Todos contra la familia

Todos contra la familia

El avance irrefrenable que muestra la depravación de los niños a través de la educación estatal corta los lazos de autoridad con los padres y destruye la afectividad entre adultos e infantes. Desacralizando a los niños y emancipando al ser humano de su familia.

No cabe duda de que el progresismo tiene como enemigo principal a la familia. ¿Antes que la propiedad, la libertad y cualquier institución política o económica? Sí, y en esta columna explico por qué. En Los herederos, los estudiantes y la cultura Pierre Bourdieu y Jean- Claude Passeron, a partir de numerosos estudios, constatan que la educación no logra reducir las desigualdades de origen. En sus términos, se comprueban, aún en el nivel de la enseñanza superior, diferencias de actitud y de aptitudes significativamente vinculadas al origen social, aunque los estudiantes […] hayan sufrido todos durante quince o veinte años la acción homogeneizadora de la educación […].” En otras palabras, para la izquierda marxista clásica, la familia desiguala; esa es la razón por la que es necesario eliminarla del mapa social.

A la pulsión igualadora del marxista clásico se ha integrado la pulsión anticristiana propia de la cultura de la muerte, promovida por el progresismo o izquierda neofascista con nuevos argumentos que hacen de la familia heterosexual el blanco predilecto. Los padres intelectuales del fino tejido de argumentos y fórmulas para su destrucción son Gilles Deleuze y Félix Guattari. En El Anti Edipo explican su visión sobre la familia que entienden como un “agente delegado de la represión”. Usted se preguntará, qué es lo que reprimen los padres y por qué importa desde el punto de vista político. Aunque le parezca desquiciado (lo que para ellos no tiene nada de malo, puesto que Deleuze y Guattari promueven el esquizofrénico como “homo natura”), lo que los padres reprimen son las “pulsiones incestuosas” de los niños que, por naturaleza, son “perversos polimorfos”. Simplificando, lo que esta izquierda neofascista, siguiendo a Freud, plantea es que los niños sienten deseo sexual en todas partes de su cuerpo, principalmente por sus padres, y que, producto del espejo deformante que provoca la condena del incesto, se ven obligados a reprimir dichos deseos.

Usted se preguntará cuál es la consecuencia política de esta visión depravada de la relación entre padres e hijos. Para responder debemos referirnos al “esquizo” o “nuevo hombre” promovido como tipo de vida e ideal revolucionario. El esquizo se caracteriza por no ser “simplemente bisexuado, ni intersexuado, sino trans-sexuado. Está trans-vivomuerto, es trans-padrehijo” y, lo más importante, no es funcional al capitalismo. Una mente esquizofrénica no reprime por lo tanto no ahorra ni proyecta a mediano o largo plazo sus inversiones o aspiraciones. Por el contrario, producto del “espejo deformante del incesto” la familia edípica enseña al niño a reprimirse con lo que desarrolla las facultades mentales que son funcionales al capitalismo. En otras palabras, para destruir el capitalismo es necesario eliminar la familia.

 La pregunta es cómo y la respuesta parece casi inocua, pero comporta consecuencias dramáticas. Los intelectuales que urden la destrucción del cristianismo y de la cultura de la vida promueven el reemplazo del psicoanálisis por el esquizoanálisis y definen sus objetivos en los siguientes términos: “Hemos visto cómo la tarea negativa del esquizoanálisis debía ser violenta, brutal: desfamiliarizar, desedipizar, descastrar, desfalizar, deshacer teatro, sueño y fantasma, descodificar, desterritorializar, un horroroso raspado, una actividad malévola.” ¿Qué significan las tareas encomendadas y cómo se implementan? La madre de las batallas es el lenguaje. De ahí la importancia de la hibridación categorial que, en deconstrucción, tiene relación con la dilución de un concepto histórico determinado. La finalidad es abolir la binariedad hombre/mujer, niño/adulto, bueno/malo, corrupto/virtuoso, sagrado/profano, haciendo desaparecer el orden moral que resulta de ella, dando un nuevo significado a cada concepto para desmantelar la cultura cristiana desde sus cimientos. Además de la hibridación categorial es importante detenerse en la “desterritorialización”. Esta praxis responde al razonamiento que sigue: nosotros, <<máquinas del deseo>>, deseamos consumir, deseamos dinero, deseamos éxito profesional. Para desmantelar el capitalismo es necesario, además, quebrar ese deseo. Deleuze y Guattari se preguntan “¿qué solución hay, qué vía revolucionaria? […] ¿Retirarse del mercado mundial, como aconseja Samir Amin a los países del tercer mundo, en una curiosa renovación de la «solución económica» fascista? ¿O bien ir en sentido contrario? Es decir, ¿ir aún más lejos en el movimiento del mercado, de la descodificación y de la desterritorialización? Pues tal vez los flujos [del deseo] no están aún bastante desterritorializados, bastante descodificados, desde el punto de vista de una teoría y una práctica de los flujos de alto nivel esquizofrénico. No retirarse del proceso, sino ir más lejos, «acelerar el proceso» […]”.

