La crisis de la COVID-19 ha provocado un cambio de modelo de negocio en las empresas occidentales, que se replantean las inversiones en el gigante asiático al percibir el riesgo de tener las cadenas de valor tan deslocalizadas
El ritmo de crecimiento de la economía de China disminuyó en el tercer trimestre del 2021, alcanzando 4,9% interanual frente al 7,9% del segundo trimestre. Todo, a causa del riesgo de default de Evergrande, la escasez de del mercado eléctrico y las dificultades internas del propio país.
La segunda potencia más grande del mundo está sufriendo y parece evidente la necesidad de un cambio de modelo estructural donde la economía no dependa tanto de las exportaciones y pueda confiar más en sí misma. La crisis de la COVID-19 ha provocado un cambio de modelo de negocio en las empresas occidentales, que se replantean las inversiones en el gigante asiático al percibir el riesgo de tener las cadenas de valor tan deslocalizadas. Asimismo, el deterioro de las relaciones con algunos de sus socios comerciales y la dependencia de una estrategia de desarrollo orientada a la exportación (o “circulación externa”) han sido la gota que ha colmado el vaso para que los líderes chinos vean su modelo económico insostenible.
La pandemia, aunque muchos piensen lo contrario, ha puesto de manifiesto el sufrimiento que, desde hace tiempo, padece la economía china. Desde más de 10 años el PIB chino ha dejado de crecer con doble dígito, y al analizar los datos, se observa una tendencia bajista del indicador, que muestra la obligación de un cambio estructural. El COVID-19 pueda servir para dar ese nuevo impulso.
En marzo del 2021, el gobierno de Xi Jinping anunció el plan quinquenal para 2021-2025 promoviendo una nueva estrategia económica bautizada con el nombre “prosperidad común”. Dicha estrategia está orientada hacia el mercado interno con objeto de impulsar el crecimiento de la clase media. El proceso implicará un aumento de los salarios y una mejora de las condiciones laborales para que los connacionales tengan recursos y tiempo para elevar su propio consumo. A través de su llamada estrategia de circulación dual, China quiere crear gradualmente un nuevo modelo de desarrollo en el que la circulación nacional juegue un papel cada vez más dominante. El término modelo de desarrollo de “circulación dual” se refiere a la interacción entre la “circulación nacional” de la producción, la distribución y el consumo interior y la “circulación internacional”, es decir, la relación con otros países.
La circulación internacional ha sido el foco de China durante las últimas décadas. Su modelo de desarrollo orientado a la exportación desde la reforma política de Deng Xiaoping en 1978 . Cambiar el enfoque hacia la circulación nacional y crear una clase media estable, no ha sido una idea completamente nueva para el gobierno chino.
En el año 2001, cuando China entró en el OMC, se prometieron unas reformas estructurales similares, pero se prefirió seguir por el camino “cómodo” impulsando un modelo económico centrado en la exportación de productos y en acoger las deslocalizaciones de las empresas occidentales ofreciendo costes laborales muy bajos.
Hoy en día, el cambio parece necesario frente a los desafíos que el Gobierno de Beijing tiene frente su población.
En primer lugar, la contracción del tamaño del hogar promedio en China, que en 2019 ha bajado de 3 personas por hogar, tocando los 2.92 . La disminución refleja dos puntos importantes. Por un lado, la caída de la fertilidad total que, según el Censo de Población publicado en 2020 por la Oficina Nacional de Estadistica, ha disminuido de 1,6 nacidos vivos por mujer en 2017 a 1,3 en 2020. Por otro, muestra el hecho de que las personas tienden a retrasar el matrimonio y tener hijos más tarde, presentando una casi desobediencia a los planes del gobierno.
La segunda cuestión está relacionada con el envejecimiento. La población de 65 años o más de China continental llegó a los 190,6 millones en 2020, 71,7 millones más que en 2010, según el Censo de Población . Como se observa en el gráfico adjunto, la ratio de dependencia ha ido aumentando en los últimos 10 años, subiendo principalmente por el envejecimiento de la nación. Esta tendencia afectará a la sostenibilidad de los sistemas de pensiones y de sanidad, los cuales tendrán que reformarse tomando en cuenta los cambios demográficos.
Finalmente, la epidemia ha cambiado el comportamiento de planificación a largo plazo de los consumidores jóvenes, con respecto a su situación financiera y a sus perspectivas del futuro. China está viviendo su propia versión de la “Gran Resignación”, con una generación de trabajadores jóvenes más desencantados por sus perspectivas y desanimados por los salarios relativamente bajos en los centros manufactureros que impulsaron el ascenso económico del país. Las autoridades de Beijing advierten sobre una creciente escasez de trabajadores en su industria tecnológica, un desafío para el liderazgo de China mientras trata de dirigir la economía nacional hacia sectores más cualificados .
Para el gobierno chino, estas tendencias representan una amenaza para sus objetivos de impulsar el crecimiento de la población y crear ciudadanos más productivos y una economía basada en el consumo. En este contexto, se explica la política anunciada el pasado mayo que permite tener tres hijos a las familias. Siguiendo en esta línea, se ha publicado recientemente un video del presidente Xi Jinping defendiendo la importancia de cada trabajo mientras ayude a la economía del país: “Para la mayoría, no hay diferencia entre la bajeza o la nobleza del trabajo de uno. Mientras la sociedad te necesite, mientras seas respetado y ganes un salario decente, ese es un buen trabajo”.
Sus palabras quieren motivar a los jóvenes chinos a poner su confianza en el gobierno y su país. Sin embargo, las percepciones son difíciles de cambiar, especialmente cuando la realidad es tan clara y el futuro tan oscuro. China se encuentra en una encrucijada. O se convierte en una economía desarrollada o queda atrapada en la trampa de las economías en vías de desarrollo por falta de transformación.
Se plantea por tanto un dilema para la economía china: insistir en el lado de la oferta absorbido por las exportaciones y el bajo coste de mano de obra o centrarse en reequilibrar la demanda interna mediante la mejora de la calidad de vida, una reducción de tasas de crecimiento y un cambio de modelo.