Conservadurismo mediterráneo

Conservadurismo mediterráneo

Se puede ser de derechas sin ser conservador, pero no se puede ser conservador sin ser de derechas.

No hay una sola derecha, sino muchas, y al mismo tiempo no hay sólo un conservadurismo, sino muchos. Hay un conservadurismo liberal, un conservadurismo católico, un conservadurismo tradicional e incluso un conservadurismo revolucionario. Sin embargo, la principal distinción entre las diversas almas del pensamiento conservador es geográfica. Tal cosa no debería sorprendernos, porque una de las características básicas del pensamiento conservador es la identidad que surge y se desarrolla, precisamente, a partir de cada territorio. Por lo tanto, es necesario subrayar la distinción entre un conservadurismo angloamericano y un conservadurismo europeo continental y, a su vez, centrarse en las diferencias entre los distintos contextos nacionales. Sin embargo, incluso antes de referirnos a las distintas naciones, es necesario afirmar la existencia de un conservadurismo latino. En España, Francia e Italia se suele asociar el conservadurismo al contexto norteamericano o británico. Esto se debe a que, en la esfera política, hay partidos o corrientes que hacen referencia expresa al conservadurismo, desde el Partido Conservador inglés (Tory) pasando por los neocons hasta los teocons.

El resultado de la asimilación del conservadurismo al modelo del mundo atlántico, combinada con una ecuación errónea entre conservadores y reaccionarios, es que el término conservador no goza de buena reputación en los países de la Europa latina.

En cambio, es necesario subrayar la existencia de un conservadurismo de origen latino que, a pesar de tener algunos puntos en común con el conservadurismo inglés y norteamericano, presenta características propias. La oposición a la corrección política, a los desvaríos de la cultura de la cancelación y la defensa de la libertad son elementos que unen las diversas almas y corrientes del conservadurismo. Sin embargo, ya en el mismo concepto de libertad surgen las primeras diferencias entre un conservadurismo de base anglosajona y otro latino. De hecho, en la visión latina, la libertad debe estar vinculada a una ética que abarca todos los ámbitos: es este un concepto típicamente conservador que deriva de la tradición católica. Es precisamente la herencia católica el elemento que distingue al conservadurismo latino del conservadurismo atlántico: el mismo elemento que influye en el pensamiento conservador italiano, español y francés. A esto se suma una diversidad de enfoques sobre las cuestiones económicas. Si ambos conservadurismos consideran como aspectos centrales la disminución de la presión fiscal, las ayudas a la economía productiva y la necesidad de racionalizar la burocracia, en la visión latina también son aspectos relevantes el Estado de bienestar y el deseo de ayudar a las clases más débiles. De ahí la reflexión sobre el papel del Estado en la economía y en el conservadurismo latino: se necesita un Estado fuerte en sectores estratégicos (defensa, energía, política exterior), pero también un Estado que no interfiera en la vida de los ciudadanos individuales.

Reivindicar la existencia de un conservadurismo latino significa subrayar la importancia de una identidad de los países mediterráneos con características, tradiciones, costumbres y estilos de vida propios. Sólo reivindicando la importancia del conservadurismo latino será posible hacer que el término conservador llegue a ser más popular, también en estos países. En realidad, si se observa con más cuidado, la génesis de este pensamiento es anterior al nacimiento convencional del conservadurismo, fechado en 1790 con la publicación de las Reflexiones sobre la Revolución francesa de Edmund Burke. Se inspira, antes que eso, en la latinidad romana y la Edad Media cristiana. Lo cual significa que la tradición del conservadurismo latino no es de orden secundaria ni ancilar, ni está tampoco ligada a corrientes culturales procedentes de otras naciones.

Está claro que más allá de las diferencias que existen entre Italia, España y Francia, los tres principales países latinos de Europa comparten una tradición de pensamiento común en su estructura general. Se trata de un punto común de carácter cultural que debería traducirse, en particular en lo que respecta a Italia y España, en una senda común, de carácter político, que favorezca el área mediterránea. En una Unión Europea cuyo centro de gravedad en la toma de decisiones bascula hacia el norte, reafirmar la centralidad latina y mediterránea significaría un cambio de perspectiva tanto política como cultural. Y cubriría desde nuestra identidad cristiana a una mayor sensibilidad con el problema de la inmigración vista desde los países en los que los emigrantes recalan en primer lugar. Para que esto suceda, nuestra tarea consiste también en garantizar que la latinidad no se oculte sino que, muy al contrario, se afirme y se reivindique.

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