Es a través de la desterritorialización que se acelera el proceso. ¿Qué significa “desterritorializar”? En breve, romper los territorios espaciales de la sociedad donde cada actividad encontraba su sentido: en la esfera pública los temas comunes, en la esfera social los asuntos económicos, en la privada, los familiares y en la íntima, la sexualidad. El mejor ejemplo de la desterritorialización es la genitalización de la política y la politización de los genitales. Esa ha sido la llave maestra de la deconstrucción. Desde ahí se ha perdido la capacidad de definir qué es una mujer y, si no hay mujer, tampoco existe la madre. Así se logra al individuo “desedipidizado” e “inengendrado” (otra forma de decir, sin lazos familiares) que sirve a la revolución desde una libido en permanente “producción deseante”. Estamos frente al esquizo, el homo natura de la izquierda neofascista:

[…] cada uno es bisexuado, cada uno posee los dos sexos, pero compartimentados, incomunicados; el hombre es tan sólo aquél en el que la parte masculina domina estadísticamente, la mujer, aquélla en la que la parte femenina domina estadísticamente. […] la parte masculina de un hombre puede comunicar con la parte femenina de una mujer, pero también con la parte masculina de una mujer, o con la parte femenina de otro hombre, o incluso con la parte masculina de otro hombre, etc. Ahí cesa toda culpabilidad […]”.

En otras palabras, nosotros –“máquinas deseantes” que debemos liberar la libido- somos hombres o mujeres solo de manera estadística. De ahí que la novia del presidente de Chile definiera su relación afirmando que “nos complementamos siendo toda la gama de géneros a la vez, ser femeninos y masculinos.” A partir de su declaración se observan los efectos de la ideología fundada en el concepto antropológico de quienes se han propuesto desmantelar de una vez la cultura de la vida, del amor y la protección de cada persona como única e irrepetible.

El avance irrefrenable que muestra la depravación de los niños a través de la educación estatal corta los lazos de autoridad con los padres y destruye la afectividad entre adultos e infantes. Desacralizando a los niños, transformándolos en niños-máquina deseantes están dándole el tiro de gracia a nuestra cultura, emancipando al ser humano de su familia y despojando a los padres del derecho y deber preferente de educar a los hijos. Los mismos filósofos del mal reconocen que su nuevo hombre, el homo natura, es el esquizofrénico. Para lograrlo deben cumplir con la máxima no solo de emancipar a los individuos de todo lazo que le una al mundo, sino depravarlo de modo que no pueda construir ni siquiera una identidad propia en base a sus vínculos consanguíneos. De este modo imaginan alcanzar la igualdad perfecta, transformando a cada persona en un mero miembro de la especie socializado, sin raíces ni singularidad alguna. 

¿Qué tipo de mundo surgirá será el habitado por el esquizo? El de la guerra de todos contra todos, pues nadie tendrá la capacidad psíquica de contenerse, proyectarse, reprimirse, ahorrar, prever, etcétera. Se habrá cumplido así el sueño de Marx quien al Dios cristiano le advirtiera: “caminaré sobre las ruinas de tu reino”.

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