Le Monde y la polarización política en Francia

Le Monde y la polarización política en Francia

No es viable reivindicar la diversidad de Francia mientras se mira hacia otro lado ante aquellos que buscan acabar con ella.

El diario francés reivindica la diversidad de Francia en una serie de reportajes que trata de imponer una visión idílica del país para hacer frente a la visión «caricaturesca» que quieren hacer creer «los profetas y empresarios del odio».

Le Monde entra en campaña electoral. A pocos meses de que se celebre la primera vuelta de las elecciones presidenciales en el país vecino, el diario francés toma parte de la carrera por llegar al Elíseo y publica una serie de reportajes a gran escala, con 100 periodistas desplazados a lo largo y ancho del país, con el objetivo de combatir los discursos de odio.

Desde el punto de vista periodístico hay que reconocer el esfuerzo de Le Monde. Los reportajes son profundos, están trabajados y muestran la realidad de millones de personas en todo el país. Una loa a la diversidad de Francia, a las diferencias culturales entre las regiones del norte y del sur y a la unión en torno a los valores republicanos, la identidad y las raíces comunes. Una reivindicación  de la patria y la forma de vida de sus ciudadanos.

Le Monde acompaña los reportajes con un extenso editorial en el que defiende la importancia de estas piezas frente a la “visión caricaturesca que quieren hacer creer los profetas y empresarios del odio”, en clara alusión a las corrientes políticas que denuncian -llevan años haciéndolo- la crisis de la sociedad francesa, el fracaso de las políticas de asimilación y la desaparición del Estado en los barrios y localidades periféricas de las grandes ciudades.

«El escenario de la guerra civil es falso. Francia no se parece a ese estereotipo de una nación que se resume en violencia y miedo y cuyo debate público deba limitarse a la inmigración, la inseguridad y las cuestiones identitarias», sentencia el editorial que pretende girar el foco de la crisis multicultural a cuestiones tales como el cambio climático o las desigualdades sociales.

“Si nos alejamos de los platós tv y cadenas de opinión, de los sondeos y de las redes sociales y, en su lugar, abrimos bien los ojos, la sociedad francesa aparece infinitamente más compleja y rica que el retrato que se nos hace llegar”, concluye el medio.

Que Le Monde reivindique la pluralidad de Francia es sin duda una gran noticia, el problema es que el diario francés confunde -unos dirán que con intenciones políticas, otros que por puro desconocimiento- los culpables de acabar con ésta, erra al señalar a los protagonistas del proceso de autodestrucción del país y construye una falsa encrucijada en la que no es posible denunciar el auge del islamismo y la desigualdad social.

Su editorial busca posponer un debate crucial para el futuro de Francia, una cuestión civilizatoria, cuya resolución está destinada a marcar la vida de generaciones y generaciones de ciudadanos franceses. El debate sobre el islamismo, sobre la construcción de guetos islámicos al margen del ordenamiento jurídico, no es únicamente una cuestión electoral por más que marque campañas y debates. Hoy derechas e izquierdas, patriotas y globalistas, discuten por igual sobre el alcance de este fenómeno y sobre su gravedad.

No es posible abordar la cuestión climática o las desigualdades sociales sin resolver el problema del islamismo. No es viable reivindicar la diversidad de Francia mientras se mira hacia otro lado ante aquellos que buscan acabar con ella. Y esto es algo de lo que ya dio cuenta Emmanuel Macron el pasado año, cuando presentó un plan para controlar el separatismo islámico y colocó a su ministro del Interior, Gérald Darmanin, como rostro duro para frenar la desintegración del Estado.

Le Monde opta sin embargo por no llamar a las cosas por su nombre, por desviar la atención de los problemas reales y vender una Francia idílica que ya no existe, o al menos no en la totalidad del país. Porque donde la continuidad histórica, la libertad de los franceses y los derechos humanos están en riesgo es allí donde la sharía ya ha sustituido a las leyes francesas.

Y sirva un ejemplo de este mismo martes para ilustrar esta realidad: un joven comenzó a gritar «Alá es grande» durante un homenaje al profesor Samuel Paty en Valence. Cuando fue castigado por los directores del centro, su padre acudió a las instalaciones, respaldó sus afirmaciones y acabó detenido por la gendarmería.  Francia y sus verdaderos polarizadores.

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