Lecciones europeas frente al proceso electoral español

Lecciones europeas frente al proceso electoral español

Recuerdo un discurso de Viktor Orbán en el que aludía no solo a la hegemonía mediática y cultural de la izquierda, también a su dimensión psicológica, una especie de reflejo de Pavlov que nos empuja a adoptar su marco mental, sus dogmas, su lenguaje.

Personalmente, he encajado el mazado electoral  y el más que probable gobierno Frankenstein aumentado con la vista puesta en la próxima gran batalla electoral, con permiso de los comicios en Polonia: las elecciones europeas de junio de 2024. Una cita crucial que medirá las fuerzas entre federalistas hegemónicos en la burbuja bruselense y partidarios de la UE original, la que solía atenerse a sus competencias y respetaba  las identidades de los Estados miembros.

Cada país tiene sus peculiaridades y como dicen los franceses, “comparaison n’est pas raison”. No obstante, sí conviene presentarse a los comicios europeos con algunas lecciones aprendidas del desastre electoral español. Concretamente:

  • La hegemonía de la izquierda es más que cultural, es psicológica: recuerdo un discurso de Viktor Orbán en el que aludía no solo a la hegemonía mediática y cultural de la izquierda, también a su dimensión psicológica, una especie de reflejo de Pavlov que nos empuja a adoptar su marco mental, sus dogmas, su lenguaje. Este sagaz apunte me atravesó la mente como un latigazo al contemplar el estupefaciente “todos contra uno” en dos actos, contra VOX, antes y después de las elecciones. Tanto rencor, tanta mala fe, tanta mentalidad gregaria solo pueden explicarse con una buena dosis de “inconsciente”, como un temor atávico a disgustar, a portarse mal ante una venerable autoridad, a desviarse de las reglas no escritas, a actuar con mal gusto.  Un condicionamiento mental que explica en gran parte el comportamiento de los medios no de izquierda (no sé si llamarles de derechas) y de sectores del Partido Popular. Un comportamiento ajeno a cualquier lógica, suicida, pero real. En Europa, no es más de lo mismo, es bastante más que eso: si hay un lugar en el viejo continente en el que el pluralismo brilla por su ausencia, en la que esta hegemonía psicológica se palpa, ese es Bruselas. Ni un atisbo de debate o de pensamiento crítico, una burbuja monolítica que vibra al son de la verdad revelada de los “valores europeos”. En las naciones europeas, se escuchan los tambores de la disidencia y empiezan a temblar los cimientos; en esta Bruselas endogámica, apenas se percibe el eco. De ésta apabullante supremacía derivan las otras lecciones.

  • El Partido Popular Europeo, el guardián europeo de las esencias de la izquierda: algunos siguen perplejos ante la esquizofrenia de un Partido Popular que pacta con VOX de puntillas mientras reniega de él con aspavientos de converso y haciendo suyo el discurso de un Partido Socialista que lo ningunea. Pues bien, en Bruselas y Estrasburgo, el Partido Popular Europeo ni siquiera tiene que sufrir humillaciones porque ya es parte integrante de la pandilla del consenso, la coalición “diversa e inclusiva” que abarca liberales, socialistas, (los mal llamados) verdes y (los bien llamados) comunistas. Un quinteto que toca la partitura del “cordón sanitario” con asombrosa armonía, a menudo, con el PPE de solista asumiendo con toda naturalidad los planteamientos que la mayoría de sus votantes cuestionan. No sé si el  PPE de Manfred Weber es la caricatura o el modelo del PP, pero su reflejo atávico en Europa es casarse con la izquierda antes de, ni siquiera, hablar con la derecha, En definitiva,  una coalición Frankenstein europea con el PPE de prima donna.

