Diez años después del 15-M el autor se plantea cuál ha sido su principal legado para la política española
Hace nueve días se cumplió una década del inicio del conjunto de manifestaciones y movilizaciones que, a lo largo de nuestro país, dieron cuerpo a lo que, con posterioridad, se conoció como movimiento 15M.
Su herencia política, se nos ha venido a decir, estuvo en el germen de Podemos. Sin embargo, fueron los líderes y principales fundadores de dicho partido (Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luís Alegre, entre otros) los que interpretaron que el malestar que expresaban las consignas de los manifestantes que, en Madrid, se agolpaban en la puerta del Sol, revelaban el profundo descontento de una generación con la política institucional.
El relato que une la irrupción de Podemos (que, recordemos, se produjo en las elecciones europeas de mayo de 2014) al descontento que había cuajado en las movilizaciones de la puerta del Sol es una interpretación sesgada e interesada que obvia que las desastrosas consecuencias en materia económica y social del segundo gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero propiciaron la victoria, por medio de una mayoría absoluta aplastante, del Partido Popular de Mariano Rajoy.
Sin embargo, el 15 M sí que contribuyó a regenerar los liderazgos en el espacio de la izquierda radical española. De esta forma, Cayo Lara fue sustituido por un joven que procedía de las concentraciones de Málaga y que, en la actualidad, es el ministro de Consumo Alberto Garzón. En este sentido también pudieron interpretarse algunos de los principales movimientos que, otras figuras en Izquierda Unida como Tania Sánchez o Mauricio Valiente, realizaron para descabalgar a la “vieja guardia” comunista de los Gregorio Gordo, José Luís Centella o Ángel López.
Pero ¿queda algo del 15M en la sociedad española de hoy en día? Ciertamente algunas de las principales proclamas sobre la falta de representatividad del sistema político español en esa época de esplendor del bipartidismo (“PP y PSOE la misma mierda son” se proclamaba) favorecieron su transformación en lo que, hoy en día, se ha convertido en un sistema multipartidista que, con el paso del tiempo y cada vez más, parece haberse consolidado.
El 15M propició la irrupción de nuevos estilos de liderazgo político como el de Pablo Iglesias, Albert Rivera o el mismo Alberto Garzón. Sin embargo, su principal legado no es ni la desaparición del eje izquierda-derecha, ni la pervivencia de una crisis de representación política sino la irrupción de una nueva manera de concebir tanto la política como la comunicación. Ésta se caracteriza por la inusitada importancia tanto de las redes sociales como de medios de comunicación más antiguos como la televisión, como los principales tableros en los que se efectúa el juego político en la España actual.
En la derecha española, por el contrario, el impacto de dicho movimiento no fue sino el de consolidar “viejos liderazgos” como el de Mariano Rajoy. Éste sólo se vería desplazado del poder a través de una moción de censura y, como consecuencia, de la desastrosa política seguida por su partido, respecto al referéndum separatista de octubre de 2017.
De hecho, en los orígenes del 15M de 2011 se encontraban tanto la mayor crisis económica de la historia reciente como el hundimiento de las expectativas de vida de una generación que tuvo que asumir que viviría peor que sus progenitores.
Por el contrario, actualmente, serían el coronavirus y la desastrosa gestión que, tanto de la pandemia como de sus consecuencias económicas y sociales, está realizando el actual gobierno del PSOE y Podemos, las claves para comprender el germen de una nueva “repolitización” de los jóvenes. Éstos, parecerían sentirse más atraídos por ideas que la sociedad ha catalogado como “de derechas” y que se sitúan, eso sí, frente a los mantras enarbolados por la izquierda identitaria actual.