La erosión de la democracia española

La erosión de la democracia española

El Gobierno encabezado por el PSOE y PODEMOS ha contribuido en poco más de tres años a politizar (aún más) la Justicia y a erosionar la calidad democrática que nuestro país disfrutó durante décadas.

La democracia liberal ha sido la forma política que ha marcado el desarrollo del mundo occidental durante la segunda parte del siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI. Dicha forma política, a pesar de sus problemas e imperfecciones, ha sido capaz de generar el ambiente adecuado para vivir en libertad y transitar hacia el desarrollo económico. Sin embargo, durante los primeros años del siglo XXI, las democracias liberales han entrado en crisis, poniendo en riesgo todo aquello que se ha logrado hasta el momento.


Los elementos que hacen de una democracia liberal lo que es, son fáciles de distinguir. Otra cosa es ponerlos en práctica. La forma se edifica sobre tres pilares claramente definidos. En primer lugar, encontramos la columna democrática. La misma hace referencia al sufragio en sus dos versiones, activo (derecho a votar) y pasivo (derecho a ser votado). Después, debemos tener presente el pilar liberal, pues un sistema democrático debe estar comprometido con la defensa de los derechos de las minorías, esas que no ganan elecciones, y proteger su estructura de derechos y libertades fundamentales (expresión, asociación, conciencia, movimiento, etc.). En último lugar, una democracia liberal debe disfrutar de un pilar edificado sobre la filosofía republicana. Por ello, la división de poderes, el imperio de la Ley (y no de las personas) y el activismo cívico son condición sine qua non.


Con base en los tres pilares descritos líneas atrás, podemos evaluar la salud de una democracia liberal y su mutación hacia otra cosa, una democracia iliberal, sometida a los designios de una mayoría arbitraria. Estas democracias, edificadas solamente sobre la voluntad popular, concentran poder en el Ejecutivo, erosionando la estructura de derechos y libertades de las personas y elevando los niveles de despotismo desde el poder político hacia la sociedad.


España ha sido desde la transición una democracia liberal de gran calidad. Lo anterior fue suscrito no solo por los elevados niveles de confianza que los españoles tenían en sus instituciones, sino también por un gran número de índices internacionales enfocados en el estudio de la calidad democrática. En los últimos años, sin embargo, hemos visto cómo nuestra democracia ha desarrollado mecanismos más autoritarios que ponen en riesgo al sistema. Y como se puede suponer, tanto los niveles de confianza ciudadana en las instituciones como nuestra posición en los distintos rankings internacionales se han visto afectados. Con base en los pilares indicados, el mayor problema se encuentra en este momento en los cimientos liberales y republicanos. La crisis económica y el COVID 19 han mostrado la rapidez con la que nuestra estructura de libertades puede desaparecer. Hace diez años, nadie hubiese afirmado que nuestras libertades (de movimiento, de trabajo, etc.) desaparecerían durante noventa días de un plumazo y a través de una acción claramente inconstitucional. Y es ahí donde se evidencia el desgaste del pilar republicano, pues el Estado de Derecho y la división de poderes presentan una evidente erosión fruto del gobierno liderado por PSOE y PODEMOS.


Lo último, que ha sucedido esta semana, tiene que ver con la politización y captura del Tribunal Constitucional por parte del Gobierno, proponiendo al mismo a un exministro de Justicia socialista, Juan Carlos Campo y a una asesora de la Moncloa, la catedrática Laura Díez. Pero esto no ha sido lo único, pues también se está sacando una Ley à le carte con objeto de minimizar (o suprimir) el delito de sedición de los socios de este Gobierno y se está impidiendo a la oposición intervenir con normalidad en la sede de la soberanía nacional.


En definitiva, el Gobierno encabezado por el PSOE y PODEMOS ha contribuido en poco más de tres años a politizar (aún más) la Justicia y a erosionar la calidad democrática que nuestro país disfrutó durante décadas. Los españoles debemos ser conscientes de esta realidad, pues solo así, poniendo en valor aquello que podemos perder, podremos reaccionar con objeto de recuperar aquello que es nuestro.

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