Hoy Chile está entrampado en una revolución que fue conducida desde la calle a la institucionalidad, justamente, por la convicción de que “más democracia” arreglaría el problema de la existencia de una izquierda extrema.
En Chile, se da la paradoja de que uno de los parlamentarios con mayor exposición pública de la derecha tradicional, Diego Schalper, aparece en televisión diciendo exactamente las mismas palabras que el excandidato presidencial del Partido Comunista, Daniel Jadue: “los problemas de la democracia se resuelven con más democracia”. ¿Es esta una fórmula de consenso rawlsiano a la que ha estado dispuesta a arribar la extrema izquierda? Antes de responder analicemos el concepto “consenso superpuesto” (overlapping consensus) que John Rawls desarrolla en su obra, Liberalismo Político. El término se refiere a cómo los partidarios de diferentes doctrinas normativas generales -que implican concepciones aparentemente incoherentes de la justicia- pueden ponerse de acuerdo sobre principios concretos de justicia que sustentan las instituciones sociales básicas de una comunidad política. Aplicada esta teoría al caso comentado, nos podría llevar a concluir que al hecho de que el líder comunista y el líder de derecha hablen en los mismos términos, se sigue que han arribado al siguiente consenso superpuesto: la clave para la solución de los problemas en las sociedades democráticas consiste en dialogar, llegar a acuerdos y someter dichos acuerdos al veredicto soberano. Usted me dirá que nada de eso es posible en el mundo real, simplemente, porque el comunismo sin su vocación revolucionaria y su proyecto totalitario deja de ser “comunismo”. Lo máximo que podríamos concederle al líder comunista es que él entiende la democracia al estilo de la República Democrática Alemana, es decir, como un totalitarismo criminal, consustancial al ideario marxista. En síntesis, historia conocida. La historia que desconocemos es qué significa la frase “los problemas de la democracia se solucionan con más democracia” en la boca de un líder de derecha.
Chile vivió un golpe de Estado en 2019. Inicialmente, la destrucción incendiaria de los golpistas se confundió con el malestar de las masas que salieron a protestar en contra de los abusos enquistados en una institucionalidad que defiende al victimario, castiga a las víctimas, jamás aplica la ley a los poderosos y, en lugar de fortalecer el Estado de Derecho, se las arregla para que la casta política salga limpia de todo acto de corrupción e ilegalidad. Así fue como el golpe de Estado quedó impune y, recién ahora, cuatro años después, aparecen personeros del gobierno anterior contando la verdad. Pero nada importa; se otorgaron pensiones de gracia de por vida, en parte, a los revolucionarios, punta de lanza del golpe de Estado. Como si fuera poco, el primer acto del electo presidente fue retirar las querellas del gobierno anterior en contra de quienes resultaran responsables de la destrucción e indultó a quienes sí habían sido castigados por la justicia. En este contexto, ¿qué significa oír de un líder de derecha que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia? ¿Un golpe de Estado se soluciona con democracia? ¿La existencia de un sector político golpista aliado con el crimen se resuelve con más democracia?
Hoy Chile está entrampado en una revolución que fue conducida desde la calle a la institucionalidad, justamente, por la convicción de que “más democracia” arreglaría el problema de la existencia de una izquierda extrema que no está dispuesta a respetar la alternancia democrática en el poder. ¿Le parece razonable creer que “con más democracia” se pondrá freno a un sector que dio un golpe de Estado que lo llevó al poder en las siguientes elecciones, apoya al crimen organizado evitando toda legislación que ponga freno a su avance y tiene relaciones con grupos como las FARC además de amistad con Nicolás Maduro? Nadie con un mínimo de comprensión de la realidad respondería a la violencia política, revolucionaria y delictual con la palabra “democracia”. Entonces, ¿qué le sucede a nuestro político de derecha?
Abordemos la respuesta desde un análisis politológico simple. La democracia constitucional, o republicana, como existe en Occidente es consecuencia de una realidad institucional anterior: el Estado de Derecho. Se define como “aquel sistema de derecho público orientado a concretar lo justo distributivo […] que reconoce como elementos constitutivos esenciales […]: a) la vigencia de un ordenamiento normativo conforme con la justicia y la razón; b) la afirmación de los derechos fundamentales derivados de la libertad de la persona humana; c) la vigencia efectiva de un régimen de responsabilidad de la Administración y de recursos contencioso-administrativos, y d) el consecuencial establecimiento de un control jurisdiccional sobre las leyes y sobre sus actos administrativos derivados.” (Aróstica, Iván, Estado de Derecho y revolución Legal, Chile: 2014- 2020).
¿Por qué es importante hablar sobre el Estado de Derecho? Porque ese es el problema medular de Chile y no la falta de elecciones o diálogos políticos. En nuestro país ha habido una regresión civilizatoria en la judicialización racional del Estado, la eliminación de la arbitrariedad y el respeto a los derechos fundamentales, anteriores a la existencia de la institucionalidad política. La tarea de la derecha es hacerse cargo y cambiar el rumbo de la inercia instalada desde un Estado capturado por operadores políticos, donde parte importante de quienes conforman el poder judicial fallan inspirados en el derecho garantista que no es otra cosa que marxismo jurídico y según sus intereses particulares. En este contexto la derecha tiene que exigir la aplicación de la ley a quienes hacen uso de la violencia política para lograr sus fines. Urge también que los políticos de derecha le hablen claramente a la ciudadanía y pongan “mano dura” contra el avance irrefrenable del crimen organizado y la narcopolítica que, además, sigue adelante con su revolución legal, desmantelando nuestra Carta Magna. Este proceso, que debió terminar el 4 de septiembre del año pasado con el triunfo del Rechazo, sigue abierto, justamente, gracias a la lógica de que más democracia resolverá los problemas de la democracia. Pocos días después del último plebiscito, 8 políticos coludidos, entre los que se cuenta Diego Schalper, se arrogaron la soberanía que descansa en el pueblo y decidieron “hacer más democracia” entre ellos, embarcándonos en un nuevo proceso que tampoco es definitivo si se rechaza.
En suma, cuando usted oiga de la boca de un político de derecha la fórmula de que los problemas de la democracia se resuelven “con más democracia” tiene dos modos de entender el mensaje. El primero es que el ideario del emisor se ha torcido y se compró el cuento de que los derechos humanos emanan de la democracia. Desde esa posición ideológica será manipulado hasta el punto de entregarle el país a la extrema izquierda como lo ha hecho la derecha en Chile. Y es que, bajo su fórmula mágica, bastaría con votaciones y conversaciones para resolverlo todo. Otra forma de entender al político en comento es desde la hipocresía: “dado que, enmendar el rumbo institucional y poner mano dura cuesta mucho trabajo, sigamos llamando a elecciones y juntándonos en nuestra torre de marfil a armar castillos en el aire”. Mientras, el país se desploma, el hambre amenaza a los más pobres, los narcoterroristas asesinan a ciudadanos y corrompen a funcionarios públicos, capturan parte importante del territorio nacional y tienen a su población sumida en el miedo y la miseria. Pero usted no se preocupe, porque todo eso, ya lo sabemos, “se arregla con más democracia”.
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