  • El papel decisivo de los medios de comunicación tradicionales (legacy media): lo dijo sin tapujos Viktor Orbán en la CPAC de 2022 “se necesitan medios afines para ganar batallas políticas, punto. En cuanto una figura conservadora emerge, se la critica, ataca, difama y demoniza”. Sin medios dispuestos desmontar las falacias de la izquierda, resulta casi imposible convencer en las urnas. En el caso de VOX, el diagnóstico se queda corto, porque a la caza de brujas habitual de los medios de izquierda se unieron ufanos y teledirigidos los medios supuestamente de derechas. Tontos útiles en nombre del voto útil. Las redes sociales permiten contrarrestar el monopolio informativo, pero solo en parte. A nivel europeo, esa falta de pluralismo informativo que tanto lastra las democracias nacionales alcanza su paroxismo. Hasta hace unos meses, no existían medios “disonantes” y los valientes que osan dar el paso son guerrilleros, pioneros que se enfrentan al boicot y el ninguneo en cuanto ponen una pica en Flandes. Y no hace falta ser adivino para vaticinar que la campaña de las europeas será igual de sucia y de simplista que la que padecieron los españoles. La inmensa mayoría de los medios sustituirán  “machista” por “eurófobo” , “franquista” por “populista e iliberal” y se coordinarán a nivel europeo para que la opinión publicada divida a la opinión pública entre virtuosos eurófilos y malvados eurófobos, ensalzando a los primero y silenciando a los segundos.  En Europa, mediáticamente, llueve y lloverá a trombas sobre mojado.

  • Choque frontal con la realidad: migración y agenda verde: la hegemonía cultural y psicológica de la izquierda es tal en Europa occidental, que los partidos conservadores solo pueden sortearla a través de un brutal choque de realidad. A la hora de convencer, la izquierda puede levitar en la ideología; la derecha, en cambio, tiene que asumir la carga de la prueba, y demostrar las consecuencias reales de los delirios ideológicos. Decía Charles Péguy, el inmenso escritor conservador francés, « es necesario decir lo que uno ve; sobre todo, y ésto es más difícil, ver lo que uno ve”. La saturación ideológica progresista alcanza niveles narcóticos, a base de eslóganes buenistas y de un prêt-à-penser facilón, destilan un embrujo del que el votante solo puede despertar con un brutal choque de realidad. Por ejemplo, sintiendo  en sus propias carnes los efectos de la migración descontrolada o de la agenda verde. Acaso tendría Suecia una coalición de derechas si Malmö no fuera una ciudad sin ley? ¿Estaría Marine Le Pen encabezando las encuestas sin el descontento de los Gilets Jaunes, de los agricultores y el empobrecimiento de las clases medias? y  O, mejor dicho, ¿ hubiese llegado Meloni al poder solo defendiendo la familia tradicional como Sánchez se va a perpetuar en el poder a base de “feminismo” y “progreso” frente a la “ultra derecha” ? Pregunta retórica. Porque dieron la batalla cultural durante décadas (más bien un paseo, porque no hubo resistencia alguna), ganar elecciones con ideas es, desgraciadamente, un privilegio de la izquierda y la UE es probablemente su principal laboratorio. No obstante, está Bruselas tan ebria de ideología multicultural y verde que sobran motivos para el descontento ciudadano a escala continental: porque estos ya pueden darse de bruces con las consecuencias reales. El fracasado “Pacto Migratorio” y el infausto “Green Deal” serán junto con la guerra en Ucrania, los grandes temas de la campaña electoral y serán decisivos para que las fuerzas conservadoras ganen terreno en el Parlamento Europeo. No obstante, probablemente, no lo serán otros temas igual de cruciales pero menos tangibles como la ideología trans, de género o el carácter antidemocrático de la Agenda 2030. Lo siento, lo deploro, pero ni los electores están maduros ni (y esto es revelador de la hegemonía progresista) son temas consensuales entre la derecha europea.

El movimiento conservador es pragmático por naturaleza; desgraciadamente, de momento, también tiene que serlo por necesidad. ¿Significa esto abandonar la batalla de las ideas? Al contrario, significa redoblarla para disipar el hechizo ideológico que durante décadas ha colonizado mentes y sigue secuestrando el debate político. Pero también significa asumir que a corto plazo, la realidad es un mejor aliado que las ideas. Sobre todo a nivel europeo. 

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