Socialismo y familia

Socialismo y familia

Marx afirmó que en el comunismo, sería el Estado y no los padres quien se encargaría de la educación de los niños. Los comunistas, escribió en el Manifiesto, “rescatarán la educación de la influencia de la clase dominante”. La creación del “Hombre Nuevo” era la prioridad y la familia, un obstáculo.

La organización Black Lives Matter vuelve a ser noticia por sus escándalos financieros; también ha renovado el interés por el marxismo en general y, en particular, por sus ataques a la familia. Y no sin motivos. No solo la BLM Global Network Foundation -la nave nodriza de BLM- y Marx están en guerra con la institución básica de la sociedad; también lo están la mayoría de los marxistas.

Karl Marx lo dijo en el Manifiesto Comunista de 1848, cuando apeló a la abolición de la familia. Allí, él mismo y su compañero y coautor Friedrich Engels aseveraron que la familia ya no existía entre el proletariado mientras que en la burguesía, la familia era una mera “relación comercial”.

Más importante aún, Marx afirmó que en el comunismo, sería el Estado y no los padres quien se encargaría de la educación de los niños. Los comunistas, escribió en el Manifiesto, “rescatarán la educación de la influencia de la clase dominante”. La creación del “Hombre Nuevo” era la prioridad y la familia, un obstáculo.

Tan pronto como obtuvieron su primera victoria en Rusia en 1917, los comunistas que accedieron al poder pusieron en práctica esas políticas. Alexandra Kollontai, la primera Comisaria del Pueblo para el Bienestar de la Unión Soviética, lo expresó de manera sucinta: “La vieja familia, estrecha y mezquina, donde los padres se pelean y a los que solo les interesa su propia descendencia, no es capaz de educar a la ‘nueva persona’”. Además, en las escuelas soviéticas se animaba a los alumnos a delatar a sus padres.

Engels, más en particular, estaba en guerra con lo que llamó la familia patriarcal. La responsabilizaba, erróneamente, de haber introducido el concepto de propiedad privada individual, que los marxistas odian. En estas declaraciones dogmáticas, asistimos a las primeras escaramuzas de una guerra que hoy está en pleno apogeo y que plantea si los padres tienen derecho a opinar sobre la educación de sus hijos.

Ahora bien, esa corriente no se detuvo con Marx y Engels. En 1919, los comunistas húngaros lograron establecer un soviet húngaro durante un corto periodo de tiempo. Enseguida se dieron cuenta de que la forma de cambiar la sociedad era destruir la institución más importante de la sociedad civil, que no es otra que la familia. De esa forma, su comisario de cultura y educación, George Lukács, instituyó un sistema para instruir a los niños pequeños en las perversiones sexuales.

El biógrafo de Lukács lo describió así: “Se organizaron conferencias especiales en las escuelas y se imprimió y distribuyó literatura para ‘instruir’ a los niños sobre el amor libre, sobre la naturaleza de las relaciones sexuales, sobre la naturaleza arcaica de los códigos familiares burgueses, sobre la obsolescencia de la monogamia y la irrelevancia de la religión, que priva al hombre de todo placer. Se instaba a los niños a rechazar y a burlarse de la autoridad paterna y de la autoridad de la Iglesia, así como a ignorar los preceptos de la moral”.

Huelga decir que todo esto no encajaba bien en la mentalidad del húngaro medio. El soviet húngaro solo duró 133 días.

Pero los marxistas no cejaron en su batalla contra la familia, a veces usando el sexo, a veces de otras maneras. Lukács sobrevivió a aquellos años e influyó en un grupo de académicos neocomunistas alemanes que conocemos como “la Escuela de Frankfurt”.

Tres de sus pensadores más famosos fueron Theodore Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse. Una de sus aportaciones intelectuales clave fue la idea de que el carácter autoritario es una creación de la familia. Es el padre patriarcal el que insufla en sus hijos el deseo de obedecer y someterse a la autoridad.

Marcuse no se detuvo ahí. Emigró a Estados Unidos en 1930 para escapar de Hitler y en este país, en 1959, escribió un influyente bestseller titulado Eros y civilización, considerado uno de los documentos fundacionales de la Revolución Sexual de los años 60. Marcuse tenía muy claro por qué la revolución era importante: para destruir la familia. Escribió:

De esa forma, el cuerpo en su totalidad se convertiría en un objeto para ser disfrutado, un instrumento de placer. Este cambio en el valor y el alcance de las relaciones eróticas conduciría a una desintegración de las instituciones que han organizado las relaciones interpersonales privadas, en particular la familia monógama y patriarcal.

De hecho, los comunistas no se cansan de afirmar que están en guerra contra la familia porque saben que es la forma más práctica de destruir la sociedad. Eric Mann, un influyente comunista de Los Ángeles, fue sincero en una entrevista de 2015 en la que dijo que, ya sea que se trate de un problema de raza, sexo o clima, el objetivo es derrocar al gobierno de Estados Unidos.

Lo que nos lleva de vuelta a la BLM GNF (Black Lives Matter Global Network Foundation). La influencia de Eric Mann se debe, en parte, por haber reclutado a Patrisse Cullors, una de las fundadoras de BLM, en su Labor-Community Strategy Center de Los Ángeles cuando esta solo tenía 17 años. Después se encargó de formarla allí durante diez años hasta convertirla en una activista marxista. Por eso Cullors hace bien en decir, refiriéndose a ella y a Alicia Garza, que fueron “formadas como marxistas”.

No debería sorprendernos, en consecuencia, que entre los 13 Principios Rectores de BLM esté lo que denominan la «disrupción» de la familia nuclear. Ahora estas ideas se imparten a nuestros hijos en todo el territorio de Estados Unidos gracias al plan de estudios BLM que se envía a los distritos escolares.

Últimamente, BLM GNF se ha enfrentado a algunas dificultades. Según algunos informes, la organización todavía no ha nombrado a un nuevo director ejecutivo desde que la cofundadora Patrisse Cullors renunció al cargo, siguen desaparecidos 60 millones de dólares y GBLM GNF envió a su filial canadiense (en cuyo consejo se sienta la esposa de Cullors) varios millones de dólares para la compra de la mansión de Toronto en la que instaló su sede el Partido Comunista de Canadá.

En cualquier caso, BLM GNF sigue tan comprometido, ideológicamente, como siempre. Siguen afirmando, como lo hicieron Marx, Lukács, los pensadores de la Escuela de Frankfurt y Eric Mann, que los comunistas deben destruir la familia si quieren apoderarse de la sociedad.

Pueden encontrar el artículo original a continuación.

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