Un país sin confianza pierde atractivo para la inversión nacional e internacional y favorece el desarrollo de propuestas liberticidas de todo tipo. Sin confianza, es imposible lograr el desarrollo de la nación.
El pasado 6 de febrero tuvieron lugar en Costa Rica las elecciones legislativas y presidenciales. Los comicios han dado como ganador a José María Figueres, expresidente de la República y un viejo conocido de la política del país centroamericano. En segundo lugar, se ha posicionado Rodrigo Chaves, funcionario de carrera del Banco Mundial y exministro de Hacienda durante el Gobierno de Carlos Alvarado Quesada.
El país es uno de los refugios democráticos que todavía quedan en la región iberoamericana, plagada de sistemas políticos gobernados por fuerzas de extrema izquierda. De hecho, Costa Rica sigue siendo considerada por el Índice V-Dem la única democracia liberal que sobrevive en la región junto a Uruguay, el país más estable en este momento.
Los resultados han mostrado la elevada fragmentación electoral que se vive en el país. También, la crisis de confianza que los costarricenses tienen respecto a sus representantes. Las elecciones han elevado a candidatos moderados y respetuosos de las instituciones vigentes, sin embargo, el otrora país estable pasa por una crisis económica y de confianza que puede ser aprovechada por los enemigos de la libertad, la democracia y el Estado de Derecho con objeto de desestabilizar una de las naciones más tranquilas en la región.
Si observamos las cifras económicas, Costa Rica pasa por un mal momento. La Deuda Pública asciende a casi el 70% del PIB, muy por encima de sus vecinos a excepción de El Salvador. En el año 2021, el país ha logrado contener su déficit fiscal situándolo en un 4,29%. El año anterior, el 2020, dicha cifra superó el 8%, mostrando con ello el shock que sufrió el país fruto de la pandemia provocada por el COVID 19.
En esta elección, el abstencionismo superó la barrera del 40%. Lo anterior no tiene que ser estrictamente negativo, pues los habitantes de Costa rica siempre se han caracterizado por no acudir en masa a las urnas. La baja participación no tiene por qué ser interpretada como un problema, pero cuando vemos las cifras de confianza en las instituciones, los resultados no son buenos con base en la información que nos proporciona Latinobarómetro.
Aunque la población apoya masivamente la democracia como forma de Gobierno (un 67% para en el 2020), la satisfacción con la misma deja mucho que desear. En ese año, más del 70% de la población encuestada decía estar «no muy satisfecha» o «nada satisfecha» con el desempeño del sistema democrático existente en el país.
Lo anterior representa un problema, más cuando observamos las cifras de confianza en las instituciones que dirigen la vida del país. Cuando estudiamos la confianza en la institución legislativa, el 80% de la población dice tener «poca» o «ninguna» confianza en el Congreso de la República. Lo mismo cuando vemos la evaluación que la población realiza sobre el Poder Ejecutivo. Las cifras en este apartado son muy preocupantes, pues el 50% dice tener «ninguna» confianza en el Gobierno, seguido de un 35% que opina tener «poca» confianza en el Presidente y su equipo. Lo anterior evidencia la problemática gestión realizada por el Gobierno encabezado por Carlos Alvarado Quesada, un líder de centro izquierda que abandonará La Casa Presidencial este año.
Las cifras mejoran cuando vemos la confianza que la población tiene en el poder judicial. En este apartado, un 40% de los encuestados dice tener «mucha» y «algo» de confianza en los organismos judiciales del país. Todo lo anterior, va acompañado de bajos niveles de confianza interpersonal. Esta ha sufrido durante los últimos doce años un claro retroceso. En este momento, más del 85% de los encuestados señala que «uno nunca es lo suficientemente cuidadoso en el trato con los demás», mostrando con ello un problemático tejido social que evidencia una crisis de capital social.
Estas cifras abren como señalábamos líneas atrás una ventana de oportunidad para que aquellas organizaciones que capitalizan descontento tomen el poder a futuro. El reto del nuevo legislativo costarricense y del futuro Presidente del país será hacer de Costa Rica un país fiable y confiable para sus propios ciudadanos. De lo contrario, la otrora «joya de la Corona» podrá degenerar y perder su status de democracia plena.
La confianza es clave a la hora de enfrentar el futuro. Un país sin confianza pierde atractivo para la inversión nacional e internacional y favorece el desarrollo de propuestas liberticidas de todo tipo. Sin confianza, es imposible lograr el desarrollo de la nación. El desafío que Costa Rica enfrenta en los próximos años es importante pues a pesar de la clara victoria de José María Figueres, estas elecciones han mostrado un elevado nivel de fragmentación que puede incentivar la llegada de grupos antisistema vinculados a movimientos afines a los gobiernos de Nicaragua, Honduras o Venezuela.