Afirmar, como hizo Verstrynge rodeada de ministras y agasajada por un periodista afín, que la Monarquía Constitucional española se sustenta en el derecho divino supone desconocer los avances que las revoluciones liberales hicieron en materia de secularización tanto del rol como de la legitimidad monárquica.
Hace una semana las nuevas cabezas visibles de Podemos (la ministra Irene Montero, la nueva secretaria general y también ministra, Ione Belarra, la condenada por atentado contra la autoridad, ex líder del partido en la Comunidad de Madrid y actual portavoz nacional del partido, Isa Serra, la diputada Pilar Garrido y la secretaria de Derechos LGTBI, Ángela Rodríguez Pam) celebraron un acto en el cual volvieron a demostrar las raíces revolucionarias que anidan en dicho partido.
Dicho acto, celebrado con motivo de una entrevista coral para el digital el Huffington Post, nos dejó una de las explicaciones más inverosímiles sobre la posición de las lideresas y del partido acerca de la Monarquía Constitucional en España. Ésta, verbalizada por Lilith Verstrynge, hacía referencia a que el rey (o, en el hipotético que se formulaba, la futura reina Leonor) lo es por origen divino, por una especie de privilegio consagrado en sus genes y amparado por la tradición religiosa.
Verstrynge, supuestamente historiadora y politóloga de formación, hacía referencia, de manera velada, a la teoría del origen divino del poder del rey (tan brillantemente formulada en el siglo XVII por el arzobispo francés, Jacques Bénigne Bossuet). Remontarse a esta teoría para explicar el funcionamiento de la Corona en la España actual o bien nos muestra la ignorancia de quien la profiere o su mala fe.
Afirmar, como hizo Verstrynge rodeada de ministras y agasajada por un periodista afín, que la Monarquía Constitucional española se sustenta en el derecho divino supone desconocer los avances que las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII y del XIX hicieron en materia de secularización tanto del rol como de la legitimidad monárquica.
Ésta no sería, en la actualidad, sino el poder neutro que teorizó el pensador político francosuizo, Benjamín Constant. En España la monarquía de Felipe VI recibe su legitimidad de la Constitución, un texto que nos ha proporcionado una estabilidad institucional y un periodo de prosperidad nada desdeñable.
Sin embargo, las responsables de Podemos, al proferir este tipo de afirmaciones sobre la institución, no hacen sino mostrarnos las costuras que unen a este Gobierno.
Mientras el PSOE (o algunos sectores de él, como el representado por la ministra de Defensa, Margarita Robles) trata de convertirse en el garante de la Monarquía (aunque ello le lleve, por ejemplo, a impedir la presencia del rey en la apertura del año judicial en Cataluña), Podemos muestra la verdadera cara del Ejecutivo. Un gobierno de coalición sostenido por partidos cuyo respeto a la Constitución debería ser considerado, cuando menos, dudoso como ERC, EH Bildu o, incluso, el Partido Nacionalista Vasco.
La táctica de Pedro Sánchez está clara: utilizar a Podemos como una marioneta de corte radical y revolucionario mientras impone un programa personalista cuyo fin último (como demuestra la remodelación que ha hecho de su Consejo de Ministros) no es sino mantenerse en el poder.
En definitiva, la retórica cada vez más radical a la que se vería abocado el partido morado no sería sino la forma en la que tiene el presidente del Gobierno de distinguirse como un hombre de Estado, listo para forjar unos consensos que la derecha “autoritaria”, “posfranquista” y de otra época, desdeña.
De esta forma con este burdo cuestionamiento de la legitimidad de la Monarquía Constitucional, Podemos se ve abocado a traicionar, por enésima vez, su espíritu fundacional, aquel que le llevaba a superar el eje izquierda/ derecha y se muestra cada vez más impotente para distinguirse de un PSOE y de un Sánchez, cuya moderación no es sino un señuelo.