El pasado dos de octubre tuvo lugar la primera vuelta de las elecciones generales de Brasil, la economía más grande y potente del espacio iberoamericano. Los comicios han dejado tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados unos resultados caracterizados por unos elevados niveles de fragmentación, típicos en el sistema político brasileño.
A pesar de la elevada fragmentación, Bolsonaro afianza su posición en el legislativo pues su coalición de partidos es la ganadora de las elecciones. Dicho esto, será la segunda vuelta de la elección presidencial la que determinará la deriva en el legislativo, pues, como señalábamos, en entornos con un alto grado de fragmentación todo puede cambiar al redefinirse las estructuras de poder a nivel ejecutivo. El escenario de las elecciones presidenciales en la primera vuelta era complejo y de nuevo fragmentado, con cuatro candidatos relevantes. Por un lado, Jair Bolsonaro como incumbente. En clara oposición, Lula da Silva, que regresaba a la política después de su paso por prisión durante 19 meses y su posterior excarcelación por parte de la Corte Suprema brasileña. Junto a estos dos candidatos, fueron relevantes las figuras de Simone Tebet, senadora y candidata a la presidencia por parte del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) y Ciro Gomes, veterano político brasileño que encabeza la candidatura del Partido Democrático Laborista de Brasil. Gomes disfruta de una larga carrera política y ha pasado por todos los niveles de gobierno del Estado Brasileño. Fue alcalde de Fortaleza, gobernador de Ceará, ministro de Hacienda de Brasil durante el Gobierno de Itamar Franco y ministro de Integración de Brasil durante la primera legislatura de Lula da Silva, a inicios del siglo XXI.
Los resultados de esta primera vuelta en las elecciones presidenciales han sorprendido a todos. Esto, porque las encuestas publicadas en distintos medios de comunicación han errado en sus predicciones. Destacan, por ejemplo, los casos del semanario británico The Economist o el diario español El País. El primero, daba un 51% de los votos a Lula da Silva, dejando a Jair Bolsonaro con solo el 38%. El periódico español, por su parte, publicaba una intención de voto de 46.7% para Lula da Silva, obteniendo Jair Bolsonaro solamente un 35.3%. Lo anterior, el exceso de confianza en la candidatura de Lula da Silva, se observa en las encuestas que días antes (entre el 29 de septiembre y el 1 de octubre) publicaban medios tan relevantes como CNN Brasil u organizaciones como Polling Data. La realidad ha sido otra, mostrando que la base territorial del presidente Jair Bolsonaro es amplia y que son muchas las personas satisfechas con las medidas que se han puesto en práctica desde el Gobierno durante esta legislatura. A pesar de la dificultad de los tiempos, marcados por la crisis provocada por el COVID-19, se han llevado a cabo privatizaciones relevantes, se ha reformado parcialmente la Administración Pública, se ha controlado la inflación y el país ha mejorado sus cifras de empleo y crecimiento a desde el año 2020.
Con este escenario de base, Lula ganó la primera vuelta con una ventaja de 5.23% respecto a Bolsonaro, que ha superado sin problemas la barrera del 40% de los votos válidos emitidos. Lo anterior es de gran relevancia, pues nadie duda de las dificultades que ha tenido la legislatura 2019-2022. En este momento, quedan muchas preguntas por resolver, pero es evidente que la segunda vuelta despertará de nuevo el interés de todos, fuera y dentro de Brasil. Veamos cómo se desarrollan los acontecimientos hasta el 30 de octubre, día que tendrá lugar la segunda vuelta. En este momento, es factible pensar que el 3,4% de los votos obtenidos por Ciro Gomes (más de tres millones y medio) irán directamente a Lula da Silva. Sin embargo, está por ver qué piensan los partidarios de Simone Tebet. La senadora ha manifestado de forma pública el apoyo a Bolsonaro, pero el Movimiento Democrático Brasileño es un partido ubicado en el centro/centroderecha del espectro político brasileño y sus votantes, socioliberales y moderados, han sido históricamente amigos de cambios pausados y tranquilos.
Es posible que, hoy en día, estos tengan más miedo de Lula da Silva que de Jair Bolsonaro, estando insatisfechos con el carácter y la gestión del político de Sao Paulo. Simone Tebet obtuvo el pasado domingo el 4.16% de los votos. Hablamos de casi cinco millones de votos. Son estos ocho millones y medio de votos los que decidirán la elección el próximo 30 de octubre. Dicho esto, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la competición será difícil. El país se encuentra polarizado y lleno de incertidumbres. Por un lado, Bolsonaro no ha sido capaz de generar confianza fruto de su verborrea, la mala gestión de la pandemia y sus vínculos con Rusia. De todas formas, sus alianzas durante las pasadas semanas muestran una presencia territorial importante que sin duda contribuirá a fortalecer su perfil en la segunda vuelta. Por su parte, Lula da Silva es sencillamente un político corrupto, involucrado en escándalos como el Escãndalo do Mensalão, la Operação Lava Jato o el Petrolão. Estos casos de corrupción, que tuvieron lugar durante su gobierno, son sin lugar a duda, los más obscenos e inmorales no sólo de la historia de Brasil, sino de la historia de Iberoamérica.
El regreso de Lula representa un peligro inminente para la supervivencia de la democracia brasileña. Sus ansias de venganza y sus esfuerzos trabajan a favor del movimiento de extrema izquierda que hoy en día lidera el Foro de São Paulo y que controla gran parte de la región iberoamericana.