La acción de Macron muestra la peor y más desafortunada cara de la política. Al presidente galo le importa muy poco el bienestar de los venezolanos y de su democracia si Francia puede sacar tajada haciendo negocios con el dictador.
El pasado siete de noviembre, Emmanuel Macron y Nicolás Maduro se cruzaron en los pasillos de la Cumbre Mundial del Clima realizada en Egipto. El mundo fue testigo del amor que el presidente de la República profesa al tirano de Caracas, pues cuando uno analiza y observa la conversación, la imagen del liberal francés deja mucho que desear, postrándose ante un mafioso y asesino que sonríe y le deriva a uno de sus asesores de confianza.
Lo sucedido, además de representar un insulto a la democracia y a la libertad de millones de venezolanos, es un caso de estudio de gran interés. ¿Qué ha motivado al Presidente francés a tomar esa posición de subordinación? ¿Será la paz y la recuperación de la democracia en el país iberoamericano? Desafortunadamente, probablemente no. De hecho, el blanqueamiento del régimen venezolano, una de las grandes tiranías existentes en América junto a Cuba y Nicaragua, seguro posee razones más prosaicas, vinculadas a cuestiones energéticas o asociadas a la industria extractiva. Y esto, en medio de una cumbre que pretende encontrar soluciones al cambio climático. La doble moral no conoce límites.
La acción de Macron muestra la peor y más desafortunada cara de la política. Al presidente galo le importa muy poco el bienestar de los venezolanos y de su democracia si Francia puede sacar tajada haciendo negocios con el dictador. La cosa es que en política hay que aparentar y lo anterior, el hecho de ganarse unos euros con el tirano, debe ser maquillado de alguna forma. Macron promoverá junto a Colombia, y quizás incluso junto a los Estados Unidos, el desarrollo de nuevas mesas de diálogo con la oposición, esa que vive amordazada y marginada en el país. Se reflexionará sobre la necesidad de integrar a Venezuela nuevamente en la comunidad global con objeto de regularizar su situación y ahí, cuando todo parezca normal, hablamos de negocios en público. Poco importan las víctimas del régimen venezolano, los presos políticos que todavía llenan las cárceles de ese país o los millones de personas que se han visto obligadas a abandonar su país por culpa de la represión y de la miseria que ha generado a lo largo de sus más de veinte años de existencia.
Macron es un fraude. Poco más que decir… Él -se supone- campeón de la democracia liberal, ese que en diciembre de 2021 señalaba a Polonia y a Hungría para que respetasen el Estado de Derecho amenazándoles con no desembolsar los fondos europeos, se postra de forma obscena frente al cacique venezolano, una de las personas más peligrosas del mapa iberoamericano. Un salvaje que ha hundido a su país, destruyendo con ello una de las democracias mas antiguas y estables de la región.
¡Ay Macron! ¿Qué habrá en Venezuela que despierta tu interés y muestra tu peor semblante? La doble moral impregna la política, sobremanera cuando la misma se evidencia en un líder que se presenta ante el mundo como un ejemplo de virtud. Al régimen venezolano, igual que al régimen de Putin y a cualquier dictadura que anula la estructura de derechos y libertades de la gente convirtiendo a los países en fincas, hay que marginarlos, asfixiarles financieramente y presionarles para que abandonen en su empeño de edificar una tiranía. Sólo existe ese camino. Cuando se hacen negocios con ellos, tanto la democracia como la libertad están condenadas. Macron es un cínico y si tiene éxito en su esfuerzo de estrechar relaciones con la dictadura venezolana, esta sobrevivirá en el tiempo imitando a su ejemplo, la Cuba castrista. Malas noticias para la libertad en la Iberosfera.