China ha jugado sus cartas y ha aprovechado una situación de inmovilización interna y externa (resultado de la pandemia) para concentrar y centralizar poder en Beijing y destruir libertades en Hong Kong.
El año 2020 quedará en la memoria de todos por los desastres causados por el famoso COVID 19, originado en la República Popular de China en diciembre del pasado año. Casi sin querer, llegamos a finales de año y el mundo sigue sumido en la crisis. Por supuesto, existen países como Nueva Zelanda o Taiwán que han sido capaces de atajar los efectos económicos y sanitarios en un tiempo record. A día de hoy, ambas naciones han conseguido controlar las muertes y los contagios. Otros países, sin embargo, seguimos sufriendo los perversos efectos que la pandemia y la negligente gestión de determinados gobiernos han generado.
Sin embargo, el 2020 será también recordado como el año que Occidente perdió Hong Kong. En este momento, el Gobierno comunista chino tiene el control sobre la otrora ciudad libre. Es evidente que el Estado de Derecho, la democracia y la libertad se desvanecen en la isla progresivamente. La crisis sanitaria provocada por el coronavirus no ha dejado espacio (o ha servido de excusa) en los medios para la cuestión de Hong Kong.
La antigua colonia pasa a formar parte de China en el año 1997, cuando las autoridades británicas abandonan definitivamente la isla. La idea era mantener la identidad democrática de Hong Kong y funcionar a través de la lógica “un país, dos sistemas” hasta (por lo menos) el año 2047. Sin embargo, el régimen comunista siempre deseó capturar tanto las instituciones como el sistema político de Hong Kong e integrar el mismo a la dictadura comunista. Dichos esfuerzos comenzaron poco después de la inserción de Hong Kong a la República Popular de China.
La sociedad hongkonesa ha estado siempre orgullosa de sus raíces británicas. Lo anterior se evidencia cuando China desea introducir el currículum nacional de educación en dicho territorio. Es ahí donde nace Escolarismo/Scholarism, uno de los movimientos civiles y estudiantiles más interesantes de los últimos tiempos. En el año 2012, cien mil estudiantes se rebelaron contra la imposición de una materia dedicada a exaltar el comunismo y a criticar a la democracia y al republicanismo (filosófico) que impregna el funcionamiento de las democracias occidentales. Los estudiantes de Hong Kong se posicionaban claramente contra la tiranía y rechazaban el “modelo chino” en favor de la división de poderes y el Estado de Derecho.
Posteriormente, los líderes que dieron forma a Escolarismo/Scholarism (Joshua Wong es el más famoso de ellos) se organizaron para edificar DEMOSISTO, un partido de centro izquierda comprometido con la defensa de Hong Kong y sus instituciones democráticas. Desde el año 2016, dicho partido y el gran número de personas que le apoyan, han contribuido a dar la batalla contra el comunismo chino tanto en las instituciones como a nivel internacional. En el campo institucional, las acciones de los demócratas que habitan Hong Kong iban dirigidas a impedir la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Nacional; que facilitaba las extradiciones a la China continental a todos aquellos que cumplen pena en la ciudad.
Sin embargo, la batalla parece haber finalizado en el año 2020. El COVID 19 ha servido de excusa (y de cortina de humo) para que la China comunista de Xi Jingpin ocupe definitivamente Hong Kong. Honestamente, el avance del comunismo parece inevitable. La sociedad no puede protestar activamente debido a la situación provocada por el coronavirus. Por otro lado, el mundo no tiene capacidad de recepción. Es decir, parece poco probable que el conflicto existente en Hong Kong provoque reacciones contundentes en la arena internacional por parte de potencias democráticas. La crisis sanitaria y económica en la que están sumidos gran de los países occidentales dificulta dicha reacción. Es difícil encontrar aliados cuando todo el mundo está de una forma u otra amenazado por la pandemia.
En definitiva, China ha jugado sus cartas y ha aprovechado una situación de inmovilización interna y externa (resultado de la pandemia) para concentrar y centralizar poder en Beijing y destruir libertades en Hong Kong. Demosisto ha sido disuelto como resultado de la Ley de Seguridad Nacional. Algunos de los principales líderes de la resistencia se encuentran fuera del país (el ejemplo más emblemático es Nathan Law). Otros, se han quedado en la ciudad. Joshua Wong, Andy Chan o Agnes Chow fueron detenidos y disfrutan en este momento de una incertidumbre legal evidente bajo la amenaza del comunismo chino. La pandemia ha servido en el terreno político para que China siga construyendo su modelo totalitario. ¿Qué haremos desde Occidente? ¿Somos corresponsables de dicho drama? Debemos ser capaces de responder a esta y otras preguntas, pues parece difícil negociar con una dictadura totalitaria, que no cree en el libre comercio ni en la estructura de Derechos y Libertades de las personas. Una dictadura sin escrúpulos que solo se preocupa de concentrar poder y aumentar su capacidad de vigilancia.