José Antonio Pardines: el olvido del primer asesinato de ETA

José Antonio Pardines: el olvido del primer asesinato de ETA

El 7 de junio de 1968 era asesinado en Aduna el guardia civil de 25 años José Antonio Pardines Arcay, primera víctima mortal de ETA. Dicho crimen supuso un punto de inflexión en nuestra historia y España cambió para siempre.

El día se había alzado nublado en Villabona. Durante breves instantes, entre las nubes se colaban los rayos del sol, anticipando el bochorno de las tardes estivales guipuzcoanas. Aquel viernes 7 de junio de 1968 todo transcurría con normalidad allí, aunque los vecinos esperaban impacientes la finalización de las obras de la maltrecha N-I, que les conectaba con Aduna. “¡Más de un susto nos hemos llevado en esa carretera!”, era la consigna que se escuchaba con frecuencia en las calles del pueblo.

Para facilitar en tránsito de los vehículos, allí se encontraban dos agentes del Destacamento de la Agrupación de Tráfico de San Sebastián: Félix de Diego y José Antonio Pardines Arcay. Ambos guardias civiles se estaban ocupando, con su meticulosidad cotidiana, de desviar a todos los coches procedentes de San Sebastián a través del puente del río Oria, cada uno en un extremo de la carretera.

El día estaba siendo uno más para los agentes, en el que cumplían su servicio con la entrega habitual. Sin embargo, a las 17:30, un Seat 850 Coupé blanco con matrícula Z-73497, en el que viajaban dos jóvenes, llamó la atención de Pardines. Raudo, arrancó su motocicleta y fue tras el coche, al que hizo señas para que se detuviera a la altura del kilómetro 446,5 en Aduna. Ante la sospecha de que el vehículo fuera robado, Pardines se acercó a la ventanilla y solicitó a uno de los muchachos la documentación del automóvil.

Con inquietud, el guardia civil manifestó en voz alta que la matrícula -que estaba doblada- y el número de bastidor del coche no coincidían. Sin saberlo, había expresado sus últimas palabras, pues uno de los ocupantes del vehículo, Francisco Javier “Txabi” Etxebarrieta, sacó una pistola Astra 400 y disparó contra Pardines. Al ver al guardia civil caer boca arriba y observar cómo le disparaban dos tiros más en el pecho, el camionero navarro Fermín Garcés frenó en seco y salió apresurado tras los verdugos al grito de “¡Quietos, asesinos!”. Este agarró por la pechera a Iñaki Sarasketa, el otro ocupante del Seat 850. No obstante, Etxebarrieta empuñó de nuevo su arma y apuntó a la cabeza a Garcés, por lo que tuvo retroceder.

Los asesinos emprendieron entonces su huida y los testigos del crimen avisaron al otro guardia civil, Félix de Diego, quien elevó la noticia e inició la búsqueda y persecución de los criminales. Estos se habían ocultado en la casa de un colaborador en Tolosa, donde la Guardia Civil se había desplegado para la captura de los pistoleros. Horas más tarde, reanudaron su huida, pero fueron localizados por otra pareja de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil en el paraje tolosarra de Benta Haundi. Se inició entonces un tiroteo entre los agentes y los asesinos, en el que murió Txabi Etxebarrieta. El otro implicado en el asesinato de Pardines, Iñaki Sarasketa, pese a resultar herido, logró huir, pero fue detenido poco después en una iglesia cercana en la que se había refugiado. Este fue condenado a muerte, pena que se conmutó por la cadena perpetua, y liberado en 1977, beneficiado por la amnistía general.

Este episodio podría ser uno más de la historia criminal de España. Sin embargo, inauguró una lista de asesinatos que alcanzó los 853. Etxebarrieta y Sarasketa eran miembros ETA y el guardia civil José Antonio Pardines Arcay la primera víctima mortal de la banda terrorista. Así, el 7 de junio de 1968 se produjo un punto de inflexión en nuestra historia, del que se han cumplido 55 años, y España cambió para siempre.

Sin embargo, la memoria de Pardines, cuya muerte significó el inicio de medio siglo de terror y asesinatos, no solo ha sido empujada hacia el olvido, sino que, desde hace años, desde la izquierda abertzale se le da trato de héroe a Etxeberrieta, su verdugo. Esta afirmación se ejemplifica a través del homenaje celebrado el pasado miércoles en la bilbaína Plaza de Unamuno en su honor. De hecho, esta misma izquierda abertzale se ha encargado de erigir la figura de Etxebarrieta en “intelectual”, en lugar del terrorista asesino que fue. Los homenajes a este se extendieron también a Tolosa, lugar donde murió.

Es más, en 2018 el arquitecto Iñaki Uriarte, según cuenta Europa press, solicitó que el paraje de Benta Haundi fuera declarado Bien Cultural con la categoría de Sitio Histórico. Ante dicho disparate, el COVITE advirtió que darle ese estatus al lugar en el que murió el primer asesino de ETA sería “especialmente indigno” y supondría “un peligro para las nuevas generaciones, que pueden crecer teniendo como referente a un terrorista que abrió la veda a los más de 850 crímenes de ETA”.

En el momento en el que fue asesinado, José Antonio Pardines tenía 25 años y había cumplido su sueño de ser guardia civil, al igual que su padre y abuelo, subido sobre una motocicleta, su otra pasión. Esa tarde del 7 de junio de 1968 también marcó la vida del camionero que, con valentía, se enfrentó a los dos etarras, Fermín Garcés, quien decidió ingresar en la “Benemérita” meses después del suceso. Por su parte, Félix de Diego, compañero de Pardines esa fatídica tarde, sería también asesinado por ETA el 31 de enero de 1979 en el Bar Herrería de Irún, delante de su mujer Dolores Echevarría, disparado a quemarropa.

            Mientras el asesino de Pardines recibía, para vergüenza de toda nuestra sociedad, homenajes en Bilbao y Tolosa -ceremonias convertidas en una costumbre para la izquierda abertzale-, la memoria del guardia civil era honrada en silencio en su Malpica natal, como todos los años en esa fecha, y por sus compañeros de profesión en la carretera entre Villabona y Aduna, lugar en el que cayó en acto de servicio.

            Todos los actos de conmemoración en honor de etarras y asesinos o su inclusión en listas electorales en partidos como EH Bildu, son una evidencia de que ETA ha dejado de matar, pero se ha reconvertido. Mientras ocurre este blanqueamiento del terrorismo y se impone el olvido, las víctimas, a las que se debe asegurar la memoria, la justicia y la verdad, siguen siendo ninguneadas por el cinismo de los grandes partidos y gobernantes. No obstante, todavía muchos españoles no olvidamos a los 853 asesinados, a los más de 2.600 heridos, a los casi 90 secuestrados y a los familiares de todos ellos, por quienes clamamos honor, respeto y dignidad.

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