fronteras nacionales y comunitarias. Una de las zonas más calientes desde este punto de vista es el Mediterráneo, donde los países europeos deben volver a jugar un papel protagonista.
4) Políticas para fomentar la natalidad, con una asignación europea para nuevos hijos y apoyo a las familias
El invierno demográfico es un problema grave para Europa. De hecho, la tasa de natalidad en los países de la Unión Europea está muy por debajo de la tasa de reemplazo e Italia, con 1,24 hijos por mujer en 2019, tiene una de las más bajas del mundo. Según el Istat, se ha producido un descenso del 30% en los nuevos nacimientos en los últimos doce años. Un tal descenso constituye una auténtica emergencia que va acompañada de un descenso de matrimonios. Por tanto, se necesitan políticas comunitarias que apoyen la natalidad y la familia: y no solo desde un punto de vista económico, sino con un nuevo enfoque cultural.
5) Políticas medioambientales inspiradas de las propias comunidades locales y que ayuden a los agricultores europeos, así como a los pequeños y medianos empresarios
La protección del medio ambiente es un asunto muy importante para el futuro de la UE, pero es necesario combinar la transición ecológica con la economía y las identidades territoriales, al mismo tiempo que se favorece un enfoque que parta de lo local antes incluso que de lo global. También habrá de tener en cuenta tanto las necesidades de los empresarios y agricultores europeos como las de las clases más débiles.
6) Promover la adhesión de Serbia, Montenegro, Albania y Macedonia del Norte a la Unión Europea
Históricamente, los Balcanes Occidentales son una parte importante de Europa y representan un área de gran relevancia geopolítica, a medio camino entre Occidente y Oriente. Facilitar la entrada en la Unión Europea de Serbia, Montenegro, Albania y Macedonia del Norte generaría beneficios mutuos desde numerosos puntos de vista, tanto para los nuevos miembros como para las naciones que ya forman parte de la UE.