En nuestra esfera pública parece olvidarse que ese PCE que se ha conmemorado de una forma tan entusiasta por parte de los dirigentes de Podemos, fue el mismo PCE contra el que ellos se levantaron.
El sábado 13 de noviembre la ciudad de Valencia fue la elegida para un acto preelectoral en el que participaron la actual vicepresidenta del Gobierno (y ministra de Trabajo), Yolanda Díaz, la alcaldesa de Barcelona (y líder de En Comú Podem) Ada Colau, la vicepresidenta del gobierno valenciano, Mónica Oltra, la portavoz de Más Madrid en la asamblea de la Comunidad, Mónica García, y, finalmente, la diputada en la asamblea de Ceuta, Fátima Hamed.
Al día siguiente, el Partido Comunista de España (PCE) celebró el centenario de su nacimiento como una escisión radicalizada del Partido Socialista Obrero Español entre declaraciones que celebraban su contribución indispensable para el advenimiento de la democracia en nuestro país, realizadas tanto por parte de su Secretario General (Enrique Santiago) como de otros políticos (Alberto Garzón, la misma Yolanda Díaz, la Secretaria General de Podemos, Ione Belarra) y expolíticos (como Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero).
Con ello se pueden observar dos de los principales fenómenos que aquejan a la izquierda radical española. Por una parte, el acto de Valencia demuestra que existe una voluntad coordinada (y liderada por mujeres, en detrimento de “viejas” figuras como las de Íñigo Errejón o Alberto Garzón) de refundar el espacio político y electoral que ocupó el primer Podemos.
Esa misma formación llegó a acuerdos con algunos partidos nacionalistas regionales (tales como Compromís en la misma Valencia) y articuló territorialmente su implantación en torno a la federación con diferentes “mareas” (ya fueran los gallegos de En Marea, coalición creada para renovar Anova, o los catalanes de En Comú Podem-Catalunya en comú) a los que se añadiría, posteriormente, la fusión con Izquierda Unida.
Ahora, en ese intento de refundación en el que, curiosamente, estuvieron ausentes las dos mujeres “fuertes” del partido morado (Ione Belarra e Irene Montero) se le añade una “federación madrileña” representada por Mónica García y por el partido de Más Madrid (independientemente de que su fundador y “teórico” líder, Íñigo Errejón, haya tratado de desviar el foco de atención sobre este proceso alegando que aún queda demasiado tiempo como para pensar en el siguiente ciclo electoral).
Por otra, dentro del propio Podemos y como una estrategia pensada para ganar peso y forzar a que esta nueva “plataforma” se construya sobre los restos del partido, aprovechan el centenario del PCE para reivindicar la legitimidad democrática que su herencia les proporciona.
Sin embargo, en nuestra esfera pública parece olvidarse que ese PCE que se ha conmemorado de una forma tan entusiasta por parte de los dirigentes del partido morado, fue el mismo PCE contra el que ellos se levantaron. Lejos quedan las críticas que Pablo Iglesias (quien también, en su espacio semanal en la Cadena Ser, reivindicó la labor de Carrillo e Ibarruri durante la Transición) al Régimen o candado del 78 y esa caracterización de Izquierda Unida como un “enano gruñón” colocado en el vértice izquierdo, tal y como los supuestos padres de dicho régimen querían.
Y es que se nos ha olvidado que los Iglesias, Monedero y, fundamentalmente y tal y como detalla en su nuevo libro, Íñigo Errejón, se levantaron contra la Izquierda Unida heredera del PCE de la Transición, a la que acusaban de disfrutar de una posición de “comodidad marginal”, de haberse convertido en “la muleta del PSOE”. Un PSOE que vive con, cada vez más comodidad, la descomposición de su socio de gobierno.
En definitiva, la refundación de esta Nueva Izquierda, encarnada por este grupo de mujeres, pretende hacerse, a su vez, recuperando la pátina de legitimidad que un PCE contra cuya deriva “eurocomunista” y tendente a aproximarse a la socialdemocracia, se revelaron algunas de las principales figuras que ahora pretenden encabezarla.