Vincular la figura de Ratzinger con los abusos es una monumental empresa de descrédito
Benedicto XVI cumplirá 95 años este 16 de abril y, a pesar de que hace diez años se hizo a un lado para dar paso a la elección del Papa Francisco, no han cesado los intentos de desprestigiar su figura. En las últimas semanas, el pontífice ha sido víctima de ataques mediáticos desde varios frentes y el más reciente es otro ejemplo de la voluntad de saldar cuentas, como si se estuviera intentando que caiga sobre él una nueva damnatio memoriae. Todo se deriva del escándalo de pedofilia que ha envuelto a la Iglesia católica alemana y en el marco del cual se ha acusado a Ratzinger de haber ocultado algunos episodios de abusos ocurridos en la diócesis de Munich. Sin duda alguna, es necesario esclarecer cualquier abuso, y no solo para que no se repitan episodios como esos, sino también para identificar a los responsables y que rindan cuentas de sus actos. Ahora bien, vincular la figura de Ratzinger con los abusos es una monumental empresa de descrédito. De hecho, durante su pontificado, Benedicto XVI fue uno de los Papas que más combatió los abusos sexuales, habiendo tomado medidas muy concretas y dado muestras de una intransigencia rotunda con este asunto. Amplió la autoridad de los funcionarios del Vaticano para perseguir a los sacerdotes acusados e introdujo reglas más estrictas para los culpables al expulsar o “laicizar” a numerosos sacerdotes durante su pontificado. También se reunió con las víctimas de los abusos.
A pesar de todo, ha sido acusado por la archidiócesis de Munich de no haber expulsado ni tomado medidas contra tres sacerdotes acusados de abusos cuando era arzobispo de la archidiócesis entre 1977 y 1982. El Papa emérito respondió primero con un texto de 82 páginas y, más tarde, con una carta en la que se disculpaba por los casos de abuso en la Iglesia: “En todos mis encuentros con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, especialmente durante mis numerosos viajes apostólicos, he percibido en sus ojos las consecuencias de una grandísima culpa y he aprendido a entender que nosotros mismos caemos dentro de esta grandísima culpa cuando la descuidamos o cuando no la afrontamos con la necesaria decisión y responsabilidad, como ha sucedido y sucede demasiadas veces. Como en aquellos encuentros, hoy, nuevamente, solo puedo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón. Ya que he tenido importantes responsabilidades en la Iglesia Católica, mayor es mi dolor por los abusos y errores que se han producido durante el tiempo de mi misión en los respectivos lugares. Cada caso de abuso sexual es terrible e irreparable. Me siento consternado por cada uno de ellos en particular, y a las víctimas de esos abusos quisiera hacerles llegar mi más profunda compasión”.
El hecho de que estas acusaciones lleguen en un momento en el que se está produciendo un fuerte debate sobre el futuro de la Iglesia católica en Alemania da que pensar. En realidad, se está intentando, a través de la Vía Sinodal Alemana, poner en marcha cambios radicales en la posición de la Iglesia sobre la homosexualidad, el diaconato femenino, la ordenación de mujeres y la abolición del celibato clerical.
Mons. Georg Gänswein, secretario del Papa emérito, no se ha andado con rodeos. En una entrevista, ha declarado que “la persona y la obra de Benedicto XVI son un obstáculo para algunos de los objetivos que persigue el Camino Sinodal Alemán”. No es casualidad que la publicación del Informe de Munich coincidiera con el Synodaler Weg (Camino Sinodal) que “actualmente persigue una reestructuración de la Iglesia Católica en particular, el fin del celibato eclesiástico, la ordenación de mujeres o un cambio en la doctrina católica sobre la homosexualidad”.
Mons. Gänswein, que ha permanecido al lado de Ratzinger desde 1996, da testimonio de la posición del Papa emérito sobre la transparencia: “Siempre ha estado convencido de que la transparencia y la claridad son necesarias, que había que llamar las cosas por su nombre y no encubrir nada”.
En su opinión, Benedicto XVI debe pasar a la historia como el “padre de la transparencia” respecto a los abusos ya que, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Ratzinger procuró que “sus acciones fueran consecuentes con sus convicciones”, tanto en el plano jurídico como desde el punto de vista de las “mentalidades”, habiendo abierto así un camino “que también el Papa Francisco está recorriendo”.
“Cuando se disipen estas tempestades y algunas de las cosas que se le reprochan queden atrás, veréis que la claridad de su pensamiento, la claridad de su obra, las cosas que hizo brillan como el sol y constituyen un gran tesoro para el Iglesia”.
El tema de los abusos sexuales resulta particularmente delicado ya que puede convertirse en una herramienta de ataque político. El caso del Cardenal Pell, acusado, ridiculizado, incluso encarcelado y luego absuelto de todos los cargos por el Tribunal Superior de Australia es emblemático en este sentido. La lectura de su Diario en prisión es un testimonio que hace reflexionar no sólo por la fe con la que el cardenal afrontó todo el asunto sino para explicar cómo, a veces, las acusaciones pueden ser injustas y tienen como objeto desacreditar a la Iglesia: “A lo largo de su calvario, el cardenal fue un modelo de paciencia y de vida sacerdotal. Inocente, era libre incluso cuando estaba encarcelado. Y supo aprovechar todo ese tiempo –‘un retiro prolongado’, como él lo definió-, para tranquilizar a sus numerosos amigos en todo el mundo e intensificar una vida ya de por sí intensa de oración, estudio y escritura”.
Puede descargar el texto original en el siguiente enlace.
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