La izquierda radical causa un gran daño institucional a las democracias iberoamericanas. Si tomamos en cuenta a la isla, los cuatro países más degradados están gobernados, como hemos indicado líneas atrás, por partidos asociados al Foro de Sao Paulo
La democracia liberal corre el riesgo de desaparecer en un gran número de países. La crisis fue detectada a mediados de la pasada década por autores como Steven Levistky, Yasha Mounk o Roberto Stefan Foa. En Iberoamérica, la situación siempre fue compleja. Después de la Segunda Guerra Mundial solo existían tres naciones democráticas en la región: Colombia, que como todo el mundo sabe sufría la amenaza de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); Costa Rica, que siempre ha sido el sistema más estable; y paradójicamente, Venezuela.
La Tercera Ola democrática llegó a Iberoamérica en el año setenta y ocho, cuando Ecuador dejó atrás el gobierno autoritario para convertirse en una democracia. Al país andino le siguieron el resto de naciones en la región, finalizando el proceso en el año 2000. La estabilidad institucional en la Iberosfera, sin embargo, se encuentra en peligro desde inicios del siglo XXI. Es evidente que los sistemas políticos no han sido capaces de responder a las expectativas y preferencias de la ciudadanía. El fracaso económico, el problema de las élites (que se traduce en cuestiones asociadas a una representación que no hace frente a las principales dificultades de la población y en problemas de corrupción) y la aparición de movimientos vinculados al crimen organizado, han puesto a un gran número de países contra las cuerdas.
El Rule of Law Index muestra la evolución de los distintos sistemas políticos a lo largo del tiempo. Gracias a este informe, podemos afirmar que la erosión democrática es más palpable en las naciones gobernadas por una izquierda afín al Foro de Sao Paulo. El índice se compone de ocho factores: Límites al poder gubernamental, ausencia de corrupción, gobierno abierto, derechos fundamentales, orden y seguridad, cumplimiento regulatorio, Justicia civil y Justicia penal.
Cuando observamos la fotografía general, vemos que los peores países en Iberoamérica son, por este orden: Venezuela, Bolivia y Nicaragua. En cuarto lugar, se encuentra Honduras y en quinta posición, México. Obviamente, debemos tener presente que un país como Cuba no tiene espacio en el reporte, pues se trata de una dictadura totalitaria que no conoce el Estado de Derecho.
La izquierda radical causa un gran daño institucional a las democracias iberoamericanas. Si tomamos en cuenta a la isla, los cuatro países más degradados están gobernados, como hemos indicado líneas atrás, por partidos asociados al Foro de Sao Paulo. Lo anterior, debe servir como advertencia al resto de naciones en la región. Si las fuerzas del Foro ganan terreno, parece inevitable la transición hacia el autoritarismo.
En algunos de los indicadores utilizados, las naciones iberoamericanas ocupan las peores posiciones a nivel global. Por ejemplo, en el caso de establecer límites al poder gubernamental. Cuando observamos el ranking, Venezuela y Nicaragua ocupan la posición 86 y 85 respectivamente. La última y penúltima posición. El Socialismo del Siglo XXI edifica un hiperpresidencialismo autoritario que elimina progresivamente la división de poderes existente.
Pero además, ese presidencialismo exacerbado está marcado por unos elevados niveles de corrupción. Con base en dicho informe, Venezuela y Nicaragua se encuentran entre los veinte países más corruptos en la escena mundial.
Estos ingredientes favorecen un estado de arbitrariedad legal que afecta a la protección de los derechos y libertades de las personas. Ambas naciones desconocen los Derechos Humanos fundamentales, condenando con ello a su población. Venezuela y Nicaragua se encuentran en el top quince mundial. Vivir en estos países representa un elevado riesgo para la vida, la libertad y la propiedad de las personas.
Este drama conduce a un Estado sin justicia, marcado por la incertidumbre. Eso es precisamente lo que buscan los gobiernos afines al Foro de Sao Paulo. La inseguridad, la falta de oportunidades y la ausencia de confianza aumentan la dependencia de la población respecto al Estado. Una población sin derechos, sin oportunidades vitales y laborales, es más fácil de vigilar y de controlar. Es cuando se llega a esta situación que los gobiernos manejan las naciones como si fueran fincas, utilizando las instituciones públicas para enriquecer a la oligarquía que se encuentra al mando. Desafortunadamente, esto es lo que tiene lugar en Cuba, Venezuela o Nicaragua. Gobernantes que disfrutan de un gran número de riquezas gracias a los negocios ilícitos que han sido capaces de controlar oprimiendo a la población.
Las naciones iberoamericanas deben tener un mapa claro de la situación. En primer lugar, para evitar que este tipo de movimientos lleguen al poder en sus países, pues como hemos indicado, de ser así la regresión democrática es inevitable. En segundo lugar, para articular acciones que contribuyan a la liberación de estos países y sus respectivas poblaciones. Solo así, con un claro compromiso en favor de la democracia y denunciando sin tapujos a aquellos que amenazan nuestra forma de vida, se puede salvaguardar la libertad y el Estado de Derecho en la Iberosfera.