Una visión alternativa sobre la situación de la China comunista

Una visión alternativa sobre la situación de la China comunista

La China comunista puede estar sumergida en una crisis sin precedentes que contribuya a debilitar la posición que ha logrado construir en los últimos años. Dicha crisis sería de carácter demográfico, económico y político.

Cai Xia fue profesora en la Escuela Central del Partido Comunista Chino (PCCh) entre los años 1998 y 2012. En la actualidad, la citada politóloga reside en los Estados Unidos, después de la pérdida de sus prestaciones laborales y su expulsión del PCCh en el año 2020. Su trabajo, de gran interés, muestra un enfoque diferente y alternativo al que observamos cuando se analiza la realidad de la China comunista.

En Occidente, y desde hace años, se ve al gigante asiático como un actor internacional de primer orden. Son muchos los especialistas que han señalado las fortalezas de este régimen totalitario, el más sofisticado de la historia. China no ha dejado de ganar poder e influencia a nivel global, mostrando las debilidades del mundo occidental postamericano y provocando el desarrollo de un mundo multipolar. Dicho esto, el Gobierno chino no lo hace todo bien. Incluso, y aunque pueda parecer lo contrario, la China comunista puede estar sumergida en una crisis sin precedentes que contribuya a debilitar la posición que ha logrado construir en los últimos años.

¿Qué debilidades podemos observar en la actualidad? En primer lugar, el problema demográfico. No es una cuestión menor. Es la primera vez desde 1961 que China pierde población. El pasado año, las muertes superaron a los nacimientos. Fueron más de 850.000 personas. La tasa de natalidad se ubica en los 6,77 nacimientos por cada mil personas, una cifra que provocará un colapso demográfico sin precedentes. Con los últimos datos disponibles, la población caerá en unos quinientos millones de personas en el año 2.100. De los 1.300 millones actuales a menos de 800 millones. Pero esta, la crisis demográfica, es solo uno de los problemas que sufre el sistema político chino.

Durante los últimos veinte años, el gobierno comunista ha invertido y regado de ingentes cantidades de dinero Europa, África e Iberoamérica con el objetivo de garantizarse socios políticos. Las acciones han ido dirigidas a garantizar una serie de suministros fabricando infraestructuras y, también, a la compra de voluntades con objeto de tener aliados en la escena internacional. Todo lo anterior ha servido para que China aumente su poder en instituciones como Naciones Unidas. Sin embargo, y como hemos señalado líneas atrás, no todo son buenas noticias. En 1922 Ludwig von Mises publicaba un libro fundamental titulado Socialismo. Análisis económico y sociológico. En dicha obra el brillante profesor austriaco reflexionaba sobre la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo. Es decir, es imposible calcular retornos de las inversiones y beneficios en un sistema que no se guía por el mercado y el sistema de precios.

El Partido Comunista de China toma sus decisiones con base en principios de carácter político y no económico, pactando con personas y países poco recomendables. Navega, como se puede suponer, en entornos marcados por un elevado riesgo político. Lo anterior tendrá consecuencias y contribuirá a drenar la solvencia de la potencia económica que China representa en la actualidad. Esto, los problemas de cálculo, no solamente se ven en la arena global. También los hemos detectado a nivel interno, con situaciones como la de las ciudades fantasma. En noviembre del año 2018, la BBC señalaba que el 20% del parque inmobiliario de China estaba sin ocupar. EL desajuste es, como se puede suponer, de unas dimensiones sin precedentes.   

Pero, además de cuestiones demográficas y económicas, el mayor problema de China es de carácter político. Iniciábamos este escrito presentando a la politóloga Cai Xia. Uno de sus trabajos, publicado en Foreign Affairs, lleva por título The weakness of Xi Jinping. El texto, fundamental para todo aquel que desee analizar las debilidades del régimen, se sustenta en una hipótesis que nos ayuda a entender la situación que vive en el país: el gobierno de Xi Jinping ha modificado la lógica institucional que explica el desarrollo de la nación desde el año 1978, cuando ingresa en el poder Deng Xiaoping.

En primer lugar, el actual Gobierno de la China comunista ha modificado una costumbre no escrita que marcaba la evolución del régimen desde la década de los ochenta. Las élites chinas habían diseñado un término gubernamental de cinco años con objeto de rotar los ejecutivos y dar cabida a las diferentes facciones que componen el partido. La lógica era sencilla: cinco años de periodo, dos periodos. Eso fue precisamente lo que vimos con Deng Xiaoping (1978-1989), Jiang Zemin (1989-2002) y Hu Jintao (2002-2012). Xi Jinping tomó posesión hace ya once años y, en este momento, afronta su tercer mandato hasta, al menos, el año 2027.

Lo anterior, su establecimiento pétreo en el poder, ha provocado en opinión de Cai Xia que el partido se convierta en una mafia, en una estructura de crimen organizado edificada sobre la lealtad al líder supremo. Esto, la lealtad, ha erosionado otro elemento que ha provocado el relativamente buen funcionamiento del partido a lo largo del tiempo: la meritocracia.

Hace años que ya no ascienden a las posiciones de poder los más preparados o los mejores. Solo suben los afines al líder. Y estos, debido a su posición, se han convertido en élites con un elevado grado de corrupción. La impunidad campa a sus anchas en la China actual siempre y cuando se esté alineado con el poder. Afinidad y lealtad política, por un lado, corrupción por otro, son las marcas de la organización. Todo lo anterior (la demografía, la economía y el caudillismo político) provocará la progresiva decadencia del régimen comunista en los próximos años. La ineficacia de la organización a la hora de contribuir al desarrollo del país será corregida gracias a un nacionalismo extremo. Y es en esto último donde se trabaja en la actualidad con más detenimiento. El ejecutivo liderado por Xi Jinping invierte mucho tiempo y mucho dinero en una narrativa nacionalista con objeto de esconder los problemas que sufre el país.

En definitiva, China sigue siendo uno de los grandes actores a nivel global. Pero lo anterior no debe nublar nuestra comprensión de la situación. No solo Occidente pasa por dificultades. La gran potencia tiene un gran número de problemas. Las debilidades del sistema deben ser aprovechadas por Occidente con objeto de proteger y promover el modelo y las grandes contribuciones que ha realizado al mundo durante los últimos doscientos años: la democracia liberal y la economía de libre mercado.

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