Zapatero pretende normalizar lo que ya ha venido normalizando en cada visita: la miseria que viven los venezolanos, la persecución y la tortura, la existencia de presos políticos y así cada una de las cosas con las que el régimen infunda su miedo, uno de sus pilares junto a la propaganda y el financiamiento criminal.
José Luis Rodríguez Zapatero se jacta de afirmar que, como él, nadie conoce a Venezuela. Lo dice de forma arrogante y despreciable, porque en su registro público hay más de 40 viajes a Venezuela en los últimos años. Asume que es un buen conocedor de la situación y en realidad lo es, pero no porque entienda nuestra tragedia, sino porque es cómplice y copartícipe de quienes la propiciaron.
Zapatero, como se le conoce coloquialmente en el país, pretende venderse como el gran mediador, cuando en realidad es un operador del régimen criminal que azota a Venezuela. Es parte del régimen y siempre buscará salvarlo. Su rol en ningún momento ha sido neutral ni mucho menos objetivo. En sus viajes a nuestro país, todos muy bien pagados, su único rol ha sido generar las condiciones que prolonguen la permanencia del régimen en el poder y de servir como salvavidas, mientras los venezolanos mueren. Zapatero pretende convencer al mundo de que el régimen no es tan perverso como lo pintan y que los que hacen daños son otros.
El efecto Zapatero es muy perverso por muchas cosas. Lo es porque ha pretendido igualar a victimarios con víctimas mientras le vende al mundo la idea de que la crisis de Venezuela es un asunto de dos bandos enfrentados y donde el supuesto extremismo, casi siempre señalado por él hacia la oposición, dinamita cualquier esfuerzo de una solución concertada que él ha buscado. La realidad es que el señor Zapatero lo que ha pretendido es que los venezolanos claudiquemos a la pretensión criminal y autoritaria del régimen, como si no hubiera nada que hacer y como si fuéramos corresponsables del sufrimiento que ese régimen ha causado.
Pero también es perverso porque funciona como una especie de puerta giratoria entre presos políticos, que en realidad son rehenes, quienes luego deben agradecerle por unas gestiones en las que salen unos para que entren otros, pero que de ninguna manera significan el final de la persecución. De eso se vanagloria Zapatero, mientras minimiza la naturaleza asesina del régimen para dejarlo como un “gobierno con excesos”, pero que son excesos “de parte y parte”.
Y es que Zapatero nunca ha estado interesado en la libertad de Venezuela, sino en buscar la mejora de las condiciones de nuestro cautiverio, sin que dejemos de estar presos, porque ese es su negocio. Él se beneficia de nuestra asfixia porque para eso le pagan y para eso trabaja.
Pero no trabaja solo. Ha sabido levantar, sin mucho esfuerzo, pero con mucho dinero, a sus aliados a lo interno del país. Esos aliados se dicen opositores, pero en realidad son colaboradores del régimen y parte de su estructura funcional, simulando oponerse a algo, pero entregándose a todo. Esos sujetos, al final, son de la misma calaña de Zapatero; aparentan ser algo que no son, mientras se benefician siendo lo realmente que son: farsantes todos.
No puede ser una buena noticia que Zapatero esté detrás de cualquier intento de solución para el conflicto venezolano, porque ese intento, en todo caso, será una solución favorable al régimen. Su más reciente visita a nuestro país así lo demostró, al avalar la farsa electoral del pasado 6 de diciembre, y venderla como ejemplar. Su descaro no tiene límites.
Pero más graves aún fueron sus declaraciones. Se atrevió a decir, en suelo venezolano, que lo que viene es un proceso de normalización para el año 2021, refiriéndose a una nueva etapa en la que sólo pretende reconocerse como política legítima aquella que busque la cohabitación con el régimen. La normalización de la que habla Zapatero es la de la muerte, aunque la disfracen de apertura económica en Venezuela, cuando en realidad lo que hay es un reparto del botín entre los socios internacionales del régimen, mientras la mayoría del país pasa trabajo, come una vez al día y piensa en huir.
Zapatero pretende normalizar lo que ya ha venido normalizando en cada visita: la miseria que viven los venezolanos, la persecución y la tortura, la existencia de presos políticos y así cada una de las cosas con las que el régimen infunda su miedo, uno de sus pilares junto a la propaganda y el financiamiento criminal. Zapatero pretende decirnos que todo está bien, cuando todo está mal, y si reconoce que algo está mal, dice que es culpa de todos.
Sin embargo, Zapatero ha llegado tan lejos como se la ha permitido, porque ha sido convalidado por la falsa oposición como un mediador legítimo y no como una de las partes, aun cuando ha sido evidente su papel. Esa falsa oposición le ha puesto alfombra roja a Zapatero, lo que se ha traducido en reconocimiento y posicionamiento, aunque carezcan de legitimidad alguna. No podemos olvidar que muchos de los miembros de esa falsa oposición hasta hace nada eran parte de la oposición legítima representada en el llamado G4, cuatro partidos que pretenden apropiarse de la representación total de la lucha opositora. Esos que se infiltraron, hicieron todo para dilapidar cualquier esfuerzo que significara la libertad de Venezuela. Y lo lograron.
Los venezolanos estamos conscientes de que José Luis Rodríguez Zapatero ha sido una de las personas que más daño le ha hecho a nuestro país. Su declaratoria como persona non grata por parte de la legítima Asamblea Nacional que él se empeñó en desconocer, aunque dividida y con inexplicables abstenciones, es la mejor señal del repudio que sentimos por su rol absolvedor del régimen que le paga para ser salvado. Debemos estar atentos a los próximos pasos que el señor Zapatero emprenda en conjunto con quienes le sirven la mesa. Farsa de diálogo a la fuerza, alivio de sanciones al régimen y rendición de la lucha es parte de su agenda perversa y no gratuita que pretende decirle al mundo que está cargado de buenas intenciones, cuando hay maldad pura en su proceder.
Un genuino demócrata no puede ver en Zapatero a un aliado, todo lo contrario. Su pertenencia a foros como el Grupo de Puebla, donde comparte sociedad con la podemita Irene Montero, es la mejor muestra de que su objetivo trasciende a Venezuela, que es sólo la vitrina de su ego y de su supuesta buena intención, pero que termina siendo una ficha de un proyecto criminal continental que busca acabar con todo gobierno o aspiración cercana a la libertad, para condenar a Iberoamérica a las ideas socialistas y comunistas, vendidas como progresismo, y producir miseria y destrucción. Es la continuidad del Foro de Sao Paulo, en el que Zapatero tiene muchos amigos y socios, tratándose del foro de la muerte.
La libertad de Venezuela depende de muchas cosas, pero una de ellas es, sin duda, que Zapatero no esté involucrado. No se puede seguir considerando como parte de la solución a quien es el problema y a quienes le abren la puerta a un cómplice como él, hoy normalizador de la destrucción y de la muerte en Venezuela.