Inácio Lula da Silva es, como es bien sabido, el presidente cada vez más dictatorial de Brasil.
La condescendencia que demuestran con él la Administración Biden y sus aliados en el Congreso está dejando de ser desconcertante para convertirse en una realidad perjudicial para los intereses nacionales norteamericanos. Lula es un enemigo de Estados Unidos y está ansioso por aumentar la presencia de China en el hemisferio sur. ¿Por qué actúa de esta manera la administración?
“Ven a Bolsonaro como a un Trump al sur de la frontera,” me ha confiado un miembro del Congreso, refiriéndose a Jair Bolsonaro, ex presidente de Brasil y opositor de Lula en las elecciones de 2022. Los presidentes Bolsonaro y Trump comparten personalidades similares y, de hecho, establecieron una colaboración muy estrecha cuando ambos lideraban las dos democracias más pobladas del continente americano.
Ahora bien, ¿es ese un motivo suficiente para subvertir los intereses norteamericanos? La última medida de la que ha salido indemne el gobierno cada vez más autoritario de Lula se produjo este mismo mes, cuando la Comisión de Derechos Humanos Tom Lantos – cuyo nombre se debe al difunto representante californiano por su conocida inclinación al consenso –, de la Cámara de Representantes, canceló de pronto una audiencia programada, sobre temas de su incumbencia, con líderes de la oposición, periodistas y activistas brasileños. Fue James McGovern (Demócrata por Massachusets), el copresidente de la Comisión, quien tomó la medida, sumamente desacostumbrada, de suspender la audiencia.
La composición de esta Comisión resulta excepcional en el Capitolio. Es, estatutariamente, no partidista y tiene dos copresidentes, en lugar de uno perteneciente a la mayoría, como ocurre en el resto de los comités.
El gabinete del parlamentario McGovern ha rechazado la sugerencia de que se suspendiera la audiencia para encubrir a Lula, alegando que los Republicanos habían invitado como testigo a Gustavo Gayer, un miembro del Parlamento brasileño. “Resultaba inusual, y sin precedentes, invitar a declarar a un parlamentario en ejercicio”, me declaró un empleado de la oficina de McGovern. Los Republicanos respondieron que era algo que ya había sucedido en el pasado.
Lo que está claro es que fue una oportunidad perdida, ya que una audiencia habría atraído tanta atención que podría incluso haber frenado el abuso de poder de Lula. Los brasileños han quedado claramente descontentos con McGovern y se llevaron la impresión de que Lula había vuelto a contactar con sus amigos en Washington para impedir que se examinara su historial. Según un funcionario brasileño, Lula y su equipo suelen estar en contacto con políticos norteamericanos de izquierdas, como Bernie Sanders.
La cancelación se produjo en el último minuto, después de que unos 50 brasileños, incluidos varios miembros del Congreso, viajaron a Washington para testificar. También iba a actuar como testigo Andrés Martínez, experto en América Latina de la Fundación Heritage.
Uno de los brasileños llamados a declarar, el periodista Paulo Figueiredo Filho, escribió en X el 8 de marzo que, “para mi sorpresa, ayer recibimos una llamada anunciando que el parlamentario Jim McGovern había cancelado la audiencia y la había pospuesto sine die. Aún peor: el gabinete del representante Chris Smith (Republicano de Nueva Jersey) expresó su perplejidad dado que nunca se había rechazado de esta manera una simple audiencia”.
Así que los brasileños se vieron obligados a ofrecer una rueda de prensa al aire libre delante del Capitolio el 12 de marzo, en una zona llamada House Triangle, con Chris Smith, el otro copresidente de la Comisión, que arremetió contra el historial de Lula.
“Desde finales de 2022, los brasileños han sido objeto de violaciones de derechos humanos cometidos a gran escala por funcionarios brasileños”, dijo Smith a la multitud congregada para asistir a la rueda de prensa. “Las violaciones de derechos documentadas o denunciadas de manera creíble en Brasil -siguió diciendo- incluyen la manipulación política de los procedimientos legales para perseguir a la oposición, incluido el encarcelamiento de figuras de la oposición por cargos espurios; violaciones de la libertad de expresión y de la libertad de prensa, sin descartar la persecución de periodistas, el silenciamiento de los medios de oposición y la prohibición de acceso a las redes sociales a determinadas personas. También se están promulgando leyes de censura apenas disimuladas, que pretenden combatir la llamada desinformación, y se están llevando a cabo numerosas violaciones del Estado de Derecho e irregularidades judiciales”.
Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente y parlamentario desde 2015 (que obtuvo más votos en su reelección de 2018 que cualquier otro legislador en la historia de Brasil), también viajó a Estados Unidos y habló frente al Capitolio.
“Mi país corre peligro de convertirse en una nueva Cuba o en otra Venezuela”, dijo Bolsonaro, citando los dos peores casos de violación de los derechos humanos y de corrupción en el hemisferio sur. “El ridículo supera todos los límites”, subrayó al explicar cómo su padre ha sido investigado por acosar supuestamente a una ballena jorobada mientras iba montado en una moto acuática frente a la costa del Estado de Sao Paulo en junio de 2023.
Al igual que el presidente Trump, el padre de Bolsonaro ha sido objeto de una serie de cargos e investigaciones. El gobierno de Lula le ha retirado el pasaporte. El propio Figueiredo ha sido víctima del descenso de Brasil hacía la oscuridad. Figueiredo, una de las personalidades televisivas más conocidas de Brasil y nieto de un expresidente, ha sido expulsado de redes sociales habiendo perdido 1,5 millones de seguidores. El Estado le ha confiscado el pasaporte y le ha congelado todas las cuentas bancarias.
La Administración Biden no sólo no ha condenado a Lula. Lo ha apoyado. Biden lo llamó por teléfono apenas 45 minutos después de que ganara por el 50,9 por ciento de los votos frente al 49,1 por ciento de Bolsonaro en las elecciones del 31 de octubre de 2022, resultados que fueron muy cuestionados por la oposición.
“¿Y cómo ha correspondido Lula da Silva a todos estos gestos de apoyo?”, preguntó Figueiredo en la rueda de prensa. “Ha ido en contra de todos los intereses norteamericanos a escala mundial, alineando a Brasil con Hamás, Venezuela, Cuba, Rusia, Irán y por supuesto, China. Bajo su liderazgo de los BRICS (el grupo de países encabezado por Brasil, Rusia, Irán, China y Sudáfrica), Brasil ha trabajado activamente con China para poner fin al dominio del dólar como divisa del comercio internacional”
La Administración Biden se ha ganado la reputación de apoyar a líderes extranjeros como Lula, pero también de enemistarse con otros que se identifican con los valores tradicionales estadounidenses, como Javier Milei en Argentina, Víktor Orbán en Hungría, Bibi Netanyahu en Israel y Santiago Peña en Paraguay.
Lo cierto es que fomentar el antiamericanismo por mezquinas disputas ideológicas no es la mejor política exterior.
Descargue el documento completo en el siguiente enlace
20240326_Blog