Las universidades estadounidenses ante el ataque terrorista de Hamás

Las universidades estadounidenses ante el ataque terrorista de Hamás

Estudiantes de todo Estados Unidos y Europa han salido a las calles para defender lo indefendible o “contextualizar” aquello que ningún contexto puede justificar: asesinatos en masa y violaciones en grupo en Tierra Santa el 7 de octubre. Muchos de sus mayores se preguntan ahora cómo es posible que unos muchachos a los que ellos mismos educaron para comportarse como seres civilizados reaccionen de semejante manera ante la barbarie.

Evidentemente, le corresponde a la sociedad responder a esa pregunta. Aun así, algunas personas con poder económico y legal ya han tomado la iniciativa para corregir la confusión moral que se ha apoderado de las universidades tras los atentados de Hamás. En Estados Unidos, antiguos alumnos, ahora multimillonarios, están reteniendo las donaciones a estas universidades de élite. Algunos políticos, como el gobernador de Florida Ron DeSantis, también han intentado establecer cierto orden en las universidades públicas.

Lo que más ha llamado la atención ha sido la actitud de los benefactores de esas instituciones ya que, como es evidente, cortarles una fuente importante de financiación perjudicará a estas últimas. Bien es cierto que las universidades de élite de la Ivy League (como Harvard, la Universidad de Pensilvania, Brown, etc.) cuentan con ingresos de miles de millones de dólares, por lo que la salida de unos pocos benefactores les perjudicará menos que a las universidades públicas.

Sin embargo, gran parte de la atención generada durante estas crisis suele recaer en estas universidades de élite, y han sido estas las que más se han equivocado en una época que exige la máxima claridad moral. Tampoco se sabe si se producirá un efecto en cascada, y es posible que los donantes más pequeños se replanteen sus contribuciones. Es muy gratificante llevar ropa de deporte con el logotipo de tu universidad y poner su calcomanía en la parte trasera de tu coche, pero hay quien se lo va a pensar ante el antisemitismo y las violaciones en masa.

Además, los donantes han dado a conocer públicamente su posición, lo que ha acabado avergonzando a la dirección de esas mismas universidades. Una de las mejores cartas publicadas es la que el multimillonario David Magerman ha enviado a la Universidad de Pensilvania por la tibia respuesta a la crisis que dio su presidenta, Liz Magill.

“Durante el último mes, me he sentido profundamente avergonzado por mi asociación y apoyo a la Universidad de Pensilvania”, declara Magerman en su carta del 15 de octubre. “La dirección de la Universidad no ha mostrado los valores que espero de una institución que pretende educar a los jóvenes y prepararlos para ser líderes comprometidos con el bien en todo el mundo”.

Magerman señala además que Marc Rowan, otro multimillonario donante de la Universidad de Pennsylvania, “ha pedido que Magill sea despedida en respuesta a su ausencia de liderazgo, pero creo que su despido es innecesario. No servirá para nada. Si la Universidad de Pensilvania, en tanto que institución, ha llegado a tal desnortamiento moral que ya no es capaz de reconocer el mal cuando lo tiene delante, estoy convencido de que no se conseguirá nada con su sustitución. Francamente, me temo que ya no se pueda hacer nada para salvar la universidad, salvo reconstruir sus cimientos morales desde cero”.

Esta última afirmación refleja cómo muchos norteamericanos, no sólo los de la clase a la que pertenecen los donantes, están reaccionando ante la confusión moral de la que han hecho gala los campus tras la masacre de Hamás. Hay que hacer algo más en las universidades si queremos reconstruirlas como centros morales dedicados a descubrir la verdad y a instruir a las futuras generaciones acerca de las mejores decisiones para nuestras sociedades. En este momento, muchos tienen claro que las universidades se han convertido en todo lo contrario: lugares donde un profesorado marxista se dedica a adoctrinar a los jóvenes.

El gobernador Ron De Santis se cuenta entre los políticos que han empezado a tomar la iniciativa. El gobernador ha dado instrucciones a Ray Rodrigues, rector del sistema universitario de Florida, para que desactive al grupo pro palestino Estudiantes Nacionales por la Justicia en Palestina, responsable de la organización de las manifestaciones más antisemitas en los campus norteamericanos tras la masacre.

Ayudar a Ron DeSantis en esta tarea es oponerse a la asociación SJP (Students for Justice in Palestine) que defiende las atrocidades de Hamás bajo la etiqueta de “Operación Inundación de Al-Aqsa”. La SJP llega a afirmar que “nosotros, como estudiantes palestinos en el exilio, no somos solidarios con este movimiento, sino que formamos PARTE de él”. En vista de la publicación de un comunicado como este, que puede ser considerado una declaración de que la SJP no sólo apoya a los terroristas, sino que de hecho forma parte de ellos, el gobernador DeSantis instó a Rodrigues a disolver las secciones de la organización en las universidades de Florida.

En Europa, cuyas universidades dependen menos de los donantes particulares y donde existe menor descentralización y menos federalismo en el interior de cada país (el crecimiento de la UE ha sido tal que ahora se llama federalismo al gobierno de los Estados nación, aunque dejaremos este asunto para otro día), han sido los Gobiernos nacionales y las ciudades los que han empezado a tomar decisiones.

En Francia, el 12 de octubre, el presidente Emmanuel Macron ordenó que su ministro del Interior prohibiera todas las manifestaciones en favor de Palestina, con el fin de contener el crecimiento de los actos antisemitas. Justo cuando la policía francesa empezaba a utilizar gases lacrimógenos para disipar las manifestaciones a favor de Hamás, Macron apareció en televisión y declaró: “No importemos aventuras ideológicas a Francia, ni por imitación ni por proyección. No debemos abrir más fracturas nacionales (…) a las fracturas internacionales. Hemos de permanecer unidos”.

El Ayuntamiento de Berlín, por su parte, está aplicando estrictamente la prohibición de manifestaciones en favor de Hamás. Intenta así evitar escenas en las que decenas de miles de manifestantes defienden a los terroristas, como está ocurriendo en diversas ciudades del Reino Unido.

Estas iniciativas de donantes, gobernadores, presidentes y alcaldes son muy loables, pero, por muy necesarias que sean, se limitan a tratar los síntomas sin curar la enfermedad. Cuando vuelva la calma, la sociedad tendrá que preguntarse qué hemos permitido que suceda entre los jóvenes y entre las poblaciones de inmigrantes. En décadas pasadas se hicieron grandes esfuerzos por inculcarles valores nacionales. Ahora empezamos a ver lo que ocurre cuando dejamos de hacerlo.

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