Sánchez no vale España. La inminente amenaza de un “poder disolvente”

Sánchez no vale España. La inminente amenaza de un “poder disolvente”

El gobierno en funciones, adhiriéndose lo más radical de la política española, busca alcanzar la más inestable “mayoría reaccionaria” con el suficiente “poder disolvente” para desbaratar la democracia constitucional de 1978.

La realidad de la política española es endiablada. Los resultados electorales han sido perversos, como manifiestan, incluso, algunos desde las mismas filas del PSOE, por haber situado la gobernabilidad de España al borde del precipicio. Por obligar a ceder a chantajes de las facciones más radicales de la izquierda y el nacionalismo.

Claro, yo digo a estos socialistas más sensatos: primero, que no es el PSOE la fuerza política que ha ganado ni la que debe formar gobierno legítimamente. Segundo, les pregunto: ¿Quién pone a España al borde del abismo? ¿Los secesionistas, nacionalistas o radicales que sacarían pingües beneficios de la gobernabilidad de España? ¿O, más bien, el aventurero Sánchez que pretende gobernar perdiendo, aún a costa de dar esos réditos a todos aquellos que no quieren más que disolver la España democrática y constitucional?

No se dan cuenta o, mejor, no quieren ver, que Sánchez y Bolaños se arrojan deshonestamente al extremismo con tal de alcanzar un “poder disolvente”. Ni quieren constatar que “Sánchez no vale España”.

El gobierno en funciones, adhiriéndose lo más radical de la política española (comunistas, antisistema, nacionalsocialistas, independentistas, secesionistas), busca alcanzar la más inestable “mayoría reaccionaria” de la reciente historia de España, con el suficiente “poder disolvente” para desbaratar del todo la democracia constitucional de 1978. Si no se remedia, a eso podríamos llegar debido a la voluntad de unos pocos.

Sánchez y Bolaños juegan a emulsionar nuestra nación, a diluir su historia democrática, sus instituciones, la separación de poderes, las garantías jurídicas, la notoria capacidad económica e industrial de nuestro país. Están dispuestos a todo para tomar ese “poder disolvente”.

Pocos pueden creer que de este conglomerado pueda seguirse ningún “progreso”, no existe ninguna “mayoría progresista”, y menos aún un posible gobierno de prosperidad para los ciudadanos y para nuestro futuro. Por el contrario, un gobierno de minorías radicales, ultraizquierda y división. Ya tenemos una situación internacional suficientemente problemática para añadir más presión interna. Claramente de ahí solo puede salir reacción, ideología y fraccionamiento de España con un altísimo coste para nuestros bolsillos, los de todos.

Pero antes de eso sería un deterioro para la dignidad de España y los españoles: 

-Desigualdad en los territorios, con un fuerte peligro de fragmentación ciudadana.

-Desigualdad fiscal. De hecho, ya hay una auténtica subasta entre los nacionalistas para sacar el mayor precio de su “sí” a Sánchez.

-Desigualdad jurídica, pues si hubiese amnistía a los secesionistas, se rompería el statu quo y dejaría de haber igualdad de los españoles ante la ley.

Esas traerían otras mayores con el consecuente empobrecimiento de todos. 

Sánchez no vale España. Ahora es: ¡España o Sánchez!

Este expresidente ha probado más bien poco a los españoles. Solo sus malabarismos y leyes por decreto. Engaños mañana y tarde. Ha probado una gran recesión moral, política y económica. Leyes ideológicas y fallidas, mala gestión en crisis serias (como durante la pandemia). Corrupción, pues son numerosos los casos de corrupción y opacidad entre sus ministros y su entorno. Falsedades continuas y continuadas a través de una propaganda gubernamental casi totalitaria.

Repito: Sánchez no vale España. Ahora es, ¡España o Sánchez!

Sánchez, instrumentalizando todo el aparato del Estado, por estar aún en funciones, y a sabiendas de que los nacionalistas y las facciones de la extrema izquierda le comprarán al alza su investidura está muy dispuesto, dada su probada falta de escrúpulos, a hacer amigos con “dinero ajeno” (el nuestro, el de todos los españoles). Sánchez no necesita demasiada vaselina. Ya ha probado tener el camino abierto. Ellos, en conjunto, planean avanzar en un “poder disolvente”. Planean tomar el poder a toda costa para desmembrar y empobrecer España.

Su plan B, si este proyecto se complica, sería volver a ponerse otra máscara y presentarse en unas posibles elecciones el 14 de enero de 2024, como un presidente que fue magnánimo con el independentismo catalán pero que, responsable y cabal, no cedió en la integridad de la nación española. Ni al chantaje y la intransigencia de los extremistas.

Eso es lo que les ha prometido a los sectores más críticos del PSOE, le ha dicho: O sacamos gobierno ahora y seguimos adelante o, si hubiese elecciones, nos presentamos como aquellos moderados que no cedimos a los chantajes nacionalistas. Pero, no nos engañemos, ese no es su objetivo sino “solo el poder por el poder” y un “poder disolvente”.

En el entorno de Sánchez y Bolaños sería el rostro que trata de aplacar a barones y socialdemócratas que se quedarían sin respaldo en la mayoría de las comunidades autónomas y municipios donde han de presentarse y que viven la situación presente con preocupación, aunque no con la suficiente angustia, en este momento de suspense de la política española.

¿Sánchez se saldrá con la suya y no habrá repetición electoral? Es lo que busca a toda costa y teme cualquier otra posibilidad, porque sabe que, si no forma gobierno ahora, políticamente está acabado.

Sánchez es un aventurero, como buena parte de los revolucionarios del siglo XX, incluidos Hitler y Mussolini. Sánchez tiene vocación de autócrata, como ha ido demostrando en estos últimos años generando un aparato del Estado enorme, con un poder centralizado y opaco en torno a la presidencia del gobierno.

Sánchez ha ido haciendo lo que, para quienes somos políticamente sensatos, nunca se debe hacer. Sánchez, un perdedor, derrotado en las elecciones, no lo acepta y busca por todos los cauces la toma del poder.

Los partidos y políticos decentes sean liberales, conservadores o socialdemócratas y, más allá, los ciudadanos honrados, la fuerza de la sociedad civil y la voz ciudadana deberíamos impedírselo.

Porque Sánchez, señores míos, Sánchez no vale España.